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Indy500: 100 años del American Way of Life

Se da por sentado que los eventos automovilísticos con más prestigio y tradición son las 500 millas de Indianápolis (desde 1911), las 24 Horas de Le Mans (1923) y el GP de Mónaco (1929). Las tres son muy diferentes y cada aficionado tendrá sus preferencias. En todo caso la Indy500 es una de esas cosas que un apasionado del motor debería vivir al menos una vez en la vida. Esta prueba forma parte del campeonato Indycar Series (compiten en 14 circuitos durante 2016), y estos son los datos esenciales para entender la competición: 33 monoplazas deben recorrer en un circuito oval un total de 500 millas (804,6 km).

Como la velocidad media por vuelta ronda los 370 km/h y el trazado mide 2,5 millas, les bastan unas tres horas para recorrer las 200 vueltas de las que consta la carrera. Todos los equipos usan el mismo chasis Dallara de fibra carbono, y motores 2.2 V6 biturbo que suben hasta 12.000 rpm y cuya potencia oscila entre 550 y 700 CV, dependiendo de la presión de sobre- alimentación. El combustible es E-85 (85% etanol y 15% gasolina) y solo hay dos fabricantes de motores: Chevrolet y Honda. El resultado es mucha igualdad entre los competidores.

Indy500

EN PRIMERA PERSONA

Pero estos son datos muy fríos. Para entender de qué va la historia lo mejor es hablar con alguien que sepa. Gracias a Tag Heuer (patrocinador de la prueba) pasamos un rato con Sebastien Bourdais, el piloto galo de IndyCar, donde lleva compitiendo las cinco últimas temporadas. Es un corredor veterano con experiencia tanto en F1 –corrió en Toro Rosso en 2008 y parte de 2009, hasta que Jaime Alguersuari ocupó su puesto– como en resistencia. Natal de Le Mans, había terminado la carrera de su pueblo en segunda posición dos veces (a la semana siguiente ganó las 24 Horas con un Ford GT en la categoría GTE Pro). También ganó las 24 Horas de Daytona en 2014 y las 12 Horas de Sebring en 2015. Por eso sus palabras nos parecieron muy esclarecedoras para entender el valor y la filosofía de las 500 millas. El francés tiene fama de ser algo seco pero también de decir lo que piensa.

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Es tradición que el ganador y los suyos besen un pequeño trozo de la pista que deja a la vista los ladrillos que cubrían el trazado en sus inicios. Otra curiosidad es que la victoria se celebra con leche, costumbre desde 1936.

¿Como ve sus posibilidades para la carrera? Creo que tenemos mejor coche que el año pasado, cuando acabamos décimo primeros. Si termino entre los cinco primeros estaré contento, pero nunca sabes lo que puede pasar. Hay muchos condicionantes, y si me meto en el grupo correcto, quién sabe, podríamos ganar. No hay muchas diferencias entre los coches y todo es una cuestión de detalles.

¿En la Indy se siente más el peligro que en la F1? Sí, por supuesto, no hay ninguna duda de que la Indy500 es más peligrosa que la F1. La velocidad es muy alta, el apoyo aerodinámico es insuficiente a velocidades de 370 km/h y es fácil acabar contra el muro. Afortunadamente no es tan peligroso como solía ser, pero el riesgo cero a esa velocidad es una ilusión, cualquiera que te diga que esto es seguro esun idiota”. Las cifras respaldan lo que dice el piloto francés, ya que los monoplazas alcanzan en Indianápolis velocidades superiores a los 370 km/h y además ruedan muy cerca unos de otros. En 2011 falleció en un accidente en el oval de Las Vegas el británico Dan Wheldon, que ese mismo año había ganado la Indy500. En agosto del año pasado se mató el también británico Justin Wilson (ex piloto de F1) en la pista de Pocono (una especie de óvalo triangular).

