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Max Mosley: un tipo irreductible

No muchos aficionados al motor conocen o se acuerdan hoy de quien fue Max Mosley, fallecido a los 81 años en Londres el 24 de mayo pasado debido a un cáncer. Y si algo viene a la memoria no son precisamente sus logros como piloto, constructor de monoplazas o presidente de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) entre 1993 y 2009. Tienden a recordar, en cambio, que en 2008 este abogado británico, a la edad de 68 años, fue sorprendido por una cámara oculta que lo mostró en una escena privada sadomasoquista.

Max Mosley

El escaparate que seguramente escandalizó a la alta sociedad inglesa, de la que Max Mosley formaba parte por nacimiento, lo expuso el periódico sensacionalista News of the World. A todo color mostraba a Max Mosley, semidesnudo inclinado y de espaldas recibiendo golpes con cintas de cuero allí donde acaba la espalda y rodeado de damiselas vestidas con prendas de cuero negro y gorras estilo militar. Aseguraba News of the World que se trataba de una orgía con tintes nazis.

La entidad del personaje y el hecho de ser el hijo de Oswald Mosley, líder del partido fascista británico antes de la Segunda Guerra Mundial y de Lady Diana Mitford, fanática admiradora de Hitler, le daba una excusa al periódico para ensañarse con él. Como si este pelirrojo que se tituló en Física y Derecho y corrió en Fórmula 2 a mediados de los años sesenta tuviese obligatoriamente algo que ver con las preferencias políticas de sus progenitores.

Max Mosley

Max Mosley llegó a correr brevemente con Brabham y para el equipo de Fórmula 2 de Frank Williams antes de ser uno de los socios fundadores de la constructora de monoplazas de Fórmula 2 y Fórmula 1 March. Ya alejado del volante y metido en negociaciones comerciales y legales encontró un camino para el que estaba bien preparado, sobre todo, después que hiciera buenas migas con Bernard, Bernie, Charles Ecclestone, comenzando la década de los años setenta.

Max y Ecclestone impulsaron la constitución de la FOCA (Formula One Constructors Association) y se enfrentaron a la Federación Internacional del Deporte Automotor (FISA) por los derechos comerciales de la F1.

Max Mosley

En 1980 hubo numerosos enfrentamientos entre la FOCA y la FISA, de la que el francés Jean-Marie Balestre era el presidente. Incluso el GP de España de 1980, que ganó el australiano Alan Jones, fue declarado inválido para el certamen a causa de dicho conflicto. Finalmente se llegó a un acuerdo, que quedó plasmado en el denominado “Acuerdo de la Concorde” de enero de 1981. En su redacción tuvo importantísima participación Mosley. La FISA mantuvo el poder sobre los reglamentos deportivos y técnicos pero los derechos comerciales pasaban a la FOCA controlada por Ecclestone.

«Yo soy yo… y mis circunstancias»

El mundo del automovilismo y las relaciones comerciales fuera de Inglaterra le mantenían alejado de los prejuicios y miradas escépticas provenientes de la tradicional y elitista sociedad inglesa. Solía decir: “El pasado de mis padres es algo que me persiguió toda mi vida, hasta que decidí que ya no podía estar atado a él. Yo soy yo”.

Mosley pasó poco tiempo junto a su madre Diana durante los tres primeros años de su vida porque ella y su esposo Oswald fueron encarcelados preventivamente en la prisión de Holloway cuando estalló la II Guerra Mundial. Ambos se habían casado en 1936 en Alemania celebrando la fiesta en la casa de Joseph Goebbels, el propagandista nazi, con Adolf Hitler de invitado especial. Cuando la contienda se volcaba hacia el lado de los Aliados, Oswald y Diana, dama de fuertes convicciones y carácter, fueron liberados, ya en 1943.

Algunos años después de la guerra, la familia vivió un tiempo en Alemania y recaló finalmente en París, por lo que Mosley dominaba tanto el inglés como el alemán y el francés. Este idioma le abrió las puertas de la FIA, con sede administrativa en la Place de la Concorde. En 1986 pasó a ser representante de la FOCA ante esta entidad. En 1991 fue elegido presidente de la FISA y en 1993 era elegido presidente de la FIA.

Mosley, de acuerdo con Ecclestone, elevó notablemente los estándares de seguridad para los pilotos, sobre todo después de los trágicos accidentes de Ayrton Senna y Roland Ratzemberger en Imola 1994. Una comisión de expertos asesorados por el “doctor de la F1”, Sid Watkins, aprobó el protector cervical denominado HANS, nuevas medidas de deformación y disipación de energía en los chasis, cables de acero para impedir que las ruedas se desprendan de los vehículos y otros detalles que salvaron muchas vidas.

