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Sigo siendo el rey: la vida y los coches de Elvis Presley

Una nueva película ha devuelto a la actualidad al genio de Memphis, aunque la figura del primer y único rey de América nunca ha dejado de estar presente. Como buen monarca, sentía debilidad por los automóviles.

Cuando Elvis Aaron Presley nació el 8 de enero de 1935 (Tupelo, Mississippi), su hermano gemelo Jesse murió tras el parto. Su madre Gladys siempre creyó que, cuando fallece un gemelo, el superviviente recibe toda la fuerza de los dos. La reciente película biográfica cuenta el ascenso y caída del músico a través de la relación con su manager, el “coronel” Tom Parker, al que interpreta Tom Hanks. Se trata de una obra vibrante y un gran espectáculo visual, aunque algunos se quejan de que en la historia apenas se habla de cuestiones clave como su relación con las mujeres o de sus problemas con las pastillas.

Criticar siempre es fácil, pero la realidad es que la vida y obra de un personaje tan grandioso como Elvis no se puede comprimir en 2 horas y 39 minutos. Para los que quieran sumergirse al máximo en su mundo, lo mejor es que lean la monumental biografía escrita por Peter Guralnick y publicada en 1994. Son dos volúmenes de más de 500 páginas cada uno, con el testimonio de cientos de personas que le conocieron, y del propio Elvis, gracias a grabaciones, entrevistas y noticias. Bob Dylan dijo de esta gran obra: “El turbulento agitador solitario que conquistó el mundo occidental parece salir de estas páginas, notamos como respira. Este libro anula todos los demás”. 

Así conocemos por ejemplo el testimonio de la señora Fruchter, vecina de los Presley en su modesto vecindario en 1953. Entonces Elvis tenía 18 años y conducía la pick-up de la compañía eléctrica en la que trabajaba: “Cada sábado por la mañana Vernon (su padre) y Elvis se ponían a sacar brillo a ese viejo Lincoln como si fuera un Cadillac”. El futuro cantante ganaba cuarenta dólares a la semana, y cada viernes se los entregaba a su padre. Se guardaba solo lo justo para la gasolina del Lincoln de 1941 para salir por ahí con su novia Dixie. Su amigo Ronnie contaba que, cuando se conocieron, conectaron por su pasión común por la música, los coches y las chicas. Y es que, en la vida de cualquier joven de los años 50 en EE UU, tener coche era la gran aspiración. Daba libertad, estatus e incluso un espacio de intimidad para poder ir con su novia al autocine. 
La locura comenzó para Elvis en el verano de 1954, cuando “That’s All Right” comenzó a sonar en las emisoras de Memphis. Después, “Blue Moon of Kentucky” tuvo aún más éxito. Su eclosión como estrella en ciernes se refleja bien en la película, un joven que encarnó como nunca antes la rebeldía y la emancipación juvenil. 

Su primer Cadillac era de segunda mano y tuvo una vida muy corta, ya que se incendió apenas dos meses después de comprarlo

Los primeros viajes para tocar en otras ciudades los hizo en el Cadillac negro de Sam Phillips, el propietario de la discográfica que había confiado en él. Según la biografía de Guralnick, a principios de 1955 Elvis compró su primer coche, un Lincoln Cosmopolitan del 51. Le pusieron una baca para llevar el contrabajo y pintaron “Elvis Presley-Sun Records” en los flancos. Pero solo le duró un mes, porque su amigo Bill lo metió debajo de un camión de heno una noche en Arkansas. Así que, con la ayuda de su manager Bob Neal, Elvis compró su primer Cadillac, usado y pintado de color blanco y rosa.

Jimmy Snow compartió habitación con él en aquella gira y decía que Elvis se iba con varias chicas cada noche: “Si hacía el amor con ellas no lo sé, porque él era un poco reservado en ese sentido”. En la reciente película queda patente la pasión irracional que provocaba entre las mujeres; aún así, ninguna noche se olvidaba de llamar a sus padres, y a veces su novia Dixie también estaba con ellos. 

