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Nubar Gulbenkian: tipos sin complejos

Desde 2003, en el departamento Bespoke de Rolls-Royce hacen posibles los deseos más peculiares de sus clientes. Pero en los años 50 este mítico vividor ya ponía en aprietos a los carroceros con sus excéntricas peticiones. 

Hace medio siglo que murió nuestro protagonista, un personaje de otro tiempo que disfrutó de la vida como pocos. En el obituario que publicó el 12 de enero de 1972 el “New York Times”, dijeron de él: “el Sr. Gulbenkian, un mujeriego incansable, un gourmet extraordinario y el más pintoresco de los bon vivants, practicaba una filosofía epicúrea desvergonzada”.
Parece ser que los multimillonarios actuales tienen, proporcionalmente, mucho más dinero que el que tenían los de hace 50 o 70 años. Pero también parece indiscutible que los de ricos de antaño vivían mucho mejor. Por un lado no existían ni teléfonos con cámara ni redes sociales, de modo que podían hacer lo que les apeteciera sin que nadie se enterara. Y por otro lado, eran dueños de vidas y haciendas. El magnate Nubar Gulbekian (1896-1972) nació en Armenia en 1896, entonces parte el Imperio Otomano. El mismo año de su alumbramiento, las fuerzas bajo el mando del sultán Abdul Hamid II (musulmanes) asesinaron a unos 200.000 armenios (cristianos), en las conocidas como masacres hamidianas. La familia Gulbenkian tenía dinero y contactos, de modo que pudieron huir y comenzaron a vivir entre Londres y París. Otros se asentaron en EE UU, como los antecesores de las hermanas Kardashian...

Un gran hombre de negocios
El cabeza de familia de los Gulbenkian era Calouste (1869-1955) un brillante ingeniero y hombre de negocios muy conectado en Oriente que se hizo enormemente rico gracias al petróleo. El señor Gulbenkian pasó a ser conocido como “Mr. 5%”, un porcentaje que hace referencia a su participación en los beneficios (que recibía de por vida) de Turkish Petroleum Company. Esta empresa tenía la concesión para explotar todo el petróleo del imperio Otomano incluyendo las provincias de Mesopotamia (actual Irak). Según un acuerdo de 1928, el capital de la compañía fue distribuido de la siguiente manera: la mitad para la Anglo-Persian Oil Company, un cuarto para Royal Dutch Shell Group y otro cuarto para Deutsche Bank. El 5% de Gulbenkian procedía de un 2,5% de Anglo-Persian y otro 2,5% de Shell. Esto naturalmente convirtió a Calouste Gulbenkian en uno de los hombres más ricos del mundo, y además continuó con diferentes negocios petrolíferos en Arabia o Venezuela. La residencia familiar de París tenía más de cien habitaciones y piezas de arte que Gulbenkian compró por todo el mundo, incluyendo el Hermitage de San Petersburgo. Aun así el cabeza de familia solía residir en el hotel Ritz de la capital francesa, una rara costumbre que su hijo Nubar heredó. Aquello sí que era atención al cliente: el día de Navidad de 1900 un excéntrico americano le dijo al chef que quería elefante. Así que este se fue al zoo, compró uno y satisfizo a su peculiar cliente. Los Gulbenkian también quisieron probarlo. 

Nubar era políglota y recibió una educación exquisita en Alemania e Inglaterra. Cuando tenía 16 años su padre decidió que debía iniciarse en el sexo y le buscó “una mujer de unos veinte años muy bien vestida, que parecía tímida”. El magnate consideraba que “si el impulso sexual adolescente no era debidamente guiado, un joven bien podría terminar en problemas”. Según nuestro protagonista, su padre “siempre tuvo una amante de no más de 17 o 18 años, que fue renovando cada año hasta que cumplió ochenta”. Gunar pronto descubrió los encantos de Mónaco y su vida nocturna en los mejores Clubs. Cuando estalló la I GM salió de Alemania y también dejó atrás el Delaunay Belleville Landaulet de su madre (un modelo de gran lujo), que tenía un motor de 6 cilindros y ocho litros. En 1917 comenzó a trabajar con su padre en Londres y un año después conoció a Herminia Rodríguez de Feijó, una bella gallega, cuyo padre hacía negocios entre Europa y Cuba. Se casaron en 1922, y la cosa no empezó bien porque volviendo de vuelta de la luna de miel en Deauville, tuvieron un accidente, sin consecuencias graves, a bordo de un Rolls que conducía un chófer. A él le gustaba mucho Herminia, especialmente como bailaba, “pero conduciendo no era tan buena”. Ejercía de mujer moderna y tenía un bonito Ford T blanco con las ruedas rojas (en algunos sitios figura como la primera española con carnet) y quiso conducir el Hispano Suiza de Gunar, “el non plus ultra entre los coches de la época”. Estaban de vacaciones cerca del Lago Maggiore, el coche era bastante largo y la entrada al gran hotel algo estrecha. “Herminia decidió, o el coche decidió por ella, entrar en parte por la puerta y en parte por el poste”. Tuvo que viajar un mecánico desde París a Stresa para reparar el Hispano. Gunar recuerda, que tras la pasión inicial, comenzaron las discusiones cada vez más frecuentes.

