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Frank Williams, el campeón de la sonrisa

Ese 8 de marzo de 1986, el sol caía tras los bajos pinos que evitaban la erosión de un terreno bastante seco y amarillento alrededor de la serpenteante Departamental D2 que une Paul Ricard-Le Castellet con la autopista A8 en Francia. El Ford Sierra de alquiler de color oscuro, con Frank Williams al volante, se salió y volcó en una curva. No fue violento, de hecho Peter Windsor, su encargado de relaciones públicas y amigo, que le acompañaba, emergió ileso del siniestro.

Frank Williams

“Ayúdame Peter, no puedo moverme, no puedo moverme”. Una roca había hundido el techo del lado de Frank. La médula espinal se había plegado irremisiblemente sin recuperación posible.

Tres días después, cuando el fluido que anegaba los pulmones de Frank estaba apenas controlado en el hospital Timone de Marsella, y tras una traqueotomía, Virginia, Ginny, Berry, su esposa, pudo hablar con él. Pálido, debilitado pero todavía con energía en la mirada a duras penas murmuró: “Sé que estoy paralizado, del cuello para abajo. Bueno… he vivido 40 años de una vida maravillosa y ahora viviré otra forma de vida diferente por otros cuarenta.”

Frank Williams

Sobrevivió de milagro pero quedó tetrapléjico

Conocí a Frank Williams en diciembre de 1968 cuando llegó a Argentina como gestor de su equipo de F2. Yo era intérprete de los organizadores de la temporada de F2 de ese año.

Frank Williams

Me impresionó su sonrisa y su dinamismo al reparar como un mecánico más el Brabham BT 23 incendiado que le había alquilado al ídolo local Carlos Pairetti.

Era fácil entenderle por su exquisita dicción en inglés, propia de las películas donde hay personajes de la aristocracia británica. No sabía yo que su madre, maestra de niños discapacitados, había ahorrado penique a penique para que hiciera el bachillerato de interno en el colegio marista Saint Joseph en Dumfries, Escocia, reservado a herederos de ricas familias.

Frank Williams

Debió haber tenido grandes maestros porque, mientras otros adolescentes se hundían por la lejanía paterna o las disoluciones familiares, su subconsciente apostó por pelear, como sea, por sus sueños. Y estos estaban llenos de automóviles desde los 10 años.

En enero de 1980 le propuse a Frank que escribiera, carrera a carrera, una columna para la revista que me enviaba a las carreras de Fórmula 1, El Gráfico” . 

Una relación cercana

Frank Williams surfeaba en aquellos momentos una ola que crecía y lo llevaría muy alto. En 1978 se había asociado a un pragmático y sólido ingeniero, Patrick Head, cuyos diseños le darían los campeonatos de constructores de 1980 y 1981 y, además, convirtieron al piloto preferido de Patrick Head, Alan Jones, en campeón mundial de 1980.

Frank Williams

Aprendí mucho gracias al acceso a las planillas de cartulina verde clara escritas con finos lápices técnicos donde se registraban todos los datos de puesta a punto y a los debriefing tras los entrenamientos, que se hacían en las casillas rodantes alquiladas para cada escenario europeo. Un expectante silencio se apoderó del box del equipo Williams a media mañana del 11 de julio de 1986 en Brands Hatch.

Por la puerta del fondo apareció una silla de ruedas. Evidentemente, esa persona de rostro delgado y pecoso, que comenzaba a esbozar una sonrisa como niño entrando a una juguetería no podía ser otro que Frank. El aplauso fue estruendoso.

Frank Williams

Estaba de vuelta 188 días después de su accidente. Frank agitaba su mano derecha que lucía un medio guante de cuero marrón claro que dejaba libre los extremos de sus dedos. Como sea, estaba de vuelta y toda la tribuna rugió, gritó y aplaudió cuando apareció en la calle de los boxes. De otros equipos corrieron a saludarlo.

El triunfo puede a veces atraer respeto y admiración por parte de los rivales. ¿Pero, cariño? Y Frank recibía justamente eso. ¿Emocionado? No se sabía. Jamás dejaba traslucir sus emociones negativas o positivas. Solo le traicionaba su sonrisa. 

Frank Williams

Los nuevos chasis en carbono y los motores Honda le dieron 18 victorias entre 1986 y 1987. Frank Williams dejaba que sus pilotos compitieran entre ellos. Un fallo de los neumáticos Goodyear y la lucha fratricida entre Nelson Piquet y Nigel Mansell le dejó sin el título de pilotos en ese crucial 1986.

Pero obtuvo el de constructores y al año siguiente repitió como constructor y con Nelson Piquet campeón de pilotos. Volvía a estar en la cresta de la ola. Ya se habían desengañado aquellos que lo había dado por desaparecido tras el accidente.

Frank Williams

¿Darse por vencido un tipo que había quebrado dos veces, y se había recuperado, que había contraído deudas por cientos de miles de libras y que fue salvado sobre el gong en 1976 por el millonario Walter Wolff que tomó control de su equipo? ¿Darse por vencido un tipo que se vio casi echado por Wolff de la escuadra Wolff-Williams en 1977 y que tuvo que empezar por cuarta vez de cero? ¿Un tipo que subsistía como mecánico (bastante malo por cierto) durante los años sesenta gestionando los coches de F3 de su gran amigo Johnatan Williams o el F2 del acaudalado heredero Piers Courage? ¿Un tipo que era capaz de gestionar sus equipos desde una cabina de teléfonos públicos porque a menudo le cortaban la línea por falta de pago a comienzos de los setenta?