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¿Es mejor ser piloto de F1 en Europa o de la Indy en EE UU? Estuve en la Indy, luego fui a la F1 y después volví a la Indy. Bueno, a mí me despidieron de la F1, no puedo negarlo, y probablemente es lo mejor que me ha pasado porque no lo disfruté, estaba mal allí. Es aquí donde quiero estar, me siento muy cómodo. Todos llevamos el mismo chasis, el mismo motor, puedes trabajar con tu equipo y tus ingenieros, lograr la puesta a punto perfecta y ganar una carrera. Los pilotos tenemos más opciones, y debes ser bueno en muchos tipos de trazados. Para mí como piloto, lo disfruto mucho más”. Las 500 Millas coincidieron con el GP de Mónaco, así que le preguntamos si le gustaría correr allí. “La fórmula 1 no es el ambiente correcto para mí. Hace quince o veinte años el piloto tenía mucho que decir en la puesta a punto de los coches, pero eso ya no ocurre ahora»

«El desarrollo de los coches es muy rápido y el piloto debe conducir el coche tal y como se lo dan, y no soy bueno en eso. A mí me gusta primero hace el reglaje y luego ir rápido, es lo que he hecho durante toda mi carrera. Allí necesitan pilotos muy rápidos y que sepan adaptarse a las características del coche, no pueden trabajar en mejorar el monoplaza. En IndyCar no hay desarrollo, debes hacer el coche lo más rápido posible con los medios que tienes a tu alcance. Puedes corregir muchas cosas, cambiar el coche completamente, suspensión, aerodinámica. En F1 no puedes hacer apenas cambios, tendrían que rediseñar la suspensión. Es un concepto completamente distinto”. Aquella noche, mientras nosotros comíamos hamburguesas y bebíamos bourbon, treinta y tres valientes se acostaron soñando con alcanzar la gloria al día siguiente. Sebastien acabó noveno.

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PREPARADOS, LISTOS…

La mañana de la carrera los fans nos levantamos mirando al cielo, no vaya a ser que la lluvia nos fastidie la fiesta. A las 6 de la mañana ya están abiertas todas las puertas del circuito. Indianápolis está en el estado de Indiana, en el medioeste de EE UU, limita al norte con Michigan, al sur con Kentucky y está a dos horas y media de avión de Nueva York. Es un Estado conocido por tener extensas y fértiles llanuras, de modo que es el gran productor de trigo y maíz de Estados Unidos. También fue la tierra natal de Steve McQueen. Cuando nos aproximamos al circuito, sobre las 9 de la mañana, atravesamos zonas residenciales cuyos habitantes están movilizados para la gran fiesta de la Indy500.

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La velocidad es muy alta, los adelantamientos son constantes y cualquier descuido durante las tres horas de carrera te puede llevar al muro.

La gente ofrece aparcar en el césped de su jardín por 20 dólares, unas parcelas normalmente ocupadas por pick up Chevrolet, sillas, mesas, neveras portátiles, barbacoas, altavoces, banderas estadounidenses y carteles de “Welcome Race Fans”. Sentados o de pie, pero bebiendo desde bien temprano. Siempre sospechamos que el botellón no era un invento español… Ya en el circuito, con una capacidad de 250.000 butacas más toda la gente que anduvo por dentro (más de 300.000 en total), nos sentimos como niños en Disneyland. De la música se encarga la banda de la Universidad de Purdue incluyendo a sus chicas animadoras. También ruedan monoplazas clásicos con pilotos célebres al volante. Lady Gaga recorre la pista en uno de esos “monoplazas” con dos plazas en tándem, con Mario Andretti al volante. Otras celebridades y pilotos míticos también saludan a los aficionados, subidos en una larga comitiva de Camaros descapotables.

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Es 29 de mayo y estamos en el Memorial Day Weekend porque el lunes 30 es el Memorial Day, una jornada festiva en la que los estadounidenses homenajean a sus compatriotas que dieron la vida por la patria. Un coro de chicas canta God Bless America (Dios bendiga a América), y una voz en off arenga a los asistentes de la Indy500 sobre el valor de la libertad y el modo de vida americano. En la recta de meta hay militares en formación e incluso veteranos supervivientes de Pearl Harbour. Hasta las latas de cerveza están decoradas con las estrellas de la bandera. Cuando suena el Himno a los Caídos todo el mundo se quita la gorra o los sombreros, muchos se llevan la mano al corazón. Silencio total y máximo respeto bajo el sol ardiente del Indiana. Después es el cantante Darius Rucker quien tiene el honor de interpretar el himno estadounidense y, justo cuando termina, cuatro cazas F-18 sobrevuelan la recta de meta. Para entonces la lata me tiembla en la mano.

