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Mazda MX-5 RF, Toyota GT86, BMW 220i M Sport, nubes, por favor

Aunque a todos nos encanta el MX-5 Roadster, cuando pisas el concesionario los comerciales son muy claros: ocho de cada diez compradores prefieren la versión de techo duro. Así fue en la generación anterior y, seguramente, así será en esta. Los motivos son variados: mejor sensación de seguridad, un techo sin el mantenimiento que conlleva el de lona, que se puede deteriorar y que hay que tensar cada pocos años y, al final, poder disfrutar del mismo modo que el roadster cuando salen los primeros rayos de sol.

Por eso nos ha sorprendido mucho el MX-5 RF, porque su techo ya no imita el de un cabrio, sino el de un “targa”, dejando libre al sol solo la parte central del techo. Este original sistema de cubierta permite al pequeño Mazda ser más un cupé que un cabrio, y hará que quienes quieran sol elijan el roadster de techo de lona y los que prefieran la ligereza, precisión y estilo de un cupé, compren este minideportivo. El hecho de que sea más cupé que antes nos permite buscar más competidores. El RF está disponible desde 25.500 euros con el motor 1.5 litros de 130 CV, pero hemos elegido el dos litros de 160 CV en esta versión Sport, que sale por 31.300. En este territorio se encuentra con el Toyota GT86, con una tarifa algo inferior a los 33.000, y sin duda un coche a contemplar si lo que queremos es disfrutar conduciendo.

El Toyota, con tracción trasera y cambio manual, recurre a un motor bóxer de origen Subaru con 200 CV, y el discreto restyling al que ha sido sometido le ha traído un puñado de Led a las luces delanteras y traseras y algunos retoques en las calidades del interior, pero no más potencia, que era lo que esperábamos. Y si hablamos de cupés deportivos, BMW no podía faltar a la fiesta, y es que su Serie 2 encaja perfectamente en lo que un conductor busca de un coche… y algo más.

El 220i coupé sale por 33.700 euros, y equipa un motor turbo –tan habitual en el mercado y sin embargo el único en esta compañía– con cuatro cilindros, 184 CV y tracción trasera. La unidad probada equipa el cambio automático ZF de ocho velocidades que, la verdad, encaja a la perfección con el refinamiento de este modelo. Salimos a la carretera para ir probándolos. El Mazda es el primero en caer en nuestras manos, y el diseño exterior es peculiar. El coche ha quedado alto y con unos cortes de carrocería que recuerdan al primer BMW Z4. Es pequeño y, por tanto, también muy ligero, ya que, incluso con los 50 kilos extra del nuevo techo, apenas supera los 1.000 en la báscula.

En el interior el techo se pliega en apenas 13 segundos, una maniobra que tendrás que hacer parado o conduciendo muy despacio. Con el techo abierto, el sol y el aire no impactan tanto como en el roadster ni tampoco como en el anterior cupé cabrio. A partir de 120 km/h el viento hace de las suyas, así que volvemos a cerrar el techo y a disfrutarlo como cupé.

SU TERRITORIO SON LAS CURVAS

Aquí nos encontramos con una mecánica honesta, pero ni sube de vueltas con la alegría del motor 1.5 de su hermano pequeño ni tiene el empuje final de un VTEC de Honda. Las prestaciones están ahí, y la tracción trasera hace el resto. El cambio es una auténtica delicia, y aunque existe una versión automática, no sabríamos por qué alguien iba a elegirlo en lugar de este cambio tan bueno. El MX-5 es una gozada en cuanto salíamos de la autovía.

El interior es un poco “íntimo”, ya que no hay mucho espacio y los pasajeros están muy “juntitos”, en un habitáculo sin guantera ni apenas huecos. En autovía podemos ir rápidos, pero hay que ir atentos a la dirección porque no tiene el aplomo de otros coches debido a su pequeño tamaño. Es solo una sensación, porque el RF es muy seguro, pero el MX-5 se mueve mejor en curvas. En estos trazados la dirección es tan pura que podemos hacer el mismo trazo que teníamos pensado sin mayores problemas. Eso sí, que nadie piense en gloriosas derrapadas: las ruedas son tan anchas que el par no suele acudir a romper su adherencia, y aunque hay algo de movilidad, difícilmente saldremos de lado en una curva.

EL ALEMÁN TIENE MUCHO TALENTO El BMW

Es tan diferente que casi se ve descolocado en esta compañía. Y es que el modelo ha evolucionado a la par de los clientes de la marca: lujo, refinamiento, imagen… mucho nos tememos que, si fuera reemplazado por uno idéntico, pero de tracción delantera, solo los fanáticos del M2 llorarían la pérdida, pero no por ello BMW deja de invertir en coches deportivos, al contrario.

El Serie 2 lo es, una bonita carrocería con un coqueto interior, más que razonable maletero y un poderoso motor turbo que se funde a sus rivales en todo momento. El par llega tan pronto y es tan abundante que el BMW se siente rápido, incluso conectado a la excelente caja de cambios opcional. Frena bien, tiene una dirección muy precisa y, en este acabado con pack M, nos deja tutear a la carretera. Eso sí, tampoco es el rey del drifting, ya que sus enormes gomas no serán desbancadas con facilidad de la carretera. Sobra decir que parece mentira que por una cantidad de dinero similar el BMW ofrezca tantísima calidad interior.

Toca subirnos al japonés. Puede que sus ventas no superen el éxito de modelos de antaño como el Celica, pero el GT86 tiene un legión de incondicionales que suspiran por su dinamismo y agilidad –alguno hay en el Team CAR–. Los detractores te dirán que su motor bóxer no es nada carismático: no suena bien, su par motor máximo llega, atentos, a las 6.400 revoluciones y la potencia un poco más arriba. De acuerdo, puede que una versión turbo hubiera sido la leche, del tipo Nissan 200 SX, pero amigo, llegan las curvas, y aquí es donde el GT86 demuestra lo que vale.

Con el nuevo modo “Track” conectado, las ruedas pueden derrapar de forma más libre, contando aún con la seguridad del ESP si nos pasamos en algún momento. Esto nos hace apretar un poco más, subir a tope de vueltas, frenar tarde, girar rápido, sentir la carretera y pasar un rato en grande a los mandos de este casi desconocido modelo de la marca líder en híbridos. Por dentro ha cambiado el navegador y otros detalles, pero lo esencial sigue ahí: un coche para descubrir la magia tras el volante.

TRES COCHES Y UN DESTINO

Cuesta decidir un ganador, que uniría la ligereza del MX-5 con la potencia del BMW y el chasis del Toyota, pero cada uno tiene su público. El MX-5 RF será el favorito de los que quieren disfrutar de vez en cuando del cielo abierto. Es un coche muy divertido de conducir, carismático, bien equipado y acabado. El BMW es el rey del refinamiento, y es el cupé para los que buscan, sobre todo, una buena imagen y calidad para el día a día. Es el más rápido, el que menos consume y el que tendrá un mejor valor de reventa.

En cuanto al Toyota, es simplemente el mejor coche para aprender a conducir a fondo. Si tuviera más potencia lo elegiríamos de calle, pero tal y como se ofrece se disfruta al máximo solo en los momentos en los que puedes exprimir su mecánica hasta el final. Si buscamos un deportivo, es el coche, pero en un mercado lleno de compromisos, si buscamos confort o exclusividad, tiene que ceder ante sus rivales, además de ser el único sin una versión cabrio, de momento…

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