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El planazo del año: ir a la nieve con Rolls Royce

Si te llaman desde Rolls-Royce Motor Cars Ltd. y te citan para que en 24 horas te presentes en el aeropuerto de Oslo, es que algo bueno va a suceder. Tres días de ruta por una Noruega congelada probando, sobre lago helado y carreteras de nieve, los nuevos modelos de la marca del espíritu del éxtasis. El ocio no tiene fin.

Ha sido uno de esos viajes regalo-sorpresa que no esperábamos este año y después de venir del Dakar. Así que muy rápido, vuelo con Lufthansa desde Madrid-Adolfo Suárez con destino a Frankfurt y de ahí, otro Lufthansa al aeropuerto de Oslo-Gardermoen. De maleta, apreski al estilo St. Moritz, equipo de nieve capaz de soportar los casi 20 grados bajo cero, botas térmicas que no fuesen con clavos para no arañar moquetas y cueros de los coches –nosotros, zapatos americanos en ante– y algo imprescindible, dos pares de guantes para una experiencia que no estaba en el programa.

En otros viajes ha habido consenso de redacción, pero aquí saqué mi condición de jefe, mis estrellas de editor y nadie se atrevió a decir: “voy yo… o a mí no me importaría ir, que yo conduzco muy bien los RR sobre hielo”. Era la primera vez de la Era Moderna, que la fábrica de Goodwood realizaba algo así para sus clientes y prensa especializada. Pero la realidad es que había dos hindús invitados que no pudieron ir al test en hielo y, por suerte y sin esperarlo, nos llamaron a nosotros, al ser una publicación y web internacional de estilo de vida del automóvil. Una experiencia para saber qué sienten los clientes de la marca más elitista del mundo, aunque solo fuese durante 48 horas. Porque el programa no podía ser más apretado y pijo. No faltaba ni mayordomo en cada puesto o comida, ni ayudante de cámara, ni la más loca gastronomía internacional. Todo un delirio de grandeza en una marca donde el máximo lujo es habitual

 

 

La firma inglesa ha dado un cambio que muchas marcas deberían seguir, un giro progresivo hacia la modernidad, pero sin perder su distinción

 

Una vez en el aeropuerto de Oslo, una especie de batallón de escoltas-conductores-monitores de ski, nos aguardaba a nosotros y a un selecto grupo de clientes muy destacados que esperan inquietos la entrega de su Rolls. La mayoría de esta élite, renovaban la serie anterior de su Phantom, Wraith o Ghost o añadían un modelo versión 2023 a su voluptuosa colección. La nueva gama Rolls-Royce es cada vez más completa y con la incorporación del todo-camino o SUV, si así se le puede llamar al Cullinan, ha llegado un nuevo cliente. Un nuevo rico –sin acritud– ahora más joven y menos conservador, que ya no se le reconoce o distingue por sus relojes, joyas y sí por su piel brillante y ropa marcada con logos y letreros, como si se la hubiesen puesto al revés.

El actual cliente de RR ya no es solo de cuna, ya no es de una saga que tiene el dinero por castigo, coches antiguos en garajes húmedos, cuenta sus propiedades por miles de hectáreas y sus desayunos se reducen a mirar los tabloides de economía. Hoy el principal cliente de Rolls está hecho así mismo, es muy variado y ha crecido mucho con la era digital y bursátil. Algunos, están tatuados como un sponsor, otros visten como si los hubiesen atracado y los más, son la modernidad absoluta con mucha clase, pues la mayoría  ya no necesitan presumir de coche, más bien conducen lo que desean sin complejos. La nueva RR sigue siendo muy discreta al hablar de sus clientes, no hay un solo nombre propio que pronunciar, no hay una localización geográfica de mandatarios o militares africanos, todo son especulaciones y leyendas urbanas de las que ya les hablaremos más adelante. Pero en realidad, ¿qué potentado con un barco de más de 35 metros de eslora, no tiene un Rolls en su garaje? EE UU y China siguen siendo los primeros mercados de venta de RR, sin olvidar el récord de nuevas matriculaciones en Reino Unido, Asia-Pacífico, Oriente Medio –lidera el Bespoke o coche a medida– e incluso Alemania. Hoy, por ejemplo, un Ghost está solo unos dos escalones por encima de un Audi A8L, de un Serie 7L de BMW o casi empatado con un Bentley Flying Spur. Coches que socialmente los vemos en cualquier momento por las ciudades como París o Shanghái, aunque no se viaje con ellos. Rolls quiere entrar en ese goloso grupo y lo está consiguiendo con este modelo.