“Por aquel entonces yo tenía uno de los pocos Mercedes SS, los coches más rápidos del mercado”

En 1925 él conoció a una pelirroja espectacular llamada Doré, con la que se casó en 1928. El joven y fogoso Gunar tenía tiempo para todo. Mucha vida social y también para el golf o la caza del zorro a caballo, una actividad que siempre le gustó: “algunos dicen que la caza es tan divertida como la guerra pero con el 25% de riesgo”. Ya pasando los sesenta, calculaba haber asistido a casi dos mil cacerías, y “solo” fue testigo de cinco accidentes mortales. Respecto a Doré, tardó poco en concluir que “le hacía la vida más confortable que feliz”, con lo cual pronto se concentró en Diane, a quien conoció en 1930. Un verano decidió pasarlo con ella en Córcega, y el plan era ir en coche haciendo una ruta gastronómica. “Por aquel entonces yo tenía uno de los pocos Mercedes SS, los coches más rápidos del mercado. Probé el mío en Brooklands con luces, aletas y dos personas y alcanzó 100 millas por hora, una velocidad notable para la época”. Ya en Córcega, una mañana compró “The Times” y la última página hacía referencia a una fiesta de la cosecha en la zona del Ródano (Francia). En la foto aparecían los paisanos, casetas…  y su Mercedes con los “discretos” ocupantes dentro. “Era inconfundible, con los colectores de escape cromados”.

Un diplomático muy viajero
Aparte de los placeres mundanos, en aquellos tiempos también fue representante diplomático de Irán, y por negocios le tocaba viajar a países de Oriente Medio. Aquello era una aventura, porque se tardaban muchos días combinando barcos, trenes y aviones, e incluso había que tener cuidado con las tribus del desierto. En 1935 el de Havilland Dragon en el que viajaba se estrelló al despegar y se incendió: “toda mi vida me gustaron los kebab e iba a acabar mis días como un kebab”. Finalmente pudo salir del avión aunque con quemaduras en las manos. Los negocios también eran diferentes a como son ahora, y recordaba como el rey Ibn Saud de Arabia solo aceptaba “golden sovereigns” (monedas de oro) como pago. También estuvo en la corte de Irak en 1933 con el rey Faisal y su hijo el rey Ghasi, que se mató al volante en 1939.

Durante la II Guerra Mundial quiso servir en el bando aliado aprovechando su experiencia internacional, dedicándose a ayudar a escapar de las zonas ocupadas a agentes del Servicio Secreto. Estuvo en Francia y España pero el epicentro de todo era Lisboa (recuerden “Casablanca”), donde según Gulkenkian “se podían comprar por dos peniques los Rolls de las familias judías que huían a América”. Los negocios de los Gulbenkian no se resintieron demasiado con la guerra, aunque un bombardeo destruyó su exquisita bodega londinense y, a partir de entonces, los estadounidenses pusieron los ojos en el petróleo de Oriente Medio. 

En 1947 se compró un Rolls-Royce Silver Wraith pero decidió que el especialista Hoopers le hiciera una carrocería especial diseñada por el mismo. Lo bautizó como “Pantechnicon” y llevaba tanto los pasos de rueda delanteros como los traseros cubiertos. Era de color bronce oscuro y cuando murió su madre en 1952, lo pintó de negro. “Pensé que un coche moderno debería ser aerodinámico y diseñado por alguien que nunca hubiera visto un carruaje, una carrocería alrededor de un motor de combustión. En Rolls no fueron muy entusiastas respecto a como quedó, y debo decir que el efecto que logré, aunque llamativo y distintivo, no fue un muy exitoso”. Con el paso de los años Nubar Gulbenkian fue adquiriendo un aspecto cada vez más pintoresco, con el sombrero, el monóculo y la barba. Pero su elemento más característico era la orquídea en la solapa, una nueva cada día. Algunas las cultivaba el mismo y también tenía un suministrador que se las enviaba donde fuera necesario. 
Menos raro fue el Silver Wraith “ALW 11” descapotable con techo de lona que compró en 1952, y que actualmente posee el Emir de Kano (Nigeria). En 1956 encargó otro Rolls a Hooper para disfrutarlo en su residencia del sur de Francia. Era de cuatro puertas y descapotable, con techo rígido desmontable de perpex. El coche apareció en la película “Les Felins”, con Jane Fonda y Alain Delon, y pudo admirarse hace poco en el Goodwood Revival. El siguiente capricho fue el Silver Cloud II LWB Sedanca de Villa del 61, distinguible sobre todo por la forma de sus grupos ópticos. Con el sentido del humor que le caracterizaba, dijo que lo pidió con la parte del conductor descubierta porque “solo se disfruta de estar seco si puedes ver a otro que se está mojando”. El Mercedes 600 (W100) que compró en 1966 también era único, porque como en la marca alemana no estaban dispuestos a satisfacer sus requisitos, techo de vidrio completo incluido, Gulbenkian encargó su modificación al carrocero galo Chapron. 

Una vez preguntaron a Mr. Gulbenkian sobre que prefería, el vino, las mujeres jóvenes, los caballos o los coches y respondió: “lo prefiero todo”. Quizá los excesos culinarios fueron los causantes del ataque cardiaco que sufrió en 1968, tras el cual quedó postrado en una silla de ruedas. El corazón le falló definitivamente en la Riviera Francesa, cuando contaba 75 años. 
En su última etapa disfrutaba también de los pequeños placeres, como las ocurrencias del nieto de su esposa (él no tuvo hijos). Un día el niño miró al anciano con sus ojos inocentes y le preguntó a su madre: “¿mamá, el tío es muy rico?”. La mujer asintió y el niño volvió a preguntar: “¿entonces por qué no se compra una maquinilla para cortarse esa barba?”.

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