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Prueba Mini Countryman 2017 ¿Será capaz de mantener el tipo en una jornada de caza?

Un chico de campo, o al menos eso dice el nombre que luce en su trasera, Countryman, aunque la verdad es que al nuevo mini-SUV de Mini lo que le gusta es la ciudad, la puerta del cole y, como mucho, alguna excursionista a la nieve, pero nosotros nos hemos empeñado en demostrar que este puede ser un auténtico “Countryman”, así que nos lo llevamos, ni más ni menos, que a un día de caza, donde tendrá que demostrar que su tracción total sirve para algo más que lucir un brillante logotipo “All-4”.

Countryman

La segunda generación del Countryman ha crecido nada menos que 20 centímetros de largo y unos 3 de ancho. El resultado es que es un coche más grande, amplio y “menos Mini”. El chasis es el mismo que el del BMW X1, y de hecho equipa en esta versión Cooper S un poderoso motor dos litros turbo de 192 CV unido a un cambio automático de ocho velocidades y tracción total. Con esta configuración el Cooper S cuesta 36.000 euros, opciones aparte.

Como es normal en un Mini, el Countryman es ágil y rápido en la carretera. La suspensión tiene recorridos más amplios que antes, y en eso se nota que estrena plataforma, porque resulta cómodo sin perder un tacto de dirección tan directo como en todos los Mini. Conducirlo en zonas de curvas es una gozada, y la tracción total no genera ningún tipo de subviraje, más bien al contrario, el coche se agarra y, si acaso, podemos mover un pelín la trasera.

Mejora como el buen vino 

Que el coche ha madurado también se nota en el refinamiento interior. El Mini quiere ser modernete, y como no puede ponerse gafas de pasta, ha llenado su salpicadero de luces de colores que aparecen incluso en las molduras de las puertas. Los asientos, y más con el tapizado en piel color crema de nuestra unidad, son de puro lujo, y el enorme reloj central y la gran pantalla digital parecen el equipamiento menos adecuado para un día de campo. Ya veremos. De momento en carretera vamos deprisita, el consumo no es alto, el rumor del motor muy bajo y lo único que echamos en falta es un poco de carácter y ruido mecánico. 

Countryman

En nuestro punto de encuentro nos esperan tres cazadores, gente de orden con un atuendo a tono al que yo mismo me he puesto esta mañana en casa y me hacía parecer ridículo. No te rías, cualquier año se pone más de moda que las botas Hunter que tienen tus hijas. Charlamos un poco, les contamos cómo queremos hacer el reportaje, asienten y suben en sus coches. Mis compañeros conducen auténticos todoterreno. Veteranos Land Rover Discovery y Defender o Toyota Land Cruiser, todos con tracción 4×4 para llegar a una de las zonas de caza. Las instrucciones son claras: “En principio ve detrás de nosotros, es más cómodo si tenemos que remolcarte”. Salimos, y la pista de tierra no está muy embarrada. El Mini encuentra tracción con facilidad y podemos seguir el ritmo, habitualmente lento, de nuestros compañeros de jornada. Para ellos sus coches no tienen nada de pijerío. Lo único que les piden es que no se rompan ni les dejen tirados. Como es normal, a uno le falla una ventanilla, otro tiene varias luces del cuadro encendidas y el tercero…, el tercero tiene una capa de barro por dentro y por fuera que nos costaría años conseguir en el Mini. Eso sí que es pedigrí.

Countryman

Llegamos al primer punto de caza y empezamos la jornada. Mientras mis compañeros le dan al gatillo yo decido divertirme un poco con el Cooper S, buscando más caminos embarrados en los que encontrar tracción aquí y allá con el ESP en modo “apagado”. Vuelvo a nuestra zona y los chicos están más relajados. Me preguntan por el coche y deciden meterse en el mismo para llegar al local en el que vamos a almorzar.

