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Mercedes SLR Stirling Moss, el legado de la estrella

Brescia, escenario de la Mille Miglia 2009. Stirling Moss dejó de participar hace años en este evento para clásicos, pero lo lleva muy dentro. En 1955, con la ayuda de su copiloto Denis Jenkinson, marcó un récord de diez horas y siete minutos (a casi 160 km/h de media) que nadie pudo superar. El día que Daimler-Chrysler presentó la versión final del Mercedes McLaren SLR Moss fue el invitado de honor. El coche se llama como él, Mercedes SLR Stirling Moss.

Con motivo de este lanzamiento, la marca alemana llevó a Italia uno de sus SLR de 1955. No es el famoso SLR con el dorsal 722 – hora de salida de la prueba–, pero es idéntico, y el año pasado compitió en Reims con Jean Alesi al volante. Al verlos juntos sorprende la gran similitud estética que hay entre ambos. Las llamativas salidas de escape laterales, las jorobas detrás de los asientos –el nuevo también en el lado del pasajero–, el habitáculo minimalista o la ausencia de parabrisas. Mercedes fabricó un total de seis SLR (W196S), cuatro roadsters y dos cupés. Uno de los cerrados está en el Museo Alemán de Múnich y un roadster en el Museo Nacional del Automóvil de Francia. El resto siguen bajo la custodia de Mercedes. Se estima que el modelo que ilustra estas páginas podría subastarse por unos 17 millones de euros, y que el original de la Mille Miglia con el dorsal 722, por casi 30 millones. De hecho, está reconocido como el coche más valioso de la historia. Comparado con ellos, el Mercedes SLR Stirling Moss, por 750.000 € sin impuestos, es una ganga. 

Prueba Mercedes SLR Stirling Moss

Está basado en el SLR 722 S roadster –los SLR 722 desarrollaban 26 CV más que los normales y tenían la suspensión modificada– y la producción está limitada a 75 unidades. En principio sólo se venderán a propietarios que ya tengan otro SLR.  

El Stirling Moss no es una alternativa al roadster, porque éste dejó de fabricarse en mayo –el cupé hace tiempo que tampoco se hace– para dejar sitio al Stirling Moss. Por lo tanto, éstos serán los últimos SLR McLaren que saldrán de las instalaciones de Woking (Inglaterra), tras fabricarse unas 1.700 unidades. Podríamos decir que sólo cambia la carrocería de fibra de carbono, pero esto basta para que parezca otro coche. Hay 14 colores de carrocería para elegir y 12 tapizados de cuero diferentes para el interior y, aunque la mayoría saldrán de la fábrica plateados, será fácil que se configuren combinaciones únicas. 

Cuando faltan pocos meses para que Sir Stirling Moss celebre su 80º cumpleaños, el británico sigue en forma, hablador, simpático y tostado por el sol. El piloto más famoso entre los que nunca lograron un mundial de  fórmula 1 –fue subcampeón en cuatro ocasiones, de ahí el sobrenombre de “Rey sin corona”– se siente muy a gusto posando entre su querido W196 S y el nuevo SLR (código interno Z 199). Está en su hábitat natural. 

Prueba Mercedes SLR Stirling Moss
Nada mejor que sentarse en el SLR original para respirar el ambiente de las carreras de los años cincuenta. Espartano y artesanal, no hay guarnecidos innecesarios.

“Me preocupa que los coches modernos no me motiven. Verás, ya no me gusta conducir por carretera. Demasiado tráfico y demasiada gente que no sabe lo que hace. Por eso mi único coche es el Osca antiguo con el que corro de vez en cuando. Si tengo que ir a algún sitio, cojo un taxi o le digo a Suzy –su tercera esposa– que me lleve en su Smart”. 

