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Un paseo por el Museo Lamborghini: 100 años de Ferruccio

Lamborghini no inventó el coche rápido y espectacular ni el de motor central. Ya existían los Ferrari, Aston Martin o el Mercedes SL Gullwing antes. Y modelos con motor central de Porsche o De Tomaso. Pero de algún modo, con el Miura se alinearon los astros y se inventó el súper-deportivo moderno. Todo se juntó para ofrecer algo más que la suma de sus espectaculares partes. No solo un modelo rápido, o muy bonito, sino los cimientos para una nueva raza de coches. 100 años después de su nacimiento, nos damos una vuelta por el Museo Lamborghini, donde se guardan las joyas que han salido de la fábrica. 

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El Miura cambió Lamborghini para siempre, compensando su falta de pedigrí en competición. Era el automóvil más impresionante que se podía comprar a finales de los sesenta y, desde luego, uno de los más bellos. La carrocería diseñada por Marcello Gandini cubría un motor V12 colocado detrás de los asientos, curiosamente en posición transversal. Cuando se presentó en Ginebra en 1966, llovieron los pedidos. Teniendo en cuenta que casi cincuenta años después, el Miura sigue en lo alto de los automóviles más bonitos, cuesta imaginar lo que pensarían los que lo vieron por primera vez en su momento, cuando lo más común en España era un Seat 600.

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Además de la impresionante estampa, lo que más llama la atención del Miura es lo pequeño que es. Era más bajo que su rival de la época, el Ferrari 275, y desde luego mucho más pegado al suelo. Además, el V12 tenía doble de árbol de levas por bancada, frente al simple de Ferrari, y con 350 CV le aventajaba en 70 CV. Esas cifras son tan optimistas como la idea de usarlo a diario pero, en cualquier caso, las prestaciones estaban en otra galaxia respecto al coche habitual a finales de los sesenta. En 1968 llegó el P400S con 20 CV más, pero el culmen fue el Miura SV, mejorado hasta 385 CV y 280 km/h.

Museo Lamborghini

Por supuesto, el Miura no es tan rápido como un súper-deportivo actual pero el sonido sigue siendo espectacular. El motor, por primera vez en Lamborghini es central y su calor, ruido e incluso el olor a gasolina se transmite al habitáculo sin filtros. La experiencia de conducción está llena de sorpresas, buenas y malas. Gracias a que los pilares son finos y la cintura baja, la visibilidad no es mala, ni siquiera hacia atrás. Pero los mandos están desperdigados, está claro que la ergonomía es un requisito muy posterior… La dirección es ligera y con muy buen tacto, pero la fuerza que hay que aplicar sobre el pedal del freno y del acelerador es hercúlea. Hemos de reconocer que la conducción del Miura dista mucho de ser perfecta.

Museo Lamborghini

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