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Aston Martin: maldecida en la F1

Aston Martin vuelve una vez más a la Fórmula 1 para intentar lograr el éxito que se le ha escapado a lo largo de los años, esta vez de mano de Lance Stroll.

El escocés de aspecto atlético, tez blanca y pelo renegrido ya estaba al volante y repasaba la escena. Procuró acomodarse mejor en el asiento que olía a cuero nuevo porque sus casi 1,90 metros de estatura rozaban el bajo techo de este deportivo que iba a utilizar por primera vez en su tercer filme de una saga muy taquillera.

Aston Martin

En las anteriores había conducido en escenas de acción coches muy especiales pero esta era la primera ocasión con uno repleto de dispositivos de alta tecnología: escudo antibalas trasero, ametralladoras delanteras, asiento eyector de copiloto y otros.

Gracias a su elevado porte y a su estado atlético adquirido en concursos de fisicoculturismo había conseguido su oportunidad en el cine. De familia con orígenes irlandeses y con modestos recursos económicos había hecho de todo tras un breve paso por la Marina británica. Allí se había entrenado y aprendido a pelear muy bien. Habilidad que le había servido en varias trifulcas callejeras de las que salió airoso. Esta habilidad también le sirvió para pasar el casting para el papel central de la saga del agente Bond, James Bond del MI6.

Aston Martin

Desde niño le habían gustado las carreras de automóviles y los deportivos muy potentes y esta vez, el coche donde se sentaba Thomas Sean Connery tenía un protagonismo importante. Casaba mejor con la idea de los productores Albert Broccoli y Harry Saltzman sobre cómo debía presentarse un personaje que iba a ser fundamental para salvar a Aston Martin y crear una leyenda que se extiende hasta nuestros días. Una marca ligada a un personaje, un personaje movido sobre auténticas ruedas británicas.

Se trataba de apelar al glamour, al lujo de la alta sociedad y de las aventuras amorosas vividas o representadas en el entorno del espionaje en plena era de la guerra fría. Este cóctel, con base Martini (“agitado, no revuelto”), iba a enganchar sobre todo a un público joven, el de los años sesenta y setenta, ávido de acción y aventuras.

Recapacitemos un poco

Lawrence Sheldon Strulovich (hoy Lawrence Stroll) vio las primeras películas de Bond cuando era niño en Montreal, comenzando la década de los setenta. Lawrence tomó nota del Aston Martin DB5 repleto de artilugios y se enamoró de los coches sport de alta potencia. De ahí a convertirse en fan de las carreras y de Ferrari, por clara influencia de su compatriota Gilles Villeneuve, el paso era muy corto.

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Su padre, Leo Strulovich, empresario textil, le enseñó la importancia no solo de la estética sino, también, de la emoción que evocan las marcas y los personajes influencers en la sociedad. Bond y sus gustos (que eran los de su autor, Ian Fleming), era un poderoso influencer, aunque sin Internet…
Cuando su fortuna hecha con Ralph Lauren, Tommy Hilfiger y Michael Kors alcanzó suficiente volumen, Stroll se convirtió en uno de los más conspicuos coleccionistas de Ferrari.

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Su “flota” está valorada en 180 millones de euros y su fortuna personal en 2.500 millones de euros. Pasados los 50 años de edad y residiendo en Suiza decidió que era el momento de hacer realidad otros sueños de adolescencia y, de paso, obtener beneficios si todo salía bien. Comenzó situando a su hijo Lance en la F1 con el equipo Williams en 2017, compró una parte de esa empresa, que después vendió para adquirir el equipo Sahara Force India de fórmula 1 en 2018, pasando a denominarlo Racing Point.

Y buscando marcas para “salvar” o reforzar, fue cuando surgió la oportunidad de pasar a controlar el señorío deportivo británico de Aston Martin, no dudó un instante. Junto a otros socios y una inversión inicial de 200 millones de euros, equivalente al 16,7% de la compañía, se hizo con el control. Y desde este año, Racing Point pasó a ser el equipo oficial Aston Martin en fórmula 1.

El david brown de nuestros días

Lawrence pasaba a ser el nuevo David Brown, propietario de la marca entre 1947 y 1972, que la llevó a ganar en Le Mans en 1959 con el DBR1 y al título mundial de resistencia ese año. Sus pilotos entonces fueron Carroll Shelby y Roy Salvadori, los triunfadores en Le Mans con Maurice Trintignant y Paul Frere, segundos en otro DBR1/300. Fue Stirling Moss, triunfando esa temporada en las citas de Nürburgring y Goodwood, quien terminó por ganar el certamen mundial para Aston, por delante de Ferrari.

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No obstante, Brown tomó una serie de malas decisiones dividiendo esfuerzos entre el certamen de resistencia y su proyecto de competir en fórmula 1. Brown había ordenado a su equipo en 1956 que construyera dos monoplazas partiendo del chasis y componentes que se diseñaban para las carreras de resistencia.

