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Cosas que molan de Donald Trump

Donald Trump será bueno o malo, pero un hombre que conduce un Lamborghini Diablo y un Mercedes SLR Mclaren merece el beneficio de la duda.

La gente le critica sus ideas o su peinado, pero hay que reconocer que el nuevo presidente sabe rodearse de belleza. Y sin entrar en sesudos análisis políticos, a nosotros nos gusta que el líder del mundo libre sea aficionado a los deportivos y a los coches en general. En España su popularidad es más bien reciente, pero Trump lleva décadas en lo más alto, apareciendo con frecuencia en los medios de comunicación (incluso fue portada de Playboy, un honor poco frecuente para un hombre) y hasta en películas. Cinco hijos de tres esposas diferentes e innumerables escándalos y conflictos legales dan para muchas portadas. Hubo un tiempo en el que un tipo con ese currículum no tenía nada que hacer en el partido republicano, pero eso ha cambiado.

La corrección política, esa farsa según la cual no se puede decir nada que moleste a alguien, implica además que los políticos deben ser unos tristes y no pueden conducir un deportivo. Pues en 1997 Donald Trump compró un Lamborghini Diablo VT Roadster color “Le Mans Blue” que vendió pocos años después. Aun no había conocido a su tercera esposa, la bella Melania. Parece que disfrutar de un coche emocionante es algo frívolo, y lo que hay que hacer es llevar un electrodoméstico con ruedas que gaste poco.

En 2005 Trump se compró un Mercedes SLR McLaren, y a veces también se pone al volante de su Rolls-Royce Phantom. En su flota tampoco faltan las grandes berlinas Mercedes. Así que entre tanto político dulce y moderado de pronto se presenta un tipo excesivo que posee rascacielos y casinos, que organiza concursos de Miss Universo, que tiene una mujer cañón veinte años menor y que se atreve a decir en voz alta lo que la gente comenta en los bares.

Trump es multimillonario y siempre pisa moqueta, pero con su verborrea y sus soluciones fáciles para problemas difíciles ha sabido conectar con los estadounidenses nostálgicos de tiempos pasados. Su candidatura era la que remitía al sueño americano, con su culto a la libertad y la individualidad, esenciales para comprender porqué Estados Unidos es el país del automóvil. Daremos por tanto un margen de confianza a Trump, aunque nuestro candidato a la Casa Blanca siempre será Clint Eastwood, ferrarista de toda la vida.

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