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Ferrari LaFerrari: Bailando bajo la lluvia

Cuando viajamos a Italia siempre pensamos en el sol de la Toscana, pero hoy en Maranello llueve torrencialmente, y el agua inunda la pista de Fiorano. La puerta del box se abre y, dentro del mismo, Raffaele de Simone, el piloto de pruebas de la marca, me señala el asiento del pasajero del Ferrari LaFerarri y salimos a la pista. Estoy esperando que cancelen la cita y volver otro día, pero en lugar de eso escucho un: “Hay aguaplaning en todas partes, ojo con el Manettino”. Imagino que habrán sido decenas de días como este poniéndolo a punto.


Volvemos al box y me acomodo en el asiento. Es difícil, porque es una pieza fija en el chasis de carbono y solo se pueden regular los pedales. Las levas del cambio son enormes y muy finas, el volante acumula casi todos los mandos, incluidos el limpiaparabrisas y el Manettino, y tiene un giro muy corto y rápido que permite no mover las manos nunca, como en un F1, con una respuesta inmediata, muchísimo más rápida que la del veloz 458. Cargo sobre los frenos notando la retención del sistema híbrido e intento desplegar los casi 1.000 CV de esta máquina. Imposible. Entro al box y notifico, como si fuera un Vettel cualquiera, que el Ferrari LaFerrari se va de delante. Me quitan algo de presión y me aconsejan que frene más bruscamente y que zigzaguee en las rectas. Lo hago.

El coche calienta las Pirelli y empieza a desplegar su talento. La aerodinámica activa lo pega al suelo como si tuviera imanes, a pesar de que el agua sigue cayendo con fuerza sobre el asfalto. Freno más tarde, acelero antes, y la mecánica se encarga de dar respuesta inmediata a mis deseos. Su potencia es brutal. Que no te engañe el logotipo “hybrid power” que luce junto al chasis, este coche es tan “verde” como un tomate maduro. El V12 es el protagonista y el motor eléctrico está aquí solo para proporcionar las máximas prestaciones, de hecho no es enchufable, más bien al revés, utiliza la energía del motor para recargarse. El sistema eléctrico del Ferrari LaFerrari permite que la entrega de potencia sea inmediata, brutal y sin paliativos, y el giro del V12 estremece hasta 6.000 vueltas para despertar a partir de ahí y no detenerse hasta las 10.000 rpm.

Mucho antes nuestro corazón alcanza el máximo ritmo cardiaco, pero le damos un empujón más al poner el manettino en el modo “CT Off”. Toca lucirse y, tras varias cruzadas memorables –el agua ayuda, ya que no hace falta tanta velocidad– mi honor no solo llega sano y salvo al entrar el coche al box, sino que he crecido más de un palmo ante los mecánicos italianos. Además del motor, me fascina el enorme agarre que proporcionan los flaps activos de la parte inferior del coche y la inmediatez de la dirección, tres elementos que hacen que la conducción sea un brillante juego.


Almorzamos y salimos de la pista a la carretera. La lluvia no cesa y disfrutamos de lo lindo en las mojadas montañas del entorno de la fábrica. El Ferrari LaFerrari es para comprarlo mañana, pero aunque tuviéramos los cerca de 1,3 millones de euros, las 499 unidades ya han sido vendidas. Habrá que esperar a alguna subasta…

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