En cuanto comenzaron a llegar buenos resultados en las carreras de resistencia, el proyecto de F1, denominado DBR4/250 paso al “congelador” en 1958. Primero Cooper ese año y después Lotus indicaban el nuevo camino técnico a seguir: motor trasero, chasis mucho más ligero, suspensiones con geometría bien estudiada para mejor adherencia y aerodinámica más cuidada. Una revolución que Aston iba a pasar por alto.

Su DBR4 mantenía un pesado eje trasero de Dion que comenzaba a considerarse anatema. Y el motor de 6 cilindros en línea de 2,5 litros, jamás iba a mostrar la fiabilidad necesaria como para aspirar a algo, rompiéndose casi continuamente si se utilizaba a fondo, en torno a 8.000 rpm. Con un chasis desactualizado, Aston quedaba fuera de la revolución técnica de la F1 con suspensiones anticuadas o poco eficaces, una aerodinámica terrible y motores débiles.

Diez participaciones en grandes premios durante las temporadas de 1959 y 1960, con Roy Salvadori y Carroll Shelby, fueron desilusionantes. Se consiguieron dos sextas posiciones para Salvadori en 1958 y una octava posición para Carroll Shelby.

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Los ilustres ganadores de Le Mans 1959 se arrastraban con esos coches que abandonaron por avería en la mitad de sus carreras, ya sea con los DBR4 y con el nuevo y más ligero DBR5 de 1960. Todo el prestigio adquirido con la victoria en Le Mans, el Mundial de Constructores de Resistencia de 1959, ganado gracias a Stirling Moss con un DBR1 y otros triunfos, todo tirado por la borda. La F1 había sido como un embrujo maldito para la marca.

Salto en el tiempo para Aston Martin

Y pasaron 60 años y algo más para que un monoplaza de Aston Martin, por conjuro de Lawrence Stroll, volviera a rugir en un circuito de F1, como sucedió con el nuevo equipo Aston Martin Racing con su AMR21 y sus pilotos Sebastian Vettel y Lance Stroll en Bahrein en marzo pasado.
Dicen que “segundas partes nunca fueron buenas”.

Pero también hay quienes no creen en esas sentencias pesimistas y pretenden contradecirlas. Uno de ellos es Stroll, pero de momento los resultados son desilusionantes. El equipo de los coches rosas terminó con nota alta la temporada 2020 ganando en Sakhir la penúltima carrera del año con Sergio Pérez. Pero su chasis y aerodinámica casi copia de los ganadores Mercedes ha perdido rendimiento y eficacia aerodinámica con el cambio del reglamento técnico que obligó a recortar el fondo plano.

Si tanto Pérez como Stroll eran capaces con frecuencia de aspirar a podios en 2020 (consiguieron tres), la “maldición Aston” en la F1 parece repetirse. Ya en Bahrein el superexperimentado Vettel solo acababa 180 en la Q1 del sábado con Stroll en 10ª posición. Al emigrado de Ferrari le sancionaba la FIA con perder cinco posiciones por no haber respetado una bandera amarilla ese día.

Y el domingo, en carrera, chocaba desde atrás en una frenada a Esteban Ocon destrozando su coche y el del francés de Alpine. Quien debía aprender del maestro Vettel está resultando un alumno aventajado: Stroll. Si en su momento había sido Stirling Moss el que llevó a los Aston Martin de resistencia a un nivel superior por su propias virtudes de velocistas, lejos está Vettel de poder emular al ídolo de los más veteranos fans ingleses.

Lance superó nuevamente a Vettel en Imola, segunda carrera, y otra vez, el AMR21 no se comportaba a la altura de las expectativas. Stroll nuevamente 10º en la parrilla de salida y Vettel, 130, eliminado en la Q2 sancionado por exceder los límites de la pista y cometer errores en su única vuelta útil.

Lance aguantó bien la presión bajo la lluvia, donde suele encontrarse cómodo en carrera, pero Vettel, otra vez a contracorriente. Tuvo que arreglar frenos antes de la salida, arrancó desde los boxes, le penalizaron con un stop and go y tuvo problemas con la selección del cambio. Todo atribuible al equipo y al coche. ¿Otra vez el “embrujo”?

Lawrence Stroll, convertido en el nuevo “M” de los coches de Bond, es un tipo de reacciones rápidas. Sus agentes de campo, Sebastian y Lance, no reciben un coche Bond ganador y probablemente rodará la cabeza del jefe de equipo, el “Q” de la nueva era, que es Omar Szafnauer.

Stroll hijo, de momento, cumple. Vettel será el que tendrá que mejorar su puntería aceleradamente, aunque no tiene ni una Beretta 950 B ni una Walter PPK como 007. ¿Continuará la maldición de Aston en la F1?

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