Prueba Mercedes SLR Stirling Moss

A pesar de ello mira con interés el SLR de 2009, “es llamativo y muy agresivo”. ¿Qué ha aportado en su desarrollo?, le preguntamos. Moss mira hacia arriba, se encoge de hombros y dice: “Les dejé poner mi firma en él”. Está claro que el veterano piloto está más interesado en reunirse con su viejo coche, con el que tantas veces rozó los límites de la física. “Digamos que en aquellos tiempos mi umbral de percepción del peligro estaba muy bajo. Los coches modernos son demasiado rápidos, se pegan al asfalto como el pegamento y están cargados de filtros como el ABS o el ESP. Odio las asistencias a la frenada”.

A pesar de su edad, Moss se desliza al interior del SLR de 1955 con la ligereza de un contorsionista. Es fantástico ver cómo no ha olvidado las viejas rutinas: tira del starter, pisa el duro embrague y presiona el botón de arranque plateado. Cuando el ocho cilindros el línea –tomado de los F1 de la época– cobra vida, toca suavemente el acelerador para mantenerlo en torno a las 2.000 rpm. A su alrededor todo el mundo se tapa los oídos ante el bramido de la mecánica nacida para los Grandes Premios, pero Moss parece querer captar cada decibelio, que resuena desde medio siglo atrás. 

Voy tras del maestro en el moderno SLR y veo cómo hace chirriar los Dunlop radiales de su Mercedes. En primera alcanza unos 80 km/h, en segunda mis ojos empieza a acusar la presión del viento, a unos 110 km/h, y en tercera rueda a unos 160 km/h. Incluso rodando por detrás, el SLR antiguo es toda una experiencia, con ese olvidado y genuino olor –consume una mezcla de 75% gasolina, 15% metanol y el resto benceno–. El aire choca directamente en tu cara, mosquitos incluidos. En esta situación, el nuevo parece tan genuino como el original. Al volante del SLR estás completamente expuesto. Sin parabrisas y sin techo, es el sueño de cualquier exhibicionista.

Prueba Mercedes SLR Stirling Moss
Las formas del primer SLR respondían a las necesidades de la competición. Desgraciadamente, no veremos al nuevo luchar en los circuitos. 

El Mercedes SLR Stirling Moss es tan largo como un Clase E, tan ancho como un Maybach y casi tan bajo como el monoplaza de Hamilton. Cualquier hombre prudente debería llevar un casco, pero yo no puedo porque tengo que atender a los admiradores que me abruman a preguntas, fotografían el coche y hasta me piden autógrafos… Ahora tengo una ligera idea de lo duro que debía ser conducir el antiguo SLR al límite. Incluso en el moderno, acelerando de 0 a 100 km/h en 3,5 segundos, te sientes como si fueras sentado en las alas de un Boeing 747. Moss lo aguantó durante más de 1.600 kilómetros por carreteras públicas atravesando campos, pueblos o puertos, como el famoso paso de Raticosa, para llegar hasta Roma y volver de nuevo a Brescia. 

Prueba Mercedes SLR Stirling Moss

Es un placer ver al maestro en su salsa, y todavía más si le sigues en el SLR Stirling Moss

A pesar de que el SLR Roadster porporciona una intensa e inigualable experiencia de conducción –es el roadster más veloz del mundo, si excluimos al Bugatti Veyron Grand Sport–, sospechamos que en cierto modo también es una caricatura de un coche de carreras. Mucha imagen pero sin sustancia real, a pesar de que en el proyecto SLR estuvo implicado el gran Gordon Murray. Por lo visto un potentado árabe ha encargado tres:  uno para él, otro para su mujer y otro para el hijo que acaba de cumplir 18… Con el SLR primitivo no pasaban estas cosas. 

