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Mohamed Ahmad Sultan ben Sulayem: el sultán de la F1

Presidente de la FIA desde finales de 2021 ha fiscalizado, no sin controversias, las reglas de la Fórmula 1, favoreciendo el marco que ha acabado por aumentar cinco veces el valor de la máximo competición y de todos sus equipos.

No debe ser fácil montar o domar un camello. Sobre todo cuando el calor del desierto de Rub Al Khali consigue penetrar entre las capas de la túnica blanca de un travieso mozalbete dubaití. Su acaudalada familia, una de las fundadoras del Dubai moderno, mantenía (y mantiene) una cerrada alianza con la estirpe reinante de los Al Maktoum en Dubai.

El ambiente de opulencia y de poder familiar no apagó la pasión por la doma de Mohamed Ahmad Sultan ben Sulayem, nacido en 1961. El pequeño de cinco hermanos, terminó sus estudios de empresariales en Estados Unidos (American University, Washington) y en Irlanda (Ulster University) y se dedicó, desde 1983, a domar monstruos de cuatro ruedas en los rally-raids sobre las traicioneras dunas y fondos de piedra de la Península Arábiga y Oriente Medio. Todo ese entrenamiento, ¿le habrá servido para navegar por las encrespadas olas del mar del automovilismo mundial al que se enfrenta desde diciembre de 2021 como presidente de la FIA? Sultán, en ciertos países árabes, es sinónimo de autoridad, se toma como “el que dirige” e implica en la actualidad un título de nobleza. Discutido, o no, con marchas y contramarchas, ha ejercido de “sultán” en el automovilismo internacional.

 

Una patata caliente

Apenas tomado el testigo que le entregó el francés Jean Todt, Sulayem se encontró con la patata caliente de la controvertida definición del certamen de F1 de ese año. En el GP de Abu Dhabi, última carrera, el comisario Michael Masi, en una discutible decisión, facilitó que Max Verstappen adelantara al líder, Lewis Hamilton en la última vuelta, dándole, con ello, el campeonato. Seis meses después, tras una prolongada investigación interna, Masi dejaba la FIA.

Extrovertido, muy consciente de su imagen y de las críticas del periodismo, ha sido varias veces víctima de su propia verborrea que desvela con frecuencia lo que su subconsciente anida: búsqueda de aprobación, hacerse notar. Todo lo contrario de su discreto y taciturno predecesor. Quizás por ello, en menos de 3 años de mandato ha tenido enfrentamientos y polémicas de índole variada.

Una relacionada con Fernando Alonso y Aston Martin: una investigación del comité de ética de la FIA por su supuesta llamada de Sulayem al centro de control de la FIA en el GP de Arabia Saudita de 2023 con la supuesta intención de que se retirara una penalización de 5 segundos a Fernando Alonso. Aston Martin apeló y los comisarios quitaron la sanción dejándole el podio al piloto español. Días antes de la carrera de Jeddah de este año, el comité de ética comunicaba que nada había demostrado una intromisión de Sulayem.

 

Ya avanzando en 2023, otra vez intervino el comité de ética, de la FIA, para investigar al mismo presidente. Un funcionario no identificado afirmaba que Sulayem pidió a los encargados de la seguridad que buscaran algún pretexto para denegar la habilitación del circuito urbano de Las Vegas. Nada pasó con ello. De no haberse disputado la carrera, Liberty Media, organizadora y “dueña” de la F1, habría sufrido una importante pérdida económica.

Aunque Sulayem afirma que tiene buena relación con Liberty, subsiste una tensión larvada que puede estallar en cualquier momento. Y ello se inició prácticamente cuando el dubaití afirmó en enero de 2023 que el valor estimado de los derechos de la F1 en 18.000 millones de euros estaba “inflado”. ¿Acaso estaba reaccionando, descontrolado, porque en contra de su opinión Liberty y los equipos se oponían al ingreso del team Andretti a la F1, respaldado por General Motors?

Una vez que el Comité de Ética liberaba a Sulayem por la cuestión del circuito de Las Vegas, días antes del GP de Australia, Susie Wolff, directora de la F1 Academy para mujeres controlada por la Formula One Management (Liberty), presentaba una denuncia penal contra la FIA en los tribunales franceses. El motivo, según ella, haber afectado su honor y prestigio haciendo pública la FIA una investigación del comité de ética para comprobar si ella había filtrado datos confidenciales a su esposo, el team principal y socio del equipo Mercedes, Toto Wolff. Según el comité, nada de ello había sucedido. ¿De qué hablarán Susie y Toto en la intimidad?