Otra de sus grandes pasiones

Respecto a su amor sobre ruedas, el primer Cadillac tuvo una vida casi tan corta como el Lincoln. Apenas dos meses después de comprarlo se incendió en una carretera entre Hope y Texarkana.
El siguiente Cadillac lo compró nuevo, color negro y rosa. La vida en la carretera es una constante entre los músicos de rock, que se ven obligados a hacer muchos kilómetros entre cada actuación. Elvis y sus compañeros disfrutaron de aquella vida, pero también la sufrieron, conduciendo cansados o borrachos (aunque Elvis no bebía) por carreteras en estado precario, y con frecuencia de noche y con mala iluminación.

En enero de 1953, el gran Hank Williams había muerto a los 29 años de edad, en la parte trasera de su Cadillac, había tomado morfina y alcohol. Jack Kerouac aún no había publicado su novela “On the road”, pero tipos como Williams ya habían vivido lo que se relata en ella. Johnny Cash, el countryman de Arkansas, rememoraba en su autobiografía interminables viajes y numerosos siniestros entre los que le rodeaban. “He estado en todas partes, tío. Dos veces”. Para él la carretera significaba aventura, compañerismo y libertad. Las nuevas generaciones quizá no lo conciban, pero el hecho de que no hubiera móviles (y pocos teléfonos fijos) hacía que los viajes fueran muy diferentes.

En 1956, Carl Perkins –rey del rockabilly y autor de “zapatos de gamuza azul”– tenía solo 23 años cuando sufrió un grave accidente de tráfico del que nunca se recuperó del todo. Y cuatro años después el cantante Johnny Horton se mató al chocar su Cadillac contra un camión en un puente cerca de Texas. Horton tenía 35 años y dejaba viuda a Billie Jean Jones. La bella joven ya sabía lo que era enviudar de un músico, porque su primer marido había sido el propio Hank Williams. 

En la película conduce un Eldorado hasta el club donde se reúne con B.B. King. Su relación con los músicos negros fue fundamental.

Mientras, Elvis siguió en su ruta hacia la cima y en 1955 conoció al “coronel” Parker, quien dirigió su carrera y le puso en contacto con la discográfica RCA. En 1956 su disco “Elvis Presley” llegó al número 1 en EE UU y le compró un Cadillac rosa a su madre, aunque ella no conducía. A los 21 años Elvis ya tenía cuatro coches de la marca en el garaje. En la reciente película conduce un Eldorado color violeta hasta el club nocturno donde se reúne con el gran B.B. King. Su relación con los músicos afroamericanos fue fundamental, ya que el rey del rock mezcló el country con el blues, y muchos vieron en él a un blanco haciendo música negra. Otro coche que adquirió en aquella época fue un Lincoln Premiere, al que siguió un Lincoln Continental, color marfil, que entonces era el coche americano más caro del mercado. 

En noviembre de 1956 se estrenó su primera película, “Love me tender”; en 1957 compró la mansión de Graceland y un año después partió hacia Alemania para cumplir con el servicio militar. Allí conoció a la joven Priscilla, su futura esposa, y compró un BMW 507 blanco que pintó de rojo. Hay quien dice que fue para evitar que las fans siguieran decorando su coche con mensajes y teléfonos escritos con barras de labios. Según BMW Classic, el 507 volvió con él a EE. UU., pero a los pocos meses lo dejó en un concesionario Chrysler de Nueva York. El BMW pasó por varios propietarios que no conocían su pasado, hasta que uno de ellos leyó un reportaje en la revista Bimmer sobre el 507 “perdido” de Elvis. Estuvo décadas parado en un almacén de calabazas de San Francisco, y los responsables de BMW lograron comprarlo en 2014. Totalmente restaurado, hoy es una de las estrellas del BMW Museum en Múnich.

A su vuelta a EE. UU., Elvis se centró en su carrera cinematográfica, aunque sus cualidades como actor estaban muy lejos de su talento como músico. En todo caso, siguió ganando mucho dinero, alternando con las mujeres más bellas de América y comprando coches, tantos que se calcula que a lo largo de su vida adquirió unos doscientos Cadillac (hay un documental de 2004 llamado así). En 1967 se casó con Priscilla y un año después tuvieron a su hija Lisa Marie, nombre que en 1975 puso a su Corvair 880, un avión privado con 28 plazas, cama de rey y grifos de oro. En 1968 también renació como cantante, gracias al especial televisivo en la NBC, vestido con aquel inolvidable traje de cuero negro. A Austin Butler, el actor que encarna a Elvis en la película, esa indumentaria le gustó tanto que se quedó con el que vistió durante el rodaje.