En cualquier caso, esta versión nos ha parecido la más brillante en cuanto a comportamiento. A diferencia del 722 S, duro como una roca, el Stirling Moss lleva una suspensión más razonable. La dirección, lo que más criticamos cuando probamos el SLR Roadster, en el nuevo modelo es más progresiva, aunque el radio de giro sigue siendo más propio de un camión. También lleva el aerofreno, que se eleva en frenadas fuertes por encima de 120 km/h. Moss se sienta al volante del nuevo SLR. Después de correr 570 carreras en 84 coches diferentes, hace falta un coche muy especial para impresionarle. “No sientes ninguna caída en la entrega de potencia o par, supongo que los caballos son necesarios para compensar el aumento de peso. También es muy seguro, estable, con gran adherencia, buen chasis e imponentes frenos”. Tanta electrónica e ingeniería despiertan sus dudas. “Me pregunto si será fiable. Mi SLR de carreras era impecable en ese aspecto. A pesar de que llevaba las válvulas Desmodromic sólo tuvimos un fallo de motor en Mónaco. Los neumáticos también eran mucho mejores que su reputación. Recuerdo un incidente, cuando una rueda salió volando. Para devolvérmela, el dueño de una propiedad me obligó a reconstruir el muro que había dañado. ¿Te imaginas a un piloto actual haciendo algo parecido?”.  

Prueba Mercedes SLR Stirling Moss

No hay mejor forma de captar el ambiente de las carreras de los años cincuenta que comparando el puesto de conducción del viejo con el del nuevo modelo. Lleva la instrumentación justa, asientos tapizados en tela tipo tartán y un gran volante con el aro de madera. Como contraste, el Z 199 adopta inserciones de fibra de carbono, cuero en lugar de tela, cambio automático –cinco marchas– en lugar de manual y climatizador en vez de rejillas de ventilación. No hay radio ni teléfono ni navegador, pero sí encontramos levas en el volante, botón de desconexión del ESP y un volante multifunción que, si no fuera por la piel vuelta, podríamos encontrar también en un taxi con motor CDI. 

Sorprende comprobar hasta qué punto los diseñadores han logrado un estilo parecido

Si los músculos de tu cuello lo aguantan, en la marca aseguran que el Mercedes SLR Stirling Moss alcanza los 350 km/h. El antiguo se conforma con rozar los 300 km/h. Las diferencias quedan muy claras al ver peso y la potencia: el SLR 2009 ofrece 340 CV más pero pesa casi 700 kilos más, llegando hasta los 1.551 kilos. Gracias a su ligereza, el antiguo (860 kg) sigue empujando con fuerza por encima de los 200 km/h. El 3.0 ocho cilindros en línea con inyección directa desarrolla 310 CV a 7.400 rpm, y el par máximo es de 311 Nm a 5.950 rpm. Es increíble que en aquella época ya superara los 100 CV por litro. El 5.5 V8 sobrelimentado del SLR rinde 650 CV, con un par de 820 Nm a 4.000 rpm. Aún así no es un motor con un tacto especialmente de carreras y, mientras el actual tres válvulas por cilindro está limitado a 7.200 rpm, el antiguo sube animoso hasta las 7.800 rpm.

¿Podría Lewis Hamilton superar el tiempo de Moss en el nuevo SLR? El veterano responde: “No lo sé, es irrepetible, las carreteras ya no son iguales, todo ha cambiado mucho. De todas formas yo no soy objetivo, disfruto evocando momentos del pasado. El nuevo SLR es un gran coche, un roadster de altas prestaciones definitivo, pero quizá es demasiado perfecto para mí. Yo dirigía mi coche con el acelerador y mantenía el pie a fondo porque lo llevaba en mis genes. Debo mucho al W196 S, recuerdo muchos grandes momentos de aquella carrera. Fue un sueño hecho realidad, y sigo disfrutando de él”. 

El último SLR ofrece 650 CV, 340 CV más que el clásico, pero también pesa 700 kilos más

Cuando Stirling despega de vuelta a Inglaterra deja en nosotros la constatación de que cada época tiene sus supercoches. La magia del Moss triunfante tras una carrera épica permanece viva medio siglo después, y brilla tanto que su gloria sigue iluminando a su sucesor. El nuevo Mercedes SLR Stirling Moss es una máquina excepcional que sin embargo jamás conocerá el sabor de la victoria, condenada a pasar sus días entre mimos y garajes climatizados.

(Agosto 2009. CAR)

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