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Nissan GT-R Nismo 2017: «Godzilla» se enfunda el mono de carreras

Después de que tuviéramos la oportunidad de conducir el Nismo GT-R 2017 (pincha aquí para leer la prueba) por las carreteras del norte de nuestro país, nos preguntábamos cómo sería montarse tras el volante de su versión Nismo, una versión «preparada para la guerra». Hemos tenido la gran suerte de probar la máquina más radical, agresiva y potente de la marca japonesa, el Nissan GT-R Nismo 2017. Sin embargo, parece que se enteró su «hermano pequeño» del test y se quiso apuntar, por ello también contamos con la misma unidad que probamos en la última edición de la Ruta Norte de la 6to6, el Nissan GT-R 2017.

Parece imposible que Nissan quiera «vitaminar» el modelo más potente de la marca hasta la fecha, pero esto no es otra cosa que una prueba del espíritu de competición y deportividad que exuda esta marca.

Nissan GT-R Nismo 2017, maestría samurai

 

Imponente. Nada más verlo sientes la sensación de estar delante un auténtico misil tierra-tierra, imposible no mirarlo. Con 600 CV de puro nervio enjaulados dentro del V6 de 3,8 litros, esta versión te arrebata el aliento si decides conocer hasta donde puedes hundir tu pie derecho. Unas sensaciones tan radicales como lo es su aspecto, tanto interior como exterior.

No podemos negar que es uno de los superdeportivos más llamativos del mercado, no puedes pasar desapercibido con semejante «bicho» con más músculo que Arnold schwarzenegger.

Este guerrero japonés recibe una «armadura» más llamativa que en su versión «estándar». Podemos encontrar fibra de carbono por toda la carrocería; un parachoques más bajo con diferente configuración aerodinámica, faldones laterales anchos, alerón trasero de fibra de carbono renovado y un difusor más «racing» que da cobijo a los cuatro monstruosos tubos de escape.

Nos asomamos al interior del GT-R Nismo como niños curiosos cuando ven el juguete que quieren por Navidad; seguimos teniendo la misma ilusión al fin y al cabo, sólo que nuestros «juguetes» son algo más grandes y- por desgracia- bastante más caros. Nos sentamos dentro de la variante Nismo y sentimos como los asientos de nuestra unidad nos aferran al GT-R como si de un coche de competición se tratara. Un inmejorable soporte lateral y una comodidad realmente sorprendente que nos hace «comunicarnos» más con este «samurai».

El acabado en Alcantara domina todo lo que tenemos a nuestra vista; el panel de instrumentos adquiere un tono rojizo que nos recuerda en todo momento en la exclusiva máquina en la que estamos montados. Además, por si tenías aún dudas, pequeñas placas identificadoras «Nismo» allá por donde mires, tanto en el interior como por toda su carrocería hasta en las llantas forjadas de 20 pulgadas (les ha faltado sólo ponerlo en la llave…).

Sensaciones

El puesto de conducción es más bajo- detalle que personalmente me gusta- en comparación con el GT-R 2017. Nada más sentarte se siente diferente, más agresivo. Aunque utilice la misma base, se han llevado a cabo algunas modificaciones como el chasis reforzado y una suspensión más deportiva junto con barras estabilizadoras renovadas, por tanto obtiene ese «plus» de estabilidad y agresividad que le posiciona un escalón por encima de su compañero de gama.

Recordemos que su corazón se compone de un V6 biturbo potenciado hasta los 600 CV– 30 más que la versión «de calle»-. A pesar del aumento de potencia, no se nota mucho cambio a la hora de hundir el pie derecho a tabla. El silbido característico de los turbos se hace más notable en este versión. Mantiene los mismos números que el GT-R 2017; 0-100 km/h en 2,8 segundos con una velocidad máxima de 315 km/h, cifras capaces de sonrojar a más de un superdeportivo de gran nombre (y con un precio mucho más elevado).

Más que en el apartado de potencia, donde realmente se hace patente un cambio significativo es en su comportamiento en curva. Mantiene la fabulosa tracción total que ha elevado el nombre GT-R al olimpo de los superdeportivos, eficaz en aceleraciones y en tracción a la salida de las curvas. En el GT-R 2017 sufría el subviraje normal que todo coche de tracción a las cuatro ruedas sufre (aunque tengo que decir que casi nulo); sin embargo en la versión Nismo ese subviraje parece haberse eliminado, gracias en parte al kit aerodinámico que monta este modelo.

El tren delantero obedece a la perfección cualquier mínimo cambio en la dirección, tardas un poco en acostumbrarte a esta sensibilidad. Los frenos son inagotables, aunque en este apartado no ha habido cambio alguno.

Con un coste de 185.000 euros, ¿merece la pena pagar casi los 80.000 euros adicionales que separan a ambas versiones? Si me preguntan a mí, diría sin ninguna duda que sí, si los tuviera… Pocos superdeportivos presentan ese diseño tan rompedor y demoledor junto con una mecánica impecable que ha sido desarrollada desde la primera generación del R35.

 

No hay muchas diferencias a nivel mecánico, sólo 30 CV más que- cómo es lógico- no son perceptibles por sí solo. Es el conjunto del nuevo kit aerodinámico junto con las demás actualizaciones que se llevan a cabo debajo de su piel las que le dotan de unas prestaciones casi al nivel de competición.

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