Un estilo muy particular

Y es que Elvis tenía estilo para todo. Joe Esposito era uno de sus íntimos, e integrante de su séquito –se conocieron en el Ejército, en Alemania–, y lo recordaba así: “Si Elvis veía en el escaparate un coche que le gustaba, simplemente se paraba y lo compraba. Nunca pedía un descuento, no preguntaba el precio, solo decía, ‘OK, me lo llevo’”. Después uno de sus ayudantes se ocupaba de los detalles. “Elvis nunca llevaba dinero en efectivo. Yo rellenaba un cheque, o si no estaba yo alguien lo rellenaba y él lo firmaba. Si estábamos en Memphis, los concesionarios mandaban la factura directamente a Graceland”. Según la misma fuente, Elvis era aficionado sobre todo a los coches americanos, y también a regalarlos. “Le gustaban de verdad los Cadillac y los Lincoln, y algunos Chrysler. Compramos pocos coches extranjeros como el Rolls Royce, los Mercedes limusina y un Ferrari (308 GT4 negro), pero la mayoría de sus coches eran fabricados en América”. 

El 27 de julio de 1975 Elvis compró 14 Cadillac que regaló, incluyendo uno para una desconocida que pasaba por el concesionario

A partir de su divorcio con Priscilla en 1973, Elvis cayó en picado. Según su biógrafo, durante la gira de 1975 el cantante protagonizó varios incidentes desafortunados e incluso delirantes, “sumido en altibajos emocionales parecidos a los producidos por el uso y abuso de la cocaína”. También le dio por regalar cosas, como un avión Grumman Gulfstream G-1 para el “coronel”, quien lo rechazó. Dos días después, el domingo 27 de julio, Elvis compró trece Cadillac para regalarlos. Entre ellos había un Eldorado azul para Myrna, miembro del coro que había estado a su lado en los momentos difíciles. Incluyó un decimocuarto cuando se encontró a una mujer negra, Mennie Person, que estaba con su familia admirando la limusina de Elvis. “¿Te gusta?”, le preguntó, “pues te compro uno”.

En total la compra ascendió a 140.000 dólares. Luego se enteró de que dos días después era el cumpleaños de la señora Person, así que le dijo a uno de los chicos que le enviara un cheque “para que se compre ropa a juego con el coche”. Y volvió a hacerlo en enero de 1976, durante unas vacaciones invernales en Denver con unos amigos: compró dos Lincoln y tres Cadillacs. Un periodista de la TV local informó de estos hechos y bromeó en antena: “Mr. Presley, no quiero un Cadillac grande, preferiría uno de esos deportivos pequeños”, así que Elvis le llamó y le dijo que podía recoger su Cadillac Seville en el mismo concesionario. 
En Graceland también había varios Mercedes, el SL de su esposa Priscilla y sus dos limusinas 600, el genuino coche de estrella del rock. El primero era de seis puertas y de color azul, y está expuesto en la mansión. Después compró otro de cuatro puertas, gris metalizado, que se subastó en 2020 por 293.000 dólares. 

Hay más coches que se pueden admirar actualmente en la colección en su antigua residencia. Además de los inevitables Cadillac también hay un Jeep Willys Surrey rosa y blanco, el Ferrari 308 GT4 negro (con llantas de radios), dos Rolls-Royce y dos Stutz Blackhawk, aquel carísimo engendro con plataforma y motor de Pontiac Grand Prix y carrocería fabricada en Italia. 
Los que le conocían sabían que Elvis no era feliz. Era sensible y solitario, pero al mismo tiempo quería tener siempre cerca a personas de su confianza. “A veces sueño que conduzco un camión”, dijo el rey alguna vez. Él mismo reconocía tener un carácter excesivo y autodestructivo, y era fácil prever que su vida acabaría trágicamente. En una entrevista Bruce Springsteen reflexionaba en voz alta: “hay algo que te come por dentro, pero no tienes que dejar que te devore. ¿Qué devoraba a Elvis?” Seguramente no lo sabía ni él, pero como dice en la película, “una vida sin canciones es como una carretera sin curvas”.

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