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En el “horno” de los Bentley: visitamos la factoría de la marca inglesa

Los orígenes de la firma de la “B” alada se remontan a 1919, pero antes su fundador, el ingeniero británico Walter Owen Bentley, trabajó en el mundo del ferrocarril y en el de la aviación. Llegó a desarrollar complejos motores de aeronaves con pistones de aluminio, en lugar de los convencionales de acero y, al acabar la Primera Guerra Mundial, fundó Bentley Motors Limited.

El Bentley más veterano que se conserva data de 1921 y se llamaba Exp 2. En nuestra visita pudimos contemplarlo de cerca y nos llamó poderosamente la atención que no tuviese ni frenos. A lo mejor por eso consiguió la victoria en el circuito de Brooklands ese mismo año, con Frank Clement a los mandos. Los pilotos de esa época siempre me han parecido verdaderos héroes. Unos valientes temerarios, adictos a la velocidad, pero algo insensatos, o mucho, sobre todo cuando piensas que su única protección era un “casco” de cuero. Es entonces cuando nos viene a la mente la frase que se leía justo a la entrada del museo: “Esta empresa fue creada por entusiastas de la conducción que preferían correr a admirar sus coches en los garajes. Intrépidos y aventureros, creían que el automovilismo británico podía elevarse a un nivel de confort, potencia y refinamiento nunca visto. Una fusión única de extremos para alcanzar el pináculo del automovilismo”.


Para consolidar esa imagen fue inestimable la ayuda de los “Bentley Boys”, pilotos conocidos por sus hazañas en las competiciones de todo el mundo. De hecho consiguieron ganar las 24 Horas de LeMans cinco veces en la década de los años veinte (1924, 1927, 1928, 1929 y 1930). En CAR os hemos hablado largo y tendido de ellos, algunos recordaréis la carrera que Woolf Barnato hizo contra un tren… Por eso esta vez os vamos a hablar de la pasión por el detalle de una marca creada por entusiastas y que, en la actualidad, sabe aunar como ninguna otra la tecnología más puntera con los trabajos artesanales más meticulosos.

ROLLS-ROYCE SE CRUZA EN EL CAMINO

En sus orígenes, los primeros Bentley solo eran chasis y mecánica, y luego cada dueño lo carrozaba a su antojo. En 1929 la Gran Depresión causó estragos en el sector del automóvil y condenó a la empresa a la quiebra. En 1931 Rolls-Royce compró Bentley y desde entonces ambas firmas concentraron su producción en la factoría de Crewe. En 1998, tras una tensa negociación, cada una tomó su camino. Rolls-Royce fue comprada por BMW y Bentley pasó a formar parte del Grupo Volkswagen. La idea de Ferdinand Piëch era construir una nueva marca desde cero, pero aprovechando el inmenso legado histórico.


Se tomaron las cosas con calma y para crear el primer Continental se desarrollaron seis prototipos de manera independiente. Poco a poco se fueron eliminando candidatos hasta que finalmente quedó en la generación que vio la luz en 2003, el primer Bentley completamente nuevo e independiente desde hacía 70 años.


Un referente indiscutible para el equipo de diseño, encabezado por Dirk van Braeckel, fue el Flying Spur S1 de 1958, del que tomó los dobles faros circulares o la marcada línea de la cintura que recorre todo el lateral y concluye en unos prominentes hombros. El salpicadero con forma de ala o las salidas de la ventilación circulares, con dos barras horizontales, también son reminiscencias del pasado que se pueden apreciar en cualquier Bentley actual.


Volviendo al pasado, muchos de vosotros sabréis que el coche original de James Bond era un Bentley 4 ½ Blower, así lo escribió Ian Fleming en Casino Royale, pero lo que no se conoce tanto es la historia del logotipo de la “B” alada que, además de ir cambiando con los años, también luchaba contra la “piratería”. Al señor Bentley se le ocurrió que para acabar con las imitaciones de la época, su logo tendría 10 alas en la parte de la izquierda y 11 en la derecha. Un secreto que trascendió pasado el tiempo y que hoy en día todavía sirve para reconocer un Bentley auténtico. Ahora, en la gama el único que lleva la figura de la B de forma vertical es el Mulsanne. Otra anécdota, las plumas de las alas del logotipo del nuevo Bentayga están ligeramente abiertas, mientras que en el resto permanecen todas pegadas. Secretos de los que presumen con orgullo en Crewe.

4.000 ARTESANOS Y UN SOLO ROBOT

En las instalaciones trabajan a diario unas 4.000 personas y el ambiente no puede ser más cordial y agradable. Operativa desde 1938, los muros de ladrillo han sabido preservar una pasión por la marca que se va transmitiendo de generación en generación. No obstante, es bastante frecuente que trabajen aquí varios miembros de una misma familia. Enchufados o no, antes de pasar a formar parte del equipo oficial de montaje todos tienen que hacer tres años de prácticas.