 

 

La firma inglesa ha dado un cambio que muchas marcas deberían seguir, un giro progresivo hacia la modernidad, pero sin perder sus orígenes de elegancia y distinción. Los responsables de RR además de gozar de una gran independencia respecto al Grupo BMW al que pertenecen, han abierto los ojos a un cripto-cliente, a un rapero excéntrico con fundas de oro en los dientes y esclavas de diamantes a lo Gipsy Kings. Por fábrica y en eventos como Pebble Beach o Como, hemos visto pasar a esa clase mandatarios orientales bajitos que manejan el mundo virtual y mercantil, sin olvidar a los chicos de Extremo Oriente que llegaron para quedarse. Todo este público ya no es futuro, es gente que ya no colecciona los RR como monedas de acuño, porque lo ve como un bien de consumo. Una generación del usar y tirar, que en el fondo es lo que busca la marca del espíritu del éxtasis para lograr hacer rentable unos coches tecnológicamente muy avanzados con un ticket medio de 500.000 euros.

La bolita maldita, la Covid-19, para muchos se ha convertido en la ruleta de la suerte y ganando. Esta enfermedad, de la que todos los medios estatales ocultan su verdad, ha ayudado mucho al lujo, a marcas como RR, haciendo que nuestra frase preferida se convierta en una realidad: “A ciertas edades, los caprichos son urgencia”. Por eso Rolls el año pasado superó su propio récord de ventas llegando a sobrepasar las 6.000 unidades –en el 2021 produjo 5.600 coches–, lo que supone colocar a la marca de origen británico en lo más alto del olimpo del automóvil y el lujo, junto a Ferrari, que como pueden leer en este número de CAR, rebaja su producción de 13.000 coches a 10.000 y eleva sus precios.

Volvamos a nuestro viaje en la nieve y es que Rolls tiene tanto que decir, que serían necesario varios capítulos para contar cómo son sus clientes, sus coches personalizados y sus motivos para conducirlos sin complejo. Desde el propio aeropuerto de Oslo ya comenzó nuestra experiencia del año, la nueva gama de Rolls no hace más que crecer y cambiar. Allí nos esperaban varios modelos con distintos acabados de Ghost, Phantom Serie II (chasis normal) y el líder de ventas de la marca, el SUV Cullinan. Tanto Wraith (coupé de dos puertas sobre concepto Ghost) como Dawn (cabrio sobre base Ghost) no tuvimos ocasión de conducir y es que este mismo año cesarán su producción. Mientras, ya se vislumbra la llega del Spectre –el nuevo Phantom coupé 100% eléctrico con 585 CV y 450 km de autonomía real– del que ya hemos visto sus primeras imágenes a finales del pasado año. El Spectre, por suerte y elegancia, seguirá llevando puertas suicidas o en apertura inversa, consideradas muy peligrosas para conductor@s con minifalda y para su acceso en garajes estrechos o aparcamientos en batería. Este diseño continuista del Spectre, sustituye al del Phantom coupé y se espera la versión cabrio para cubrir el espacio del Phantom Drophead Coupé, que también ya dejó de producirse. Rolls-Royce a través de su CEO y amigo, el doctor Tosten Muller-Ötvös nos comentó en el concurso de elegancia del Lago de Como del pasado mayo, que la marca camina hacia la electrificación total, cosa que nos dejó un poco tristes, pero que en esta clase de coches como en los utilitarios, tiene mucho sentido. Ya no se viaja con ellos, son más coches de representación.

