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Waldo de los Ríos: música, coches y suicidio

Qué responderías si te preguntaran cuál ha sido el mayor éxito internacional de la música española? ¿Macarena? Siempre es difícil concluir cuál se vendió más, en España o en todo el planeta, pero sin duda una canción candidata al número 1 es el Himno a la alegría de Miguel Ríos (1969). Por aquel entonces el cantante granadino militaba en el rock clásico y ya era conocido en España. Pero el éxito brutal e inesperado que logró aquella adaptación del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven superó todo lo imaginable. Y detrás de ello estaba Waldo de los Ríos.

Waldo de los Ríos
Waldo sentado en su Lamborghini Jarama verde.

A song of joy, la versión en inglés, triunfó en todo el planeta en el verano de 1970. Fue número 1 en 12 países, e incluso en el Reino Unido fue número 2 por detrás de los Rolling Stones. En sus memorias Miguel Ríos recuerda que al principio pensó: “Joder, este me hace cantar una antigualla. En esos días yo estaba más cerca de Johnny Rivers y John Lee Hooker que de Beethoven (…). Pero el éxito del Himno a la alegría es el que me ha permitido mantener una carrera de casi seis décadas, aunque fue tan accidental como el primer premio de la lotería”.

Detrás del arreglo y adaptación de esa melodía estaba el desbordante talento de Waldo de los Ríos (Buenos Aires, 1934-1977), cuyo verdadero nombre era Oswaldo Nicolás Ferraro. En los últimos tiempos se ha reactivado el interés por nuestro protagonista, y con motivo de los 50 años del disco de Miguel Ríos, el periodista Miguel Fernández publicó el año pasado Desafiando al olvido, la biografía de Waldo de los Ríos.

Hijo de madre cantante y padre guitarrista, en 1969 el entonces compositor y arreglista ya gozaba de un notable prestigio, gracias tanto a sus trabajos en Argentina como a sus colaboraciones con Raphael, Jeanette, Karina o Julio Iglesias. Solía usar una potente orquesta, por lo que sus canciones estaban llenas de fuerza y matices. En 1967 escribió la banda sonora de la película Pampa salvaje (1967), donde trabajó como actriz quien luego se convertiría en su esposa, Isabel Pisano (Montevideo, 1948). Se calcula que los derechos del Himno a la alegría le reportaron al argentino unos 5 millones de dólares, equivalentes a unos 35 de hoy en día.

Desde fuera, aquel tipo alto y apuesto parecía tenerlo todo, pero la realidad no era tan idílica como aparentaba. Los conflictos con Isabel eran frecuentes, y ni sus amigos ni su madre podían soportarla. Tiempo atrás, él había presionado a Isabel para que abortara, y en otra ocasión ella ingirió muchas pastillas con el hipotético objetivo de suicidarse. Aunque la relación parecía condenada al fracaso, se casaron en Gibraltar en junio de 1970, y se fueron a vivir a un ático de quinientos metros frente al Palacio Real, en Madrid.

Waldo de los Ríos
Miguel Rios y Waldo sostienen un disco de oro.

Waldo de los Ríos llegó a España en 1962 y en solo ocho años había alcanzó la cima. Mientras Waldo e Isabel aparecían sonrientes en las revistas del corazón, su madre Martha, muy posesiva y autoritaria, le presionaba contra su mujer y le pedía dinero desde Argentina constantemente. El músico por su parte era bastante obsesivo e inflexible con sus subordinados. Tenía mucho ego y era además muy sensible, de modo que todo le afectaba emocionalmente.

Siempre le gustaron los coches

El joven Waldo de los Ríos siempre había sido un enamorado de los
automóviles, y desde que era un niño los coleccionaba en miniatura. Así que empezó a comprar los mejores coches disponibles. El músico disfrutó de vehículos que eran muy difíciles de ver en la España de los setenta, como un Lamborghini Jarama verde metalizado o el rarísimo Fiat Moretti 850 Sportiva. En aquellos tiempos los cupos de importación de coches eran muy limitados y los deportivos exóticos solían entrar para ser expuestos en los Salones del Automóvil. Así llegaron a sus manos dos modelos únicos y fascinantes: el Maserati Boomerang y el Porsche Tapiro, prototipos con afiladas carrocerías diseñadas por Giorgetto Giugiaro.

El historiador Antonio Palacín publicó un reportaje en Clásicos Exclusivos en el que aparecen juntos el Tapiro y el Boomerang, expuestos en el Salón de Barcelona de 1973. Según el mismo autor ambos coches fueron a parar a la exposición del italiano Alfonso Amato en Madrid, quien había sido importador de Lamborghini y era especialista en deportivos de alto nivel. Tapiro y Boomerang se separaron allí pero volvieron a reunirse poco después, cuando Waldo los adquirió.

El Porsche lo compró en 1974 pero solo pudo disfrutarlo unos meses, porque se quemó. La historia más creíble sobre el incendio del Tapiro procede de Isabel Pisano, su esposa, que la relató en su biografía sobre Waldo, Agua entre los dedos. Waldo iba por la Casa de Campo en el Porsche biplaza con su perro de copiloto, y ella en otro coche, cuando el motor empezó a arder. El artista y el can salieron ilesos, pero el Porsche se quemó entero menos el morro.

Waldo de los Ríos
El Jarama que fue de Waldo salió de España hace años y fue pintado de gris metalizado.

Al parecer era un problema relativamente frecuente debido a un fallo en los carburadores Weber que llevaba. Así que desde allí llevaron los restos del Tapiro a casa del músico y allí estuvo años tirado. Según su viuda, tras la muerte de Waldo alguien se ofreció a restaurarlo a lo que ella accedió, pero nunca más volvió a ver el Porsche. En la reciente biografía ella declara que el incendio del coche coincidió con el inicio de la caída en picado del músico.