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En principio el Mini no parece diseñado para cuatro adultos equipados para cazar, pero la banqueta trasera se recorre hacia atrás unos veinte centímetros, y pronto llega una alabanza al amplio espacio: “Esto parece un Range”. Otro de los ocupantes empieza a comentar lo bien cosidas que están las pieles: “Mejor que en algunos de los útiles que llevamos nosotros”, y el tercero busca en la pantalla la ubicación del Mini en el camino, que sorprendentemente aparece en la pantalla, a pesar de que, al parecer, no todos los que viajan por allí conocen la ruta. Comentamos algo de la mecánica hasta que llegamos a una zona de hierba húmeda, seguramente el firme más resbaladizo. Quito todos los controles y acelero, notando como las ruedas de asfalto del Mini –las de sus coches tienen un dibujo que parece de tractor– sufren para encontrar adherencia, pero van rascando aquí y allí para sacarnos adelante.

Countryman

El campo no tiene sentimientos

Llegamos al bar de los almuerzos y se distinguen claramente dos tipos de clientes, ya que hay un par de Range Rover último modelo full equipe y varios 4×4 con bastante barro y algunos años a sus espaldas. Dentro no hay distinciones, y todos comentan las piezas que están sacando en la jornada, anécdotas de la temporada o detalles de armas, renovaciones de licencias, fuerzas del orden y compañía. Nadie habla de política ni de fútbol ni de coches en este planeta extraterrestre para nuestro Mini.

“El campo no tiene sentimientos, los débiles se quedan atrás y los fuertes siguen adelante”, me dice uno de mis compañeros. Subimos al Mini, que ya está hecho unos zorros de sucio, y mis compañeros toquetean el cuadro de mandos comentando lo bonito del equipo multimedia. “¿Conocías el equipo del modelo anterior? Porque esta generación ha dado un salto tremendo”. Se hace el silencio. “Ni siquiera sabía que había modelo anterior, este es el primer Mini 4×4 que he visto en mi vida, y no creo que veamos otro por aquí”. Todos reímos. Seguramente esto es lo más cerca que va a estar en toda la historia un Mini Countryman de ser un auténtico chico de campo, así que volvemos a la caza y, con el paso de las horas, terminamos la jornada antes de irnos a comer de forma campestre, es decir, mucho, muy bueno y bien regado.

Me despido de mis amigos y me dirijo a un lavado antes de que se acabe el día. El Mini está quedando bastante limpio, mientras pienso que este modelo, en lugar de tener varios tipos de sistemas de tracción, reductora o diferenciales bloqueables, cuenta con modos de conducción “Sport”, “Mild” y “Eco”, tiene un montón de colores interiores en los que el azul es el que menos chirría, y el único sistema para ir fuera del campo es apagar el ESP e intentar que coja tracción allí donde pueda. No es un chico de campo, la verdad, aunque llegado el momento podría serlo, y si alguna vez nuestro Mini tiene que estar siempre fuera de la carretera, por un apocalipisis zombie, por ejemplo, podríamos circular con bastante seguridad, confort y llegar a nuestro destino.

Countryman

De vuelta a casa

Volvemos a la ciudad disfrutando de los asientos calefactables, el buen equipo de audio, la pantalla digital con velocímetro y varios delicatessen más. El nuevo Countryman es un coche de barrio bien, pero ha mejorado muchísimo frente a una primera generación que resultaba muy sencilla, pero que ha tenido un gran éxito de ventas.

Countryman

El nuevo es un coche más grande, más maduro, más completo, con un gran chasis, una amplia gama de eficaces motores y un sofisticado sistema de tracción total. Además, es divertido de conducir, permite viajar en familia a la nieve y puede convertirse en el coche ideal para combinar la ciudad y la carretera. Es un coche caro para ser un Mini, pero sin duda la alta calidad justifica el precio, y el hecho de que no haya rivales definidos para este coche –el Audi Q2 es más pequeño por dentro y el Mercedes GLA es menos deportivo– hacen del nuevo Countryman un automóvil que apetece tener en el garaje porque, al fin y al cabo, es todo un Mini. 

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