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Stirling Moss, el campeón sin título

Tristemente Stirling Moss nos dejó el pasado domingo 12 de abril a la edad de 90 años, cuando falleció en su residencia de Myfair, a causa de una enfermedad que el retiró de la vida pública desde hacía 4 años. Aquí reproducimos la entrevista que le hicimos en 2008, antes de que

La oficina de Stirling Moss en Londres es pequeña, algo oscura y está repleta de recuerdos y fotografías. Detrás de un cristal hay modelos de carreras a escala, y junto a la ventana vemos retratos de familia, de amigos y rivales. Pero en este fascinante desorden hay un “trofeo” muy especial: el volante del Lotus que conducía Moss un lunes de Semana Santa en el circuito de Goodwood, en 1962. Está forrado en cuero rojo, y el aro está deformado por un impacto en su cabeza. Cuarenta años después, Moss lo descuelga de la pared y lo contempla en silencio.

Stirling Moss

De aquel día no recuerda nada, y se tiene que guiar por lo que salió publicado en la prensa. Tuvo que entrar a boxes porque le fallaba la caja de cambios, lo que le hizo perder la tercera plaza y una vuelta. Desde la séptima posición se disponía a comenzar la remontada marcando una nueva vuelta rápida, hasta que el Lotus se salió de la pista y chocó con un muro de contención. Moss intentó evitar este desenlace desesperadamente, pero el caprichoso monoplaza subviró sobre el césped, los frenos se bloquearon y la velocidad apenas se redujo, hasta que impacto fue inevitable. Se estima que el coche deceleró unos 100 km/h en apenas medio metro, y sin cinturón. “No llevábamos cinturón de seguridad, no quería verme atrapado en un coche ardiendo”.

Moss estuvo agonizando entre los restos del coche 40 minutos, hasta que pudieron sacarle del monoplaza. Se despertó en el hospital un mes después con graves daños: heridas profundas en la cara, el pómulo izquierdo hundido, la cuenca del ojo desplazada y el brazo izquierdo, la pierna y la nariz rotos. No obstante, lo más grave fue el impacto que sufrió el cerebro, que trajo como consecuencia una parálisis del lado izquierdo del cuerpo durante seis meses. Era un ídolo de masas en Gran Bretaña, y bajo esta enorme presión se volvió a poner al volante para unas pruebas en el mismo trazado donde había sufrido el accidente, pero la magia se había perdido. “Los reflejos, el instinto para conducir, se fueron. Me sorprendí a mí mismo pensando dónde tenía que frenar, y supe que a mis 32 años había llegado el momento de dejarlo. Al fin y al cabo tenía suerte de seguir vivo y sin secuelas. Simplemente perdí la habilidad y la determinación necesarias para ganar”. 

Stirling Moss

Stirling Moss (o Sir Stirling Moss, título con el que fue distinguido en 2000), nació el 17 de septiembre de 1929. Se crió en la casa familiar de Berkshire (RU), saltando por los caminos al volante de un Austin Seven antes de cumplir los 10 años. El amor por las carreras lo llevaba en la sangre. Su padre, dentista de profesión, compitió en Brooklands e Indianápolis, e incluso su madre corrió en rallies. El joven Stirling comenzó compitiendo con éxito en pruebas hípicas y con la suma de sus ganancias y un regalo de cumple-años se compró un monoplaza de 500 cc. Moss recuerda lo que le decía a su padre cuando éste le pedía que se pusiera el casco. “No me obligues papá, eso es para las nenas”. En aquellos tiempos se solían usar cascos de polo ligeramente adaptados. La primera prueba en la que participó fue la subida en cuesta de Prescott Hill, donde terminó cuarto. Su éxito en el mundo amateur se fue incrementando hasta que en 1950 accedió a correr en el maltrecho HWM GP Team. “Mejor perder con honor en un coche británico que ganar en uno extranjero” era uno de sus lemas. A pesar de que no podía rivalizar con los mejores coches, los expertos vislumbraron su talento. En declaraciones a Daily Mail, el gran Tazio Nuvolari predijo su futuro: “Moss va a ser uno de los mejores pilotos del mundo”. 

Stirling Moss
Sir Stirling Moss al volante de un SLR McLaren

No obstante, su eclosión no llegó en el campo de los monoplazas sino en el de los coches de sport. A los 21 años, venció en prestigioso trofeo Tourist Trophy (el Audi TT se llama así por algo) al volante de un Jaguar XK 120 que le prestaron. En el equipo creían que Moss era demasiado rápido como para salir ileso del reto, pero su victoria demostró que el coraje no estaba reñido con la seguridad. El año siguiente William Lyons (fundador de Jaguar) le proporcionó un coche oficial y naturalmente volvió a ganar (sumó hasta siete victorias en esta prueba). Por aquel entonces ya era un piloto profesional y corría en todo lo que le ofrecían. En el Rally de Montecarlo de 1952 quedó segundo con un Sunbeam-Talbot, a sólo cuatro segundos del ganador. 