 

 

Un piano blanco, a juego con el paisaje

Desde el aeropuerto de Oslo y a más de 300 kilómetros, nos trasladamos por carretera hasta el norte del país, hacia la zona de los fiordos, hacia Hemsedal, a los mandos del Cullinan color midnight sapphire (zafiro de medianoche) con interior navy blue/blushing pink (rubor rosa) y capó piano blanco. Toda la gama equipada con potentes neumáticos de invierno o como los hemos llamado siempre, gomas de alto contacto. Está claro que es más importante un neumático de estas características que una tracción a las cuatro ruedas aunque, en este caso, llevábamos ambos protectores contra hielo/nieve.

El Cullinan es una maravilla, tiene una presencia que muy pocos SUV pueden imitar, ha nacido rey y se perpetuará por los siglos de los siglos. Nada es tan elegante, tan bien diseñado por dentro y por fuera, aunque algunos le busquen defectos y digan que es demasiado cuadrado. Podía haber sido más Ferrari PuroSangue, más afiliado, más deportivo, pero se han cuidado mucho de no salirse de su línea clásica, y yo los felicito. Dinámicamente en carretera, el Cullinan (mide 5,80 m) es como un Range Rover pero con una presencia más bestial. Su conducción es muy suave y silenciosa y su rodar es como un salón de trono al que se le han añadido ruedas y parabrisas. En las curvas es muy noble, aunque pesa 2.700 kg, pero se nota que su primo es un X5/X7 de BMW, coches más que dinámicos. Un Cullinan bien calzado y por la nieve, ni se entera de cómo está el terreno. Este V12 de 570 CV nos llevó hasta la estación de esquí de Hemsedal de una manera tan confortable, que se nos hizo corto, por mucho que nevaba y el camino se iba haciendo muy duro y sin mucha visibilidad. Un Cullinan no es un Brabus GLE de 1.000 CV, pero su motor es una maravilla, incluso lo empuja a rodar demasiado deprisa y a acelerar de 0 a 100 km/h en 5,3 segundos. El Cullinan es un auténtico coche de representación del siglo XXI, un RR para disfrutar viajando como una reina recién coronada. 

 

 

Al día siguiente, y tras una cena de recibimiento donde no faltó ni el mínimo detalle para un cliente exigente, partimos dirección al Lago de Golsfiellet. Diríamos que es uno de los más importantes de Noruega, pero tras saber que hay 450.000 extensiones de agua dulce en el país, creemos que es uno más de tantos... El más grande llega a los 350 kilómetros de superficie. El caso es que allí, el Grupo BMW tiene montada una escuela de conducción sobre las aguas heladas del propio lago. Todo, acompañado de unas instalaciones de restauración y hotel algo increíbles. 

 

Patinando con berlinas de casi 6 metros

Durante todo el día tuvimos ocasión de rodar con el resto de la gama RR, como son las dos berlinas Ghost y Phantom. Subirse sobre una plancha de hielo tan impresionante con coches así es algo espectacular. El Cullinan es muy fiel por su tracción total, pero el Ghost tampoco se queda atrás.

El Phantom (V12 con 570 CV), también tracción a las cuatro ruedas, se comporta como lo que es, como un coche de representación al que nunca pensó nadie que se le podía sacar todo partido. Ambos son una gozada de conducir incluso en este suelo deslizante y muchas veces abrupto cuando tocas con la nieve acumulada. Lo más chocante es cuando ves que la trasera intenta adelantarte. Esta experiencia es única, pues pocas veces en tu vida llegarías a contravolantear con un coche así, de casi 6 metros. El Ghost (V12 de 570 CV) es mucho más fácil de colocar y corregir sobre el hielo que el Phantom, que cuando decide girarse no hay quien lo recupere. El Ghost llega a ser hasta muy divertido cuando practicas y comienzas a ir muy deprisa, tanto que monitor de la escuela nos miraba atravesado, pero daba igual, te sientes un chiquillo haciendo rabiar al profesor.

Tras un día entero de hielo y nieve, damos por cumplido un sueño más. Hemos rodado a fondo con la gama RR sobre los lagos helados de Noruega y hemos contemplado uno de los paisajes más espectaculares del mundo, los fiordos, una fusión de agua, montañas y luz difícil de igualar. Ahora cuando nos digan para qué vale un Rolls-Royce, diremos que para todo.

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