Por muy fácil que parezca la tarea, nadie puede tocar un Bentley en su primer día de trabajo… Solo en coser un volante se tardan de media unos 50 minutos, y terminar de revestirlo del todo, ya sea con piel o con madera, puede llevar hasta cuatro horas. “El tiempo no es lo más importante, no se trata de eso”, nos dice una persona que lleva trabajando 47 años en Crewe y que nos muestra orgulloso su foto con la reina de Inglaterra en su visita a la fábrica. Incluso no le importa afirmar que la herramienta con la que se ayuda para sellar el cuero antes de empezar a coser sea un tenedor.

Sí, un tenedor como con el que nuestra madre sellaba las empanadillas. Da igual la herramienta o el método, lo que se persigue en todo momento es la excelencia y, de momento, no hay nada que supere al mencionado cubierto. Quizá por eso ya no nos extrañó tanto que nos dijeran que en toda la fábrica hay 62 líneas de montaje y tan solo un robot. Eso sí, los controles de calidad son exhaustivos en todos los apartados. Los motores W12, se pasan ocho horas al máximo régimen de revoluciones durante una semana para comprobar que todo funciona correctamente. Las piezas de piel enteras se examinan a conciencia y un equipo se encarga de escanearlas y revisarlas, marcando con lápiz de color las partes con algún desperfecto, por muy pequeño que parezca. Con todo, el año pasado salieron de aquí 10.100 vehículos, y en 2017 tienen previsto alcanzar las 11.000 unidades, un récord para Bentley. Más o menos, al día se terminan unos 30 Continental, 28 Bentayga y 5 Mulsanne.

NO HAY DOS IGUALES

Se necesita mucho más de un día para configurar tu Bentley. Las posibilidades son casi infinitas entre todas las especificaciones disponibles, por no hablar del departamento Mulliner, donde todos los caprichos tienen luz verde, por muy estrambóticos que parezcan. En los Bentley “estándar” tienes para elegir entre 12 tipos de madera para adornar el salpicadero, puertas y algunos detalles del interior. Una madera que se corta con láser y se trabaja durante semanas para que sea moldeable. La simetría también se aprecia en la madera, ya que todas las piezas siempre van partidas en su centro –y en algunos casos da lugar a originales calaveras, perfectamente camufladas–.

Para un Bentayga se necesitan unos cinco metros cuadrados de madera y para un Mulsanne casi el doble. Que no te gusta la madera, no pasa nada. También puedes decorar el habitáculo con fibra de carbono o con láminas de piedra traídas directamente de la India. Con la pintura todavía es más complicado decidirse, pero si la queréis mate como Ralf Schumacher –ha encargado un Bentayga negro mate recientemente–, vete preparando 23.000 libras. Todos sabemos que los clientes de Bentley no suelen tener problemas para llegar a final de mes. Hace bien poco un cliente encargó cuatro Bentayga en el concesionario de Marbella, dos para dejarlos en la Costa del Sol y otros dos para llevarlos a Moscú.


El caso es que no nos extraña, porque cuando ves en directo el proceso de producción, cómo los hacen y cómo los miman, entiendes por qué son coches tan especiales. La madera y el cuero se siente, se huele… Bentley es sinónimo de la más alta calidad, y eso se nota en cada detalle. Por no hablar de cuando los conduces.
Al volante todo es mágico. La sensación de poder y control es absoluta. Te hacen ver el mundo desde otro prisma. Nosotros pudimos rodar con un Continental GTC W12 (590 CV, 266.745 euros) por las inmediaciones de la fábrica y, pese al tráfico, pudimos disfrutar de potentes aceleraciones y de una insonorización que nunca habíamos experimentado en un descapotable. Ir sin techo en noviembre en el Reino Unido puede parecer demasiado osado, pero con el Airscarf –sistema de ventilación ubicado en el asiento justo a la altura del cuello– lo puedes hacer sin problemas. A nuestro recorrido no le faltó de nada, algunas curvas para comprobar la eficacia de la tracción a las cuatro ruedas, volante a la derecha y los Beatles sonando en la radio, pero lo mejor estaba por llegar. Al aeropuerto fuimos en el buque insignia de la marca, pero esta vez sin conducir. El aire de distinción alcanza el summum si te sientas en la parte trasera de un Mulsanne de batalla larga, con sus casi seis metros de longitud. Es el mismo que utiliza la reina de Inglaterra para sus desplazamientos y, después de probarlo, ya sabemos cuál es la fuente de juventud en la que bebe la realeza inglesa. ¡Larga vida a Bentley!

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