 

Una familia de negocios

Mientras su hermano mayor Ahmed (nacido en 1955) se dedicaba a los negocios respaldado por los Al Maktoum, adquiriendo decenas de puertos y centros logísticos en el mundo y con enormes inversiones inmobiliarias valoradas en miles de millones de euros, Mohamed, el deportista de la familia, resplandecía en el mundo árabe: ganó 14 títulos de la región entre 1983 y 2002, preferentemente con Toyota y Ford. Ben Sulayem es ambicioso también. Quizás, como una manera de emular a su hermano Ahmed, quien en 2022 estaba al frente de un grupo de compañías que facturaron 20.000 millones de euros. Sulayem, el piloto, cambió la adrenalina de los rallies, el polvo y el calor por el aire acondicionado de los despachos cuando, ya retirado, decidió dedicarse a la promoción (y a la política) del automovilismo.

Se impuso una misión doble. La primera hacer crecer el automovilismo en el mundo árabe y en los países asiáticos de mayoría musulmana. La segunda, aumentar la representación árabe y asiática en la eurocéntrica FIA.

Afirma que no necesita dinero y destaca que no cobra salario alguno. Medios de vida le sobran. Entre sus millonarias posesiones cuenta con una colección de coches ultra potentes valuada en 79 millones de euros donde destacan un Koenigsegg Agera, un Aston Martin Valkyrie, un Lamborghini Countach LP800-4, un Ferrari Enzo y un Mercedes-Benz CLK GTR.

Desde 2005 y aprovechando su posición como presidente de la “Emirates Motorsports Organization” y representante de los EAU ante la FIA, supo manejarse para pasar a integrar el World Motor Sport Council de la FIA en 2008. En esa época fue un personaje clave en el establecimiento del Gran Premio de Abu Dhabi en 2009. Ganándose la confianza de Jean Todt, que asumió la presidencia de la FIA en 2009. Por su parte, Ben Sulayem pasó en 2013 a presidir el Grupo de Trabajo para el desarrollo del Deporte Motor.

 

Aprovechó esa oportunidad. En una campaña titulada “La FIA para sus Miembros” (los clubes nacionales) y con la promesa de duplicar el número de licencias de pilotos, creación de categorías económicas, aumento de la “diversidad” y de la influencia femenina en el deporte, de mayor transparencia y el buen gobierno, se opuso al candidato de Todt, Graham Stokes, en las elecciones presidenciales de 2021.

Afirmando que el presidente de la FIA no debía estar en el día a día de la gestión del automovilismo mundial, nombró a un director ejecutivo que, curiosamente, es la española-estadounidense, Natalie Robyn. Y, tras el disgusto de Liberty Media por el asunto de la valoración de la F1, prometió apartarse. No lo ha hecho, va contra su forma de ser.

 

Mejorando las cuentas

La entidad que rige Sulayem con la asistencia de dos vicepresidentes y un presidente del Senado (Carmelo Sanz de Barros, Presidente del RACE) de la FIA no solo se ocupa de la Fórmula 1, también supervisa los certámenes mundiales de resistencia (WEC), rallies (WRC), F2, F3, y decenas de otros campeonatos y copas. Debido a la crisis de 2020 y 2021 por la pandemia, recibió las cuentas de la FIA con un déficit de 24 millones de euros y comenzó a aumentar el precio de los registros y las licencias. Con gastos operacionales de 146 millones de euros e ingresos por 139 millones de euros en 2022, el balance negativo fue de 7,7 millones de euros. Sigue empeñado en eliminar ese déficit y la Fórmula 1 es la proveedora de los ingresos más jugosos. Cada equipo paga anualmente una cifra fija que, en 2024, ha sido de 592.000 euros para inscribirse, más un cargo por cada punto ganado el año anterior. Así, Red Bull se ha visto “castigada” con 6.701.123 euros, Mercedes con 3.012.310 euros y Ferrari con 1.994.558 euros.

 

Puede que Ben Sulayem no sea prudente cuando da rienda suelta a sus pasiones, pero de números sabe. Es consciente de que la F1, que vigila que los equipos empleen más de 126 millones de euros en gastos operativos por año, se lleva apenas una parte mínima del pastel de 2.800 millones de euros que Liberty recoge cada año. Sabe que los equipos recibirán 1.100 millones de euros por el certamen de 2023 y que la política de franquicia cerrada ha subido el precio de los equipos (el “fondo de comercio”) de menos de 100 millones de euros, hace unos cuatro años, a 600 millones en la actualidad.

Sulayem repite siempre que no es el dinero lo que le motiva, sino el crecimiento importante del automovilismo en el mundo. Se enfrentará a elecciones a finales de 2025 y será el momento de hacer balance. Muy probablemente, si evita nuevas polémicas y cuida lo que dice, tenga para otros cuatro años más.

 

Lo que paga la F1 a la FIA

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