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Qué momento tan emocionante, qué exhibición de fuerza y unidad. En estas circunstancias uno solo puede pensar ¡qué gran nación! A las 12.05 por fin escuchamos la frase: “Lady and gentleman, start your engines” (arranquen sus motores) y los coches comienzan a rodar con el Pace Car por delante. La salida de los 33 monoplazas es lanzada. Esto no es como en los Grandes Premios que solemos ver por la televisión, donde con frecuencia se sabe quién va a ganar 20 vueltas antes del final y no hay adelantamientos. En la Indy500, cuando hay accidentes sale el Pace Car y los coches se reagrupan. También deben parar varias veces en boxes a cambiar neumáticos y repostar, de modo que las estrategias tienen mucha importancia.

Son 200 vueltas y hasta el final puede ganar cualquiera de los que van en cabeza. De hecho en la carrera hubo 56 cambios de líder entre 13 pilotos distintos. Además y por encima de todo, ver a los monoplazas rodando tan pegados es un espectáculo memorable, con esos vivos colores y el ruido ensordecedor de los motores. Suele haber en pista muchos pilotos con experiencia en la fórmula 1. En el pasado han vencido en las 500 Millas campeones mundiales como Jim Clark (1965), Graham Hill (1966), Mario Andretti (1969), Emerson Fittipaldi (1989 y 1993) o Jacques Villeneuve (1995).

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De los que corrían en esta edición el que más éxito logró en la categoría reina fue el colombiano Juan Pablo Montoya, que ganó la Indy500 en 2000 y el año pasado por segunda vez, embolsándose así 2,5 millones de dólares. Este año se vio obligado a abandonar por accidente en la vuelta 64. En la edición 2016 el único español participante ha sido Oriol Serviá (Gerona, 1974) quien lleva muchos años afincado en EE UU. Ha participado en Indy500 varias veces y este año se tuvo que conformar con la decimosegunda plaza final.

El ganador de la edición 2016 fue Alexander Rossi. Este californiano de 24 años compitió el año pasado en la F1 dentro del equipo Manor, alternando su plaza con nuestro compatriota Roberto Merhi. Entre arrastrarse por el mundial con el peor coche o saborear las mieles del triunfo en Indianápolis, no hay color. La clave de su victoria estuvo en que llegó al límite del combustible, cruzando la meta 36 vueltas después de su último repostaje. Se estima que la autonomía del motor Honda es de unas 32 vueltas. De hecho la última vuelta la hizo “parado”, a 289 km/h de media, mientras que el segundo clasificado la realizó a 350 km/h. Su jefe le decía por la radio: “¡No dejes que te pasen pero ahorra combustible!”.

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UN NUEVO MIEMBRO PARA EL EQUIPO

Para el desconocido Rossi fue su primera victoria como piloto IndyCar y era debutante en la prueba, de modo que su triunfo fue toda una sorpresa. Se impuso por 4,5 segundos al segundo, Carlos Muñoz. Las estadísticas dicen que ha sido el noveno debutante que consigue ganar en su primera Indy500. Uno de los favoritos era Tony Kaanan, quien ganó en 2013 y este año acabó cuarto. “Honestamente no le conozco bien”, dijo refiriéndose a Rossi, “pero le doy la bienvenida al club, que es el mejor club del mundo. No tiene ni idea de cómo va a cambiar su vida. Puede que no le conocieran esta mañana, pero ahora todos saben quién es”.

Mientras se disputaba la carrera, en el interior del oval se celebró también un festival de música techno llamado Snake Pit, en el que actuaron DJ’s de fama mundial. El ambiente en el interior del óvalo es veraniego, con mucho polvo, neveras portátiles, piel quemada por el sol y torres de latas de cerveza vacías “al estilo Le Mans”. Cuando acaba la jornada uno llega al hotel sudado y enrojecido pero feliz, consciente de haber vivido algo grande.

Guillermo Lahoz.

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