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Porsche en Cuba: «Lo que Fidel nos dejó»

El pasado 3 de diciembre, durante el traslado de las cenizas de Fidel Castro desde La Habana hasta Santiago de Cuba, el todoterreno que remolcaba la urna con los restos del “Comandante eterno” se averió, y varios soldados tuvieron que empujarlo. Imagínense los sudores fríos que le entraron al pobre conductor al ver que el viejo 4×4 ruso UAZ no arrancaba…

Cuba es un lugar fascinante por muchos motivos y uno de ellos son los coches. Tras el triunfo de la Revolución de 1959, que derrocó al dictador Fulgencio Batista, dejaron de importarse automóviles de otros países –con la excepción de los modelos rusos– de modo que la presencia en las calles de los viejos modelos americanos de los años cincuenta del siglo pasado –a los que llaman almendrones– se han convertido en una seña de identidad del país.

A Castro nunca le interesaron mucho los coches; se movía en Mercedes Clase S con chófer, y en la última etapa en monovolúmenes de la misma marca.

UN PERSONAJE MUY SINGULAR

¿Era Fidel un hombre austero? Cuando le preguntaban sobre sus posesiones el comandante, siempre carismático y con sentido del humor, respondía que su única propiedad era “una cabaña de pescador”. Pero quien fue su guardaespaldas durante 17 años, Juan Reinaldo Sánchez, escribió el libro La vida secreta de Fidel Castro.

En él relata que Castro, como buen líder comunista, vivía con todos los lujos que prohibía al resto de los ciudadanos, los mismos a los que tenía prisioneros dentro de su propio país. Y era muy cariñoso con las numerosas amantes que tuvo, además de dos esposas, a lo largo de su vida. Según ese libro, el dictador disponía de una marina privada con cuatro yates, un bote de pesca y más de 100 hombres dedicados a su mantenimiento.

Además contaba con veinte residencias y hasta una isla privada, Cayo Piedra, con restaurante flotante. Mientras, desde el Gobierno cubano respondían que Fidel vivía con su sueldo oficial de 36 dólares al mes…

UN LUGAR DIFERENTE A TODOS LOS DEMÁS

Asumiendo la infalible capacidad del comunismo para arruinar cualquier economía –ahí está Venezuela como ejemplo reciente– también hay que reconocer que el marxismo ha convertido a Cuba en un lugar diferente a todos los demás. Un país anclado en el pasado, bellísimo, decadente y pintoresco, al menos para los turistas. Con sueldos medios de 20 dólares al mes, la audacia de los cubanos para salir adelante cada día es ya legendaria.

Con los automóviles pasa lo mismo, porque sus mecánicos, sin repuestos disponibles, son capaces de arreglar lo irreparable. Un Chrysler de 1956 puede llevar un motor Toyota diésel, frenos de Mercedes y un diferencial trasero de un Ford. Muchos ya no son ni restaurables porque se han modificado demasiado y se han usado todavía más.

Por eso su compra no sería interesante para coleccionistas extranjeros, a no ser que lo que les resultara atractivo no fuera el coche en sí, sino poseer un símbolo de Cuba. De hecho sería más normal que, de producirse una apertura mayor del régimen, los cubanos fueran a comprar clásicos en EE UU. No obstante, cada vez hay más especialistas cubanos que luchan por mantener la originalidad de los automóviles en la medida de los posible, y ahora que se permiten vuelos que conectan con EE UU, están llegando piezas de recambio por esta vía.

Pero además de los Chevrolet, Ford, Cadillac, Chrysler o Pontiac, antes de la Revolución también rodaban por La Habana deportivos europeos de alto nivel. Batista quería hacer de Cuba un lugar de ocio para los norteamericanos como Las Vegas, y eso atrajo mucho dinero y mucho mafioso a la isla. El mismísimo Porfirio Rubirosa, el mítico playboy dominicano que amaba los coches, las mujeres y los caballos de carreras (ver CAR nº 101), fue testigo del triunfo de la Revolución cubana desde la Embajada de su país en La Habana.

La mayoría de los deportivos fueron sacados a toda prisa, pero algunos se quedaron en la isla para siempre. Como el Mercedes 300 SL “Gullwing” (en la imagen superior), abandonado y extremadamente corroído que el fotógrafo Piotr Degler inmortalizó para su calendario en 2015. Y también se quedaron varios Porsche 356.

