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Prueba Mercedes Clase S 2018, la elegancia más rápida

La marca germana tiene una larga historia haciendo grandes cupés y versiones cabriolet
–sin capota–, pero en 2014 Mercedes decidió que la gama Clase S absorbiera los modelos CL. Esta decisión tenía mucho sentido sobre todo porque la Clase S compartía mucha tecnología con estos modelos, así como su hardware.

Cuatro años después aquí estamos, presenciando la llegada del facelift justo a mitad de su ciclo de vida. Mucho de lo que ves aquí refleja gran parte de los cambios que la marca ha dado a su variante de cuatro puertas. Entre ellas vemos un nuevo lenguaje de diseño exterior, presentando un splitter delantero cromado y unas tomas de aire de mayor diámetro frente al modelo anterior. De lateral es simplemente único. Su elegancia, en la que sus curvas definen su estética refinada junto con un carácter deportivo innato, hace de esta berlina una obra maestra.

En la trasera, Mercedes sigue con la dinámica de implementar unas luces fuera de lo común, y es que ahora tienen una naturaleza OLED, desarrolladas con capas finas de material orgánico electroluminiscente, que se depositan sobre una placa de cristal. Otro elemento curioso es el nuevo juego de luces de bienvenida. Sus “zapatos” no son nada comunes tampoco, ya que no solo podemos tener una berlina elegante para el día a día, sino que con el acabado AMG tenemos un deportivo de pura cepa. Su diámetro es de 20 pulgadas con un acabado gris titanio o negro brillante.

Dentro el placer visual continúa; una posición baja en la conducción nos sorprende también por su alta ergonomía, la cual destaca por la pantalla widescreen, la cual está formada por un panel de instrumentos de 12,3 pulgadas, junto con otra pantalla para el sistema de infoentretenimiento de la misma medida, unidas en un mismo cristal. También incorpora un volante multifunción de nuevo diseño, que presenta botones táctiles que reaccionan a los movimientos de barrido de los dedos, al estilo pantalla de un smartphone.

Mecánica de altas prestaciones

A pesar de que las mejoras estéticas han llamado la atención, el protagonismo se lo lleva lo que está debajo de la piel. Monta los dos mismos V8 de 4.0 litros que equipa tanto el C 63 como el E 63. Para dejar algo de herencia del pasado, mantiene la gama S560, la cual adquiere un motor V8 que desarrolla una potencia de 469 CV y tracción a las cuatro ruedas gracias al sistema 4Matic, unido a la transmisión automática de 9 velocidades 9G-Tronic. Un inicio de gama para nada modesto; y es que esta variante ruge hasta los 100 km/h en 4,5 segundos.

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Hablemos ahora de la artillería pesada, el S63 AMG ofrece, aparte de una estética mucho más agresiva, 612 CV que saltan hacia su presa con una sonoridad solo comparable a la de un cohete en plena combustión. Cuando activamos el modo “Sport+”, las mariposas se abren por completo y el bramido es capaz de escucharse a varios cientos de metros. Eso sí, por un sobreprecio de unos 50.000 euros sin “chucherías” adicionales. No sé qué tipo de magia es capaz de crear AMG para dotar al Clase S de una nueva atmósfera especial, con unos modos de conducción mucho más flexibles que en la variante S560, dejándote alternar entre un descomunal deportivo y una berlina “discreta” para el día a día.

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Es potente, pero también ligero –si tenemos en cuenta que ningún Clase S cupé ha pesado nunca menos de dos toneladas–, el S63 AMG tiene una agilidad prodigiosa, ayudado por el Magic Body Control y la suspensión neumática. La transmisión automática es veloz, casi tanto como el aleteo de un colibrí, instantánea.

Los misiles pierden autoestima frente a la variante más radical de la Clase S, la variante S65 AMG. Por si los 612 CV son “descafeinados” para ti, el tope de gama monta 4 cilindros más, un total de 12 a tu disposición y con una capacidad de rendir hasta 630 CV que te hacen saltar hasta los empastes. Los 1.000 Nm ponen a prueba a cualquier compuesto –y más si hablamos de que tiene tracción trasera–, así como a la transmisión, la cual en este caso se trata de una caja AMG Speedshift Plus 7G-Tronic de 7 relaciones. Potente sí, pero también tragón y algo más pesado –por encima de los 2.100 kg–; de los 9,3 l/100 km del S63 pasamos a los casi 12 l/100 km del S65 pero, ¿a quién le importa la sed de estos monstruos si puedes permitirte uno de ellos?

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