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Prueba Toyota Mirai: en busca de la fuente de la eterna juventud

La segunda generación del Toyota Mirai es mejor en todos los sentidos, pero ¿qué pasa con la red de recarga? Los viajes por carretera en un coche de pila de combustible de hidrógeno añaden un toque fresco a la ansiedad que genera la autonomía en todos los vehículos eléctricos.

Toyota Mirai

En España, la infraestructura de reabastecimiento de hidrógeno (H2) es más simple que irregular, con solo 3 instalaciones abiertas a los conductores privados, concentradas en Ciudad Real, Albacete y Huesca, y con una cuarta en desarrollo en Valencia.

No obstante, Naturgy ha presentado un ambicioso plan que espera que la cifra aumente hasta las 38 estaciones en 2025 y Toyota cuenta con su propia estación en Madrid.

Por eso estamos aquí, con nuestro Toyota Mirai de segunda generación, dispuestos a recorrer una aventura sin precedentes.

La idea es hacer frente a una ruta que nos permita probar la tecnología de celdas de combustible, asimilar una combinación de conducción urbana y en carretera. La ida y la vuelta deberían ser pan comido, ya que Toyota anuncia un alcance de 650 kilómetros.

Si te gustan los coches estarás familiarizado con el Toyota Mirai, todo un ensayo científico. El primero se lanzó en 2014 pero la gran mayoría fueron dirigidos a flotas y organismos públicos con acceso a estaciones de repostaje de hidrógeno.

La cuestión es evidente, si nuestros viajes son urbanos, rutinarios, predecibles y dentro del alcance de una bomba de H2, ¿por qué no querríamos conducir un automóvil que se pueda llenar en tres minutos y que no emite nada más que… agua?

Segunda generación

Solo hay que mirarlo un poco para comprobar que atrás quedaron los ángulos tan queridos por los diseñadores japoneses, reemplazados por una estética más suave y conservadora. El nuestro se ve elegante con la pintura nacarada de Scarlet Flare y en el interior encontramos una cabina decididamente normal con sabor japonés. Si has conducido un Prius, te sentirás como en casa.

Toyota Mirai

Teniendo en cuenta toda la tecnología que incorpora, su manejo es notablemente sencillo, y la calidad de construcción es de primera, incluso con unos materiales que tienden a favorecer la durabilidad sobre la opulencia. La celda de combustible se ha mejorado sustancialmente con respecto al Mk1. Se asienta sobre una nueva plataforma modular, denominada GA-L, la misma del Lexus LS, y esto es clave para los avances logrados.

El anterior Toyota Mirai era un cuatro plazas con tracción delantera, mientras que ahora tiene capacidad para cinco y se impulsa por las ruedas traseras. La pila de celdas de combustible es más pequeña y cabe debajo del capó (antes estaba debajo del asiento del conductor) y esta nueva arquitectura libera espacio para un tanque de hidrógeno adicional a lo largo de la columna del chasis, lo que significa que ahora hay tres depósitos de almacenamiento a bordo para una mayor capacidad.

El hidrógeno se mide por peso, no por volumen, y el nuevo Mirai almacenará teóricamente 5,6 kilogramos, frente a 4,6, lo que se traduce en una mejora del 30% en la autonomía. ¿Suficiente para mantener nuestra ansiedad a raya? Es hora de comprobarlo.

Comenzamos la ruta. Al instante el Mirai se siente más lujoso y cómodo, nos hundimos en los asientos de cuero acolchado y ajustamos la posición en seguida. Tocamos el botón de inicio y… nada. La pila de combustible funciona silenciosamente a todos los efectos y solo cuando te paras junto a ella notas una serie de clics y tic-tacs. Unos leves silbidos que provienen de debajo del capó a medida que los sistemas se regulan a la temperatura.

Nos alejamos sigilosamente del aparcamiento. En funcionamiento, el Mirai es un vehículo eléctrico más, moviéndose sin hacer ningún ruido. El énfasis está claramente en la comodidad. Aquí no encontrarás el empuje de cualquier Tesla, solo una suave aceleración. Sus 9 segundos para el 0 a 100 km/h dicen mucho sobre sus prioridades.

Es un coche grande, pero la visibilidad es decente en todos los sentidos. Atravesaremos el centro de la ciudad y la gente corretea a nuestro alrededor sin una mirada de asombro ante las maravillas que suceden bajo el capó, están demasiado ocupados para notar las pequeñas gotas de agua que salen de una tubería de desagüe cerca del eje trasero.