Max Mosley

La buena sintonía con Ecclestone desembocó en dos contratos por los que Mosley fue muy criticado: el primero cediendo todos los derechos comerciales de la F1 a Ecclestone por 15 años a cambio del 15% de los ingresos. Debido al segundo acuerdo, la Comisión Europea intervino porque Mosley cedió a Ecclestone, también, los derechos comerciales de otras fórmulas de la FIA. Las autoridades europeas antimonopolio presionaron y, en 2001, Ecclestone dejaba su cargo de vicepresidente en la FIA y esta dejaba de tener relación con las actividades comerciales de la F1.

Fue entonces cuando Mosley-Ecclestone, tras acaloradas discusiones, acordaron una jugada maestra que ha terminado por dar forma a la F1 actual: la FIA “alquilaba” por 100 años a la empresa promotora de Bernie los derechos comerciales a cambio de 300 millones de dólares a pagar en 10 años.

También ayudó a los demás

Mosley había abierto otro frente global y muy político: el de mejorar la seguridad en las carreteras. Con los ingresos de la F1 estableció la FIA Foundation que atendería en parte ese proyecto que aún hoy continúa su sucesor en la FIA , Jean Todt. Años más tarde situaba esa acción en perspectiva. “Sí, está bien, impulse mucho la seguridad en el automovilismo, pero en ese ámbito quizá se han salvado decenas, cientos de vidas. Sin embargo, con la acción mundial sobre los estándares de seguridad en los automóviles y las carreteras se salvan cientos de miles, quizá millones de vidas”.

Fue Mosley el gran impulsor colaborando con la Comisión Europea de los ensayos de seguridad hoy insoslayables de la Euro NCAP, liderando durante largos periodos su implementación.

Los equipos de las grandes marcas se pusieron en su contra cuando a comienzos del siglo XXI propuso establecer un techo de gastos de explotación anuales en la F1, lo que finalmente se ha impuesto este año. No sin que antes hayan desaparecido media docena de escuadras. Su visión era la acertada.

En 2007, McLaren recibió información técnica confidencial de Ferrari en un acto de espionaje industrial. La FIA intervino y el Ferrarigate terminó con Mosley y la FIA imponiendo una multa de 100 millones de dólares al equipo de Ron Dennis.

Sin miedo a nadie, ni a google, así era Max Mosley

En relación a lo anterior es curioso, como mínimo, que en marzo de 2008 se haya colocado en un discreto piso de Londres la cámara que captó a Mosley en un acto íntimo que él mismo confesaba tiempo después, lo practicaba desde años atrás.

Irreductible, decidido, considerado por quienes le frecuentaron como una “mente brillante”, no dudó un instante. Cuando otros se hubiesen escondido, Max llevó a juicio a News of the World en un caso fundamental en defensa de la privacidad para la jurisprudencia británica.

En julio de ese año, el periódico, incapaz de demostrar que tenía derecho a publicar esas imágenes por tratarse supuestamente de un ritual nazi (no había simbología alguna que lo atestiguara), era condenado a pagar 60.000 libras de indemnización y los gastos del juicio. Total: 500.000 libras. Victoria pírrica para Mosley, porque su posición social quedaba herida de muerte globalmente. Renunciaba en 2009 a seguir al frente de la FIA.

Abogado luchador hasta el final, arremetió poco después contra Google por los enlaces a las fotos que quedaban en la web de su escabroso episodio y obtuvo otro ventajoso acuerdo cuyo montante jamás reveló.

Muchos decían que era un tipo frío, incapaz de emocionarse, pero poco después del escándalo y de que su familia se enterara de esa singular práctica sexual, su hijo Alexander, de 39 años, fallecía por una sobredosis de heroína. Mosley parecía devastado. Pero trataba de disimularlo, como había hecho durante toda su vida dedicada a la política del motor.

Ya con 75 años, después de escribir su autobiografía: Formula One and Beyond (La Fórmula Uno y más allá), reconocía: “Evidentemente siento emoción, pero creo que algunas cosas son privadas”. Ocultar sentimientos, propio de un inglés impertérrito.

Quizá por ser porfiado, irreductible y además discreto, Max Mosley pudo trabajar codo a codo con Bernie Ecclestone durante 40 años. El que fuera zar de la F1, otro profesional de la discreción y el secretismo, hoy con 90 años de edad, expresaba el mejor elogio que podía salir de él: “Es como perder a alguien de la familia, como perder a un hermano, Max y yo…”.

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