Una persona que tenía que ahorrar en alimentos para poder comprarse americanas de diseño de pana y camisas en Saville Row. Su aspecto era fundamental para él y para celebrar sus reuniones de negocios en el hotel Carlton de Londres porque no tenía oficina.

Frank Williams

Un tipo que religiosamente, todas las tarde corría 10 kilómetros y disputaba media maratones, incluso en los días de carrera y entrenamientos. Un tipo al que echaron de su casa alquilada, por impago, dos semanas después que el amor de su vida y esposa, Ginny, diera a luz al primero de sus tres hijos, Johnatan Piers en 1975. Ginny le toleró eso y mucho más. Pronto había descubierto que la única prioridad de Frank, en la vida, era la F1 y su equipo.

Lo suyo era esa sonrisa, su entusiasmo contagioso, su poder de seducción. Era el gran vendedor de proyectos. Cuando los astros y Patrick Head se alinearon se sacó la bonoloto. ¿Su mérito? haber estado ahí, siempre jugando.

 Ya finalizando 1987, Honda comunicaba que dejaba Williams. Frank , pestañeando más que de costumbre, declaraba: “Creo que Honda nos dejó porque me rompí el cuello. Les costaba creer que alguien en mis condiciones pudiese dirigir un equipo”. 

Frank siempre gustaba hablar en italiano pero también lo hacía fluidamente en francés. No hay que quitarle importancia a esta virtud como influencia en la decisión que Renault tomó de darle sus nuevos V10 a Williams. Era el retorno del rombo. Y la sociedad funcionó de maravilla. 

Adrian Newey fue en gran parte el artífice de los campeonatos que cayeron en cascada. Frank Williams estaba al frente del equipo desde su escritorio y lo gestionaba todo gracias a un teléfono manos libres que le había regalado Nelson Piquet.

Frank Williams

Aerodinámica de Newey, suspensión activa de Head y colaboradores. Entre 1992 y 1997, 53 victorias, 5 coronas de constructores y 4 de pilotos. Sin embargo, quedó para siempre como una sombra en su memoria la muerte de Ayrton Senna en Imola 1994 al volante de uno de sus coches.

Con el campeonato de Jacques Villeneuve en 1997, había conseguido mucho más después de su accidente que antes. En 1999 la Reina de Inglaterra lo nombraba “Caballero del Imperio”. Luciría en adelante el título de “Sir”.

Una clase de vida diferente

En una de nuestras charlas que muy pocas veces se salían del plano deportivo, Frank me confió que su sueño era comprarse una mansión como aquellas que tenían los padres ricos de sus compañeros de colegio.

Y un par de Jaguar que le habían impresionado cuando uno de esos padres le llevaba a fondo por las carreteras comarcales. Se dio el gusto. Así, en 1985 compró la gran residencia Boxford House por 4 millones de libras, que Ginny, gran restauradora de interiores, convirtió en hogar.

Frank Williams

Tras su accidente, el hogar se transformó en un hospital con interminable tránsito de enfermeras, fisioterapeutas, asistentes personales. Un tetrapléjico es totalmente dependiente día y noche.

El estrés de organizar, supervisar todo eso y asistir también día y noche a su marido comenzó a hundirla. Por otra parte, Frank se mostraba a veces verbalmente agresivo. Solía decir: “Pero Ginny, ¿si esto (la parálisis) no es un problema para mi, por qué va a preocuparte a ti?”.

Frank Williams

En 1988, vendió Boxford House y adquirió un viejo rectorado de iglesia en East Ilsley, cerca de Newbury, a 20 kilómetros de la nueva planta Williams en Grove. Ese fue el nuevo hogar de Frank y un medio hogar para Ginny, que llegaría los fines de semana desde Londres con los niños, Johnatan ya en la adolescencia, Claire, la hija intermedia, ambos en internados y el menor, Jamie.

SÍ… una diferente clase de vida

Se fue Renault y llegaron los motores BMW. Los tiempos habían cambiado. Frank Williams y Patrick se negaron en 1997 a dar a Newey el derecho a influir sobre la contratación de pilotos y a subirle significativamente el salario. Adrian se fue a McLaren.

Sin Newey y aunque los motores BMW mejoraban, en seis temporadas Williams solo logró 9 victorias. Muy poco para lo exigible a un equipo de su prestigio. En 2012, tras 27 años, Patrick Head dejaba el frente de batalla. Frank ya no podía llamar a todos los mecánicos e ingenieros por su nombre.

Ginny, su esposa, estaba enferma de cáncer. Frank dejó su puesto al frente del directorio de la empresa. Le sucedía su hija Claire. Quienes le asistían diariamente decían que el fallecimiento de Ginny en 2013 había sido para él un golpe más duro que el de quedarse tetrapléjico.

Sin Head ni Frank en el día a día, aunque llegaron motores Mercedes cliente, iguales a los del equipo oficial, Williams se deslizó cuesta abajo. El equipo terminó luchando por no ser el último en la tabla de constructores. 

Estuve con Frank por última vez en 2017 en el GP de Inglaterra. Le mostré una foto de 1981 donde estaban él, Carlos Reutemann y yo. Sonrió y comentamos sobre aquellos viejos tiempos.

Ya no iba a todas las carreras. En 2020 Claire vendió el control del equipo Williams a una empresa de capital riesgo estadounidense, Dorilton Capital y dejaba la compañía.

Había que cuidar a Frank, que había perdido la memoria de casi toda su vida. Tras su deceso a los 79 años, el 28 de noviembre pasado, me acordé de su capacidad de recuperación y voluntad de hierro y de lo que un día antes de su accidente me dijo, citando al gran jugador de beisbol americano Carlton Fisk: “No eres lo que logras, sino lo que superas”.

Texto por: Orlando Ríos

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