Toyota Mirai

Hay un botón H2O en el tablero para achicar agua de forma manual. El coche genera unos 7 litros cada 100 km y va vaciando líquido en movimiento. Este botón solo es para evitar un charco si vas a dejarlo aparcado en un parking. Nosotros lo pulsamos para hacer una foto con un vaso debajo pero no tuvimos éxito…

En autopista pronto nos enfrentamos a los camiones, pero nuestra berlina permanece inusualmente silenciosa, incluso sobre las molestas juntas de dilatación. Este es uno de los entornos más relajantes en los que hemos estado, a la altura de un Rolls o Bentley, aliviando el estrés inherente al tráfico de cualquier capital.

¿Repostamos?

Nos dirigimos hacia una estación de H2 no por falta de autonomía, sino para saber cómo se “reposta” un vehículo de este tipo. Es muy fácil: tienes que abrir la tapa del combustible y tirar de una tapa de goma que protege una boquilla, en la que se engancha la bomba de combustible. Nos costó un par de veces pero no es complicado.

Toyota Mirai

Según la Agencia Internacional de la Energía, 1 kilogramo de hidrógeno verde, que contiene unos 33,3 kWh, cuesta entre 3,5 y 5 euros –el precio varía dependiendo de varios factores, como el excedente de energía–. No obstante, el llenado no es tan sencillo como los combustibles líquidos con los que estamos familiarizados.

La temperatura, la presión atmosférica, el día de la semana, todo puede afectar la cantidad de combustible que se puede exprimir en esos tanques de alta presión. La lectura del tablero revela que tenemos solo 405 km de alcance y nuestra meta, a 480 km, parece estar en duda.

Tenemos dos cosas a nuestro favor: ya hemos conducido 75 km por zona semiurbana y, en segundo lugar, el rango aumenta hasta 445 km cuando apagamos el climatizador.

Volvemos a la autopista. El exceso de velocidad no será un problema hoy: configuramos el control de crucero a 115 km/h y simplemente nos dirigimos hacia nuestra siguiente etapa, disfrutando del excelente estéreo JBL de 14 altavoces. Incluso con lluvia torrencial, el Mirai sigue manteniendo su compostura, y permanece completamente en paz, absorbiendo todo tipo de baches y dejándome completamente renovado.

Toyota Mirai

El Mirai es menos divertido en carreteras secundarias sinuosas, pero eso no se debe particularmente a su peso. Con 1,9 toneladas, es aproximadamente 300 kg más liviano que un Tesla Model S. Toyota afirma que la pila de pilas de combustible de polímero de última generación, donde hidrógeno y oxígeno generan electricidad, pesa solo 52 kg.

Debido a que ahora está escondido debajo del capó, hay una práctica distribución de peso 50:50, algo que se agradece mucho en carreteras suavemente ondulados. Y es que estamos en una berlina de lujo de cinco metros de largo que parece estar construida para flotar.

Hora de sacar conclusiones sobre el Toyota Mirai

Todo nos hace pensar que los coches de pila de combustible seguirán siendo una novedad al menos durante un tiempo, ya que la infraestructura no podrá expandirse rápidamente.

Los puntos de carga de vehículos eléctricos, que son relativamente más fáciles de instalar, se están volviendo comunes algo más rápido. Pero este viaje me ha dado la oportunidad de reexaminar el sueño.

La alegría de repostar en cinco minutos o menos sin tener que perder todo lo bueno de los eléctricos, como su conducción silenciosa.

La verdad es que el nuevo Toyota nos ha impresionado respecto a los avances realizados en estilo, ingeniería y facilidad de conducción, en comparación con el primer Mirai. En este sentido también es destacable que su precio ha bajado bastante, pasando de los 80.000 a los 65.000 euros.

Cierto, todavía es un precio que se escapa del mercado, pero si la progresión sigue así, muy pronto un costará lo mismo que una berlina eléctrica. Otra cosa que hemos aprendido en este viaje ha sido a confiar en el medidor de autonomía del Toyota Mirai; infaliblemente exacto.

El caso es que hemos conducido con normalidad, sin problemas, en nuestra propia burbuja de hidrógeno, emitiendo nada más que vapor de agua y algo de ego personal… y regresamos al destino con algo más 35 km de autonomía después de un viaje de ida y vuelta de nueve horas y algo más de 500 km.

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