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Escapada Range Rover Velar en Noruega, Pecados encantadores

Desde el año 2012, naciones unidas realiza un informe sobre la felicidad de las personas en los diferentes países y, en 2017, Noruega encabezó esa lista, algo que nos mosquea bastante, porque es un país donde el líder de ventas es el Tesla Model S, un coche magnífico pero, ¿tanto como para ser los más felices del mundo? ¡Venga ya! Además, Noruega es el principal productor de petróleo en Europa, explotado a partir de la década de los setenta y que convirtió a un país humilde en uno muy rico, tanto que no está dentro de la Unión Europea y se permite gravar fuertemente los coches de gasolina o diésel para exportar su petróleo a lugares más rentables. En resumen: tener un coche de gasolina en Noruega es muy caro… ¿Cómo pueden ser felices? Resolvamos la duda a bordo del nuevo Range Rover Velar.

Quizá por una ley nórdica, la “ley de Jante”, una especie de norma social que determina que el individuo no es mejor que los demás ni que el resto del grupo. La humildad debe ser la norma, y mostrarse mejor que el resto no te hace mejor persona. Vamos, igualito que en resto de Occidente, donde “más es mejor”, o que en España, donde la ley que transmitimos de padres a hijos es la “picaresca española”, más gamberra y divertida. En resumen: son muy felices pero, si les enseñamos un Range Rover Velar, ¿no tendrán, aunque sea, un poquito más de felicidad? Allí nos vamos para recorrer un país con sorprendentes carreteras y descubrir el verdadero carácter del nuevo 4×4 británico.

Está claro que el Velar no es un Range Rover normal. Sobre el papel, cubre el hueco entre el popular Evoque y el más deportivo Range Sport. El Velar impresiona en fotos porque parece un trozo de aluminio con grandes llantas al que se le acopla una cabina de cristal en la parte alta. Sus dimensiones, en cambio, no abruman. Es solo un poco más alto que el Evoque y, aunque es largo, no resulta mucho más que un familiar de clase premium. La imagen es compacta porque las manillas de las puertas están enrasadas en la carrocería y emergen solo al activar la apertura del mando. La distancia entre los paneles de la carrocería es mínima, y esta y el chasis son de aluminio. El resultado, un coche que deseamos tender profundamente en el garaje. ¿Suficiente como para saltarnos la “Jante law”? Veamos.

Nuestro Velar causa admiración por donde pasamos. Lo notamos en el tráfico, donde muchos se mueven en modestos Saab de la era pre-GM que nos encantan, muchos Subaru y muchos, muchísimos eléctricos que se “pican” entre ellos en aceleraciones llenas de zumbidos. Bajo nuestro capó hay un V6 biturbo diésel de tres litros con 300 CV, aunque en la gama hay dos versiones diésel de cuatro cilindros con 180 y 240 CV que hoy serían más que suficientes. Lo mismo ocurre en gasolina, con dos cuatro cilindros de 250 y 300 CV y un V6 de 380, compartido con el Jaguar F-Pace, del que el Velar toma también la mayoría del chasis. En cualquier caso, tanto el paisaje como el coche no invitan a acelerar a fondo, sino a vivirlos de forma pausada. El Velar ya no es un todo terreno, y casi se desmarca del concepto SUV. Es como un gran turismo crossover, parece un Bentley disfrazado para viajar, un coche para devorar carreteras a un ritmo que puede ser veloz si circulamos por Alemania, pero también pausado y feliz si viajamos en familia.

A ello contribuye un interior de primera. Mientras otros fabricantes se empiezan en hacer sus pantallas más y más grandes con poco que ofrecer en ellas, Range ha seguido su propio camino, con los relojes convertidos en digitales, pero sin extravagancias, y dos pantallas en la consola, una de ellas inferior que se inclina cuando ponemos el coche en marcha y tiene un estilo tableta que permiten manejarla con tanta facilidad que suponen un repaso a una competencia que exige demasiada atención.

Las carreteras de Noruega se retuercen tranquilas, y llegamos a la zona de los fiordos, peligrosos cañones escavados en la roca en los que, en su fondo repleto de agua, entran variados cruceros. Nosotros también cogemos un ferry, al que el Velar entra de forma elegante. Nuestra unidad tiene suspensión neumática, de serie en las versiones V6, y que nos vendrá bien para nuestra próxima prueba. Noruega está llena de ferries de todos los tamaños que surcan pequeños lagos o enormes fiordos. Una hora más tarde salimos y encaramos una ruta que, en pleno invierno, está cubierta de nieve y hielo, y hoy está totalmente embarrada.

El Velar no deja de ser un Range pero, como en el caso del Evoque, tampoco necesita las grandes cualidades de sus hermanos de gama. Aún así, sube por el barro como Pedro por su casa, alcanzando rápidamente las cumbres más relevantes del área, por caminos maltrechos en los que su altura no es handicap gracias a la suspensión regulable. Bajamos de nuevo al valle, donde disfrutamos del silencio y pensamos en la ley de Jante. Nos encantaría ser nórdicos, pausados, con un estilo de vida activo, mostrando nuestra casa al resto a través de las ventanas y sin una pizca de envidia, queremos confiar en los demás, tener un buen Gobierno, buenas aptitudes en el comercio, y la serenidad necesaria para, aun teniendo petróleo a tope, venderlo y conducir un eléctrico. En resumen, queremos ser tan felices como los más felices del mundo, pero con un Velar en el garaje…

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