Recientemente Christophorus, la revista oficial de la marca alemana, publicó un reportaje sobre los últimos Porsche que sobreviven en la perla del Caribe. La persona clave para encontrarlos fue Orlando Morales, considerado “el archivero del automóvil en Cuba”. Su documentación sobre la historia de los coches alemanes en la isla es asombrosa. Fotos en blanco y negro con el entonces director deportivo de Porsche, Huschke von Hanstein. Carrol Shelby, el creador del Cobra, al volante de un Porsche 550.

Incluso del gran Juan Manuel Fangio, en una foto tomada el 22 de febrero de 1958, justo el día antes de que los barbudos de Castro le secuestraran durante 30 horas, por lo que el piloto argentino se perdió el Gran Premio de Cuba. La última carrera internacional se disputó el 24 de junio de 1962, y los 356 Speedster GT de Papi Martínez y Eduardo Delgado hicieron doblete. Según el archivo de Orlando, no entraron en Cuba más de 30 Porsche, la mayoría 356, pero algunos tan valiosos como unos pocos 718 RSK y 550 Spyder.

Tras el endurecimiento de la Revolución y su deriva comunista, la mayoría de los 356 se los quedó el Estado y se usaron como taxis. Orlando Morales llegó a competir con un 550 Spyder y conoce a Alberto Gutiérrez Alonso, presidente del club de Autos Clásicos y Antiguos. Fueron ellos los que guiaron al periodista de Christophorus hacia su objetivo. Le llevaron a las afueras de La Habana y, tras un portalón de acero, atravesaron un jardín abandonado. Allí, bajo una manta de fibra de coco, dormía un cupé de color vermouth (foto superior).

El motor de cuatro cilindros no estaba donde debería, y las puertas desmontadas se encontraban en el interior del coche. Además, los huecos que quedaban en el lugar que deberían ocupar las luces traseras eran claramente más grandes que los originales. Su propietario, que ahora vive en Florida, le montó los pilotos traseros de un Lada ruso.

Quién sabe si su dueño ha superado la morriña escuchando Guantanamera y comprándose un 911, como Tony Montana (Al Pacino) cuando triunfó en Miami y eligió un 928. Tony odiaba a los comunistas porque siempre le decían lo que tenía que hacer o pensar, porque estaba harto de comer siempre calamares, porque llevaba unos zapatos rusos por los que se le salían los dedos…

El siguiente “avistamiento” de un Porsche fue otro 356, esta vez plateado, pero en una visita limitada a “cinco minutos”. Estaba en la propiedad de un “mecenas de la Revolución”, era de la primera serie y lucía la placa de carrocería “Reutter”. La parte trasera estaba alzada sobre tacos para ahorrar peso en los ejes, y llevaba unos asientos Recaro que no tendrían más de veinte años.

VIVOS PERO LLENOS DE ÓXIDO

Afortunadamente también quedan algunos rodando por las maltrechas carreteras cubanas. Ernesto Rodríguez, cofundador del antiguo Club Porsche de Cuba, localizó dos en estados bien diferentes. Uno de ellos, de 1957, es de color beige y está como nuevo. El otro, un 356 de 1953, en Europa o EE UU se vendería con el cartel “project” o “para restaurar”. Su carrocería es un puzzle de óxido y distintos tonos azules.

El primero se ha restaurado intentando respetar el estado original, mientras que en el segundo se refleja la necesidad. De hecho, su propietario Reinaldo García lo encontró abandonado debajo de un árbol. El motor es el de un Escarabajo y las piezas portantes han sido fijadas con cierta “creatividad”. Sin duda para un purista sería un sacrilegio, pero en Cuba es muy difícil encontrar recambios para estos deportivos.

Finalmente, la búsqueda dio como resultado la localización de cuatro Porsche, ¿dónde están los otros? ¿Existen aún o los ha devorado el óxido? Alberto dice: “Todavía quedan dos. Seguro. En el norte de la isla”. Si te animas a viajar a la perla de las Antillas e ir en su busca, no dudes en comunicarnos tus averiguaciones.

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