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Séptima edición de LeMans Classic

El pálido sol del húmedo verano de La Sarthe es mudo testigo. El ruido de los roncos V8 retumba cuando los Ford GT 40 pasan frente a las gradas del circuito de Le Mans. Los Ford se alejan, los Ferrari 250 aguantan. El duelo América-Europa está en plena ebullición. Una extraña sensación de déjà vu se apodera de los más de 100.000 espectadores que son testigos de esta séptima edición de la Le Mans Classic.

Una vez más, el imán de la nostalgia y el atractivo de la belleza clásica de los prototipos y coches sport de antaño ha reunido a una verdadera multitud en torno al circuito semipermanente de Le Mans. Y allí, ocupando los terrenos tapizados de verde y bajo las sombras de los pinos marítimos del oeste francés, se desarrolla un ritual en el que disfrutan los románticos de la historia de la competición, los que vivieron en primera persona los duelos Ferrari-Ford de los sesenta, el ascenso de Porsche, la respuesta francesa a través de Matra y hasta los esfuerzos de los privados de Lola con los T70 y de Ferrari con los 512 BB LM de 1981.

En esta edición corrieron nada menos que siete ganadores de las 24 Horas, entre ellos, Jurgen Barth, triunfador en 1977 al volante de un Porsche 907 de 1967; Gijs van Lennep, triunfador dos veces; Eric Helary, ganador con Peugeot en los noventa, Andy Wallace, triunfador con Jaguar en 1988, y Gerard Larrousse, dos veces primero con Matra. Además del casi medio centenar de vehículos que iban a participar en la serie de carreras de una hora, no menos de otros 8.000 orgullosos propietarios de deportivos clásicos, reunidos en 180 clubes de 80 marcas diferentes, podían darse un par de vueltas al circuito de Automobile Club de l’Ouest, que hace disputar las 24 Horas desde 1923. Para el público aficionado no faltaban otros motivos de interés como el village, con numerosas tiendas de memorabilia y una zona reservada a la subasta de coches de carrera de colección. Un entusiasta pagó 1,1 millón de euros por un Mercedes 300 SL Roadster de 1961.

Ford, uno de los patrocinadores del evento, nos recibió con un emotivo regalo: pudimos dar vueltas a los 14 kilómetros del circuito con un Ford Fiesta ST con 182 CV. De noche, mi imaginación se sentía invadida por las sensaciones de aquellos pilotos de los sesenta que se acercaban a 300 km/ h en la recta de Hunaudieres. ¿El Fiesta? Impecable, entusiasmante.

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