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Lamborghini Miura y Countach: pasión italiana

En los sesenta Lamborghini inventó el superdeportivo con el sublime Miura de motor central V12. En los setenta, llegó aún más lejos con el exuberante Countach.

De algún modo, con el Miura se alinearon los astros y se inventó el superdeportivo moderno. Todo se juntó para ofrecer algo más que la suma de sus espectaculares partes. No solo un modelo rápido, o muy bonito, sino los cimientos para una nueva raza de coches. El Miura cambió Lamborghini para siempre, compensando su falta de pedigrí en competición. Era el automóvil más impresionante que se podía comprar a finales de los sesenta y, desde luego, uno de los más bellos. La carrocería diseñada por Marcello Gandini cubría un motor V12 colocado detrás de los asientos, curiosamente en posición transversal. Cuando se presentó en Ginebra en 1966, llovieron los pedidos

Además de la impresionante estampa, lo que más llama la atención del Miura es lo pequeño que es. Era más bajo que su rival de la época, el Ferrari 275, y desde luego mucho más pegado al suelo. Además, el V12 tenía doble de árbol de levas por bancada, frente al simple de Ferrari, y con 350 CV le aventajaba en 70 CV. Esas cifras son tan optimistas como la idea de usarlo a diario pero, en cualquier caso, las prestaciones estaban en otra galaxia respecto al coche habitual a finales de los sesenta. En 1968 llegó el P400S con 20 CV más, pero el culmen fue el Miura SV, mejorado hasta 385 CV y 280 km/h.

No hay duda de que, en ese momento, el Miura parecía de otro mundo. Pero sorprendentemente, en el Salón de Ginebra de 1971, otro modelo lo dejó inmediatamente anticuado. Nos referimos al Countach. Los dos coches no podían ser más diferentes –y también de su coetáneo, el Ferrari 375GTB/4 Daytona–. El Miura, lleno de curvas y una belleza clásica, el Countach, una brutal expresión de un lenguaje de diseño de líneas rectas, pasos de rueda angulosos o puertas de tijera. Estos elementos ya se habían visto en el concept Alfa Carabo que también había diseñado Gandini para Bertone.

También eran muy distintos por dentro, con un chasis diferente y el motor colocado en una posición longitudinal más convencional. Bueno, no tan convencional, porque por alguna razón que no alcanzo a comprender la caja de cambios se instaló delante del motor, en vez de detrás como en la mayoría de coches de motor central. El V12 se agrandó a 4.8 litros en 1982 pero la culminación fue el 5000QV de 1985. El interior es muy anguloso. El embrague y palanca de cambios van muy duras. Un vistazo por el retrovisor informa poco de lo que pasa detrás de nosotros, pero nos muestra el resalte que cubre los inmensos carburadores Weber que alimentan el V12 de 5.2 litros con cuatro válvulas por cilindro y 455 CV –como referencia, el recién lanzado Testarossa tenía 390 CV–. Las prestaciones siguen siendo muy buenas, por encima de 300 km/h y bajando de los 5 segundos en aceleración de 0 a 100 km/h.

Estos coches no se pueden conducir suavemente, tienen que ser tratados con mano dura y, a cambio, nos ofrecen todo lo que la estética promete, es decir, rapidez, exuberancia y adrenalina. El Countach no es el superdeportivo más rápido de la historia, ni siquiera el mejor para conducir. Tampoco el Miura. Pero ambos cambiaron el curso de la historia y todos los Bugatti, McLaren o incluso Ferrari posteriores tienen algo de ellos. 

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