Con la perspectiva que da el tiempo, parece claro que la carrera de Stirling en la fórmula 1 estuvo perjudicada por su insistencia en conducir coches ingleses. En 1952 pilotó un ERA con motor Bristol y en 1953 un Cooper-Alta Special, con resultados pobres en ambas ocasiones. Enzo Ferrari dijo de él que si hubiera puesto la razón por encima de la pasión habría sido campeón mundial muchas veces. “Yo era un piloto enamorado de la competición, hasta el punto de conducir a veces estúpidamente. Es cierto que perdí muchas carreras por conducir más deprisa de lo que hubiera necesitado. A pesar de ello no me lamento constantemente por no haber ganado un título. Por supuesto que me habría gustado mucho, pero Fangio era el mejor piloto del mundo. Ser el segundo fue lo mejor que pude conseguir”. Moss sigue siendo un hombre humilde y de trato agradable, a pesar de ser un mito en el mundo de la competición y los clásicos. 

Stirling Moss

En 1954 Alfred Neubauer, jefe del equipo Mercedes, le abrió las puertas de la gloria. El alemán confiaba en su valía, pero le recomendó que comprara un coche para evaluar su rendimiento, y que el año siguiente se incorporara a su equipo. A los mandos de un Maserati 250 F Moss cuajó actuaciones memorables, como el tercer puesto en el Gran Premio de Bélgica tras Fangio, la segunda plaza en Caen o su vuelta rápida en Nürburgring durante los entrenamientos. En Monza superó a los campeones mundiales Fangio y Ascari y se puso en cabeza, hasta que comenzó a perder aceite a 12 vueltas del final. Para cruzar la meta empujó su coche a lo largo de unos 500 metros, y terminó décimo. De cara a la siguiente temporada, Maserati y Mercedes lucharon desesperadamente por contratarle, y los germanos ganaron. Moss ya estaba en lo más alto, y comenzaron sus días de vino y rosas entre lo más granado de la jet-set. Para la prensa británica era el Beckham de la época. “Había mucho compañerismo entre los corredores. Estábamos en un deporte glamuroso, viajábamos por el mundo y además había un montón de chicas que nos seguían. Era fantástico”. 

El momento más emocionante de su carrera llegó en la Mille Miglia de 1955. Su contrato con Mercedes le obligaba a correr, además de las pruebas de fórmula 1, carreras de Sport como las 24 Horas de Le Mans, los 1.000 km de Nürburgring, la Panamericana o la Mille Miglia. Su victoria en esta última competición es su gesta más recordada. Como su nombre indica, se trataba de una prueba de 1.016 millas (1.634 km) que se corría en carretera abierta. Para hacer el recorrido Brescia-Roma-Brescia, Moss y su copiloto, el periodista Denis Jenkinson, emplearon 10 horas, 7 minutos y 48 segundos. Esto supone una escalofriante media de 157 km/h por hora a través de las carreteras y ciudades italianas de la época, con puntas de 280 km/h. Él mismo bromea sobre la cuestión: “Si no puedes comprender cómo íbamos tan rápido por aquellas carreteras no eres el único, yo tampoco”. Los vehículos eran fieras con motores muy potentes, con suspensiones y frenos ridículos para los estándares actuales. El 300 SLR (código interno W196 S)  con el dorsal 722 (la hora de salida de Brescia) que Moss guió a la victoria no tenía nada que ver con el 300 SL “alas de gaviota” (W 198). Era un fórmula 1 con unos 340 CV, aunque recarrozado como un coche de Sport. 

Sir Stirling Moss

En la categoría reina Moss fue subcampeón mundial de fórmula 1 cuatro años seguidos, entre 1955 y 1958, y tercer clasificado en 1958, 1959 y 1960, lo que le valió el sobrenombre de “rey sin corona”. Por eso no es extraño que, a finales de los años cincuenta, cuando la policía británica paraba a alguien por exceso de velocidad, su frase favorita fuera: “¿Se cree usted que es Stirling Moss?”. A sus 79 años sigue conduciendo los coches con los que corrió en su juventud en cuanto la ocasión lo merece. “Cuando me pongo a los mandos revivo muchas de aquellas sensaciones, aunque naturalmente voy mucho más lento…”

Tan legendaria fue su gesta en 1955 con el SLR que cuando Mercedes junto a McLaren volvió a lanzar una versión moderna, después lanzó un SLR Stirling Moss en honor a su hazaña. Un coche que replicaba en forma moderna el diseño de la espectacular barchetta, con un V8 rugiendo, más potente que el de serie y más enfocado al puro disfrute, coche que tuvimos suerte de poder probar junto a la leyenda.

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