“Ese año señala el principio de la crisis. A partir de ahí nada le hizo feliz. Ni el dinero ni el trabajo ni el amor”. En la biografía, la mujer de su viejo amigo Tommy relata lo siguiente: “Quienes los trataron los recuerdan, a Waldo e Isabel, como una pareja muy especial, como si cada uno hiciera su vida. Aparentaban ser felices, aparecían así en las revistas, pero luego cada uno tenía su mundo, sus amistades particulares, incluso su zona en el piso. Otro amigo recuerda cuando fue a visitarle a su casa, con los perros saltando por el salón, y apareció Isabel vestida solo con una camisa de él. Luego fueron a la cocina y comenzaron a discutir.

Boceto del Porsche Tapiro.

Su padre, con el que apenas tuvo relación porque nunca se casó con su madre, tampoco fue nunca un apoyo para Waldo. El progenitor pasó largas temporadas en un manicomio y en julio de 1973 se pegó un tiro. Algo tan triste había que taparlo con algo grande, y Waldo se compró el alucinante Maserati Boomerang, obra maestra de Giugiaro.

El otro gran capricho de Waldo de los Ríos

El Boomerang fue un modelo único que empleó la base mecánica de un Bora, con el motor 4.7 V8. Se expuesto en el Salón de Ginebra de 1972 y un año después llegó al Salón de Barcelona. En el reportaje en Clásicos Exclusivos que citamos anteriormente se explicaba que, tras pasar por la exposición de Alfonso Amato en Madrid, fue adquirido “por un industrial bilbaíno”. Luego el coche se vio en la Subida a la Bien Aparecida, en Cantabria, con placas verdes provisionales. El siguiente dueño sería nuestro protagonista, Waldo de los Ríos, que lo tuvo poco tiempo, y en diciembre de 1974 el coche apareció en Herranz, compraventa de Madrid.

Quién sabe que si tras la experiencia flamígera con el Tapiro Waldo le cogió miedo a los deportivos con motor central con tendencia a calentarse, y por eso se desprendió del Boomerang. En todo caso, tenía que ser una experiencia casi onírica encontrarse con uno de estos biplazas rodando por el Madrid nocturno.

vidas separadas

Poco antes del verano de 1975 Waldo compró una enorme residencia, El Olivar, en lo alto de una colina del Parque Conde Orgaz. Le gustaba ver correr por allí a sus perros y también le hicieron reportajes las revistas del corazón. Pero la relación con Isabel sigue mal, duermen separados y ella decide irse a Roma para desarrollar su carrera como actriz. Waldo le compra un piso en el mismo bloque donde vive Fellini. Isabel trabajó en su película Casanova (1976), pero a Waldo no le gusta tener a su esposa lejos. Ella cuenta que el genial director italiano la cortejaba, aunque finalmente fue infiel a Waldo con un productor.

Nuestro protagonista, por su parte, comenzó a frecuentar locales de ambiente gay. Parece ser que una homosexualidad latente y no asumida era otro de los factores que hacían infeliz al músico. A su viuda no le gustaba hablar del tema, pero en la reciente biografía acaba reconociendo que Waldo se lo habría confesado.

Un año después de la muerte de Waldo, Isabel Pisano fue protagonista de la película Bilbao (1978) de Bigas Luna. Y con la llegada del “destape” apareció en publicaciones eróticas de la época, como Interviú. Junto a sus provocativas fotos en la playa, en 1982 Pisano declaraba en la revista Lib: “Siempre he pasado de todo y jamás me he dejado coartar por tabúes o compromisos sociales”. También ejerció como periodista y escribió best sellers como “Yo, puta”.

El Porsche Tapiro en la actualidad, tal y como se expone en el museo de Ital Design.

Volviendo a los últimos meses del músico, su carácter depresivo se veía agravado porque apenas tenía trabajo, y los famosos cantantes con los que trabajó en el pasado se habían buscado otros arreglistas. Tampoco veía a sus antiguos amigos, y parece ser que vivir solo en una casa tan grande y en un lugar tan apartado, le provocaba miedo y angustia. Así que se compró una escopeta por si necesitaba defenderse.

Además le preocupaba no poder lograr éxitos tan masivos como los cosechados hasta entonces. En el año 1976, Waldo había perdido 30 kilos, se le veía demacrado, tomaba somníferos, no cuidaba sus coches y salía mucho por las noches.

El 28 de marzo de 1977 se pegó un tiro en su casa de Madrid. Encontró su cuerpo agonizante en una habitación de invitados un tal Eladio, un joven que estaba en la casa. Le llevaron aún vivo a La Paz pero no pudo sobrevivir. Junto a su cuerpo la policía encontró dos cintas de casette que reproducían las voces de un hombre y de su madre.

Si Waldo hubiera aguantado un poco más quizá podría haberse reinventado al calor de la naciente música electrónica, en la que estaba muy interesado. Además se aproximaba “la movida madrileña”, en cuyo ambiente podría haber desarrollado su identidad sexual con más naturalidad.

El Maserati Boomerang, ejemplar único, rodó algunos años por España y es el coche favorito de muchos diseñadores.

Hoy los restos de Waldo descansan en un cementerio bonaerense y su viuda Isabel se marchita en una residencia de Majadahonda, víctima del Alzheimer. El Boomerang fue subastado en Chantilly en 2015 por 3,3 millones y desconocemos su paradero. El Porsche Tapiro se expone, quemado pero orgulloso, en el museo de Ital Design en Turín. Ya dijo Da Vinci que la belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte.

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