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La paradoja de la perfección en un Porsche 911 manual

Cuanto más perfecta sea una máquina, mejor, ¿no? Si se trata de una lavadora, completamente de acuerdo, pero si hablamos de un deportivo no lo tengo tan claro. Los modelos actuales son extremadamente rápidos a la vez que cómodos y seguros. Y por todo esto, un Porsche 911 manual tiene más sentido que nunca.

Pero los últimos que he conducido me han dejado dos sensaciones. La primera es que corren tanto que para llevarlos a su ritmo se va a una velocidad desmesurada en carretera abierta. Y la segunda se refiere a que son demasiado fáciles, demasiado PlayStation, todo el mérito es del coche. Por eso he disfrutado tanto del Porsche 911 manual, porque he recuperado parte de las sensaciones de conducir un coche en un sentido clásico.

Hay que reconocer la valentía de Porche al ofrecer una caja manual en un deportivo de este calibre. El resto de marcas se ha decantado por ofrecer exclusivamente modelos con transmisión automática, ya sea del tipo de doble embrague –como el PDK– o tradicional con convertidor. Con las cifras en la mano, el PDK gana en todos los apartados. En conducción deportiva gana por la rapidez del cambio, por contar con 8 marchas y por la selección automática de las mismas.

En conducción relajada, también es superior por suavidad y comodidad de no tener que accionar el pedal del embrague y la palanca de cambios. En definitiva, mejor aceleración (saca nada menos que 0,7 segundos en el 0-100 km/h), misma velocidad punta y menores consumos y emisiones. Incluso el precio –que suele ser más ventajoso en el manual– es el mismo en este caso.

Solo quedaría como desventaja el incremento de 45 kg en el peso pero que, siendo realistas, es algo imperceptible e irrelevante. Entonces, ¿qué sentido tiene elegir la caja manual de 7 marchas? Solamente por el placer de conducción, que está en otro nivel. Volver a tomar control de la transmisión, sentir en la palma de la mano cómo engrana la siguiente marcha no se puede comparar con apretar un interruptor eléctrico, por mucho que sea de aluminio pulido. Una diferencia similar a la que encontramos en un reloj mecánico frente a uno de pilas. Por supuesto, para conseguir este efecto es necesario que el funcionamiento del cambio sea impecable, como es en este caso.

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Para eso hay que superar varios retos. El primero es el embrague, que es de un funcionamiento sorprendentemente suave considerando que tiene que transmitir 450 CV. Luego, en la propia palanca que tiene un recorrido muy corto y con una inserción muy precisa, ayudada por el “punta tacón automático”. También es meritorio que no sea confuso encontrar las 7 marchas en los 4 pasillos verticales (incluyendo la marcha atrás). En este sentido, el avance respecto al 991 es enorme. Con todo, el hecho de contar con una caja manual o PDK cambia mucho la personalidad de este modelo.

Porsche 911 manual

El PDK es la opción más natural para todos aquellos que quieran usar el coche a diario, por ciudad con atascos o por conductores menos expertos. También para aquellos que valoren las prestaciones por encima de todo, ya sea en circuito o en carretera de montaña. Por el contrario, la opción manual encaja más con el aficionado más purista, que utiliza el coche en ocasiones especiales y que se recrea más en la conducción.

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