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Los juegos del barro: Wrangler, Jimny y Clase G

Los 4×4 como el Jeep Wrangler nacieron para las granjas y el campo, lugares donde un Land Rover simplemente formaba parte del paisaje. Digamos que no había que llevarlos urgentemente a limpiar cuando se manchaban de barro o cosas peores. Después, esos rudos 4×4 conquistaron nuevos territorios, como los animales anfibios que hace millones de años salieron del mar y fueron conquistando la tierra firme.

Wrangler Jimny Clase G Barro Revista CAR

Se convirtieron en SUV, crossovers e incluso en un Lamborghini o un Rolls-Royce. Pocos 4×4 se han salvado de este proceso de refinamiento, pero aún quedan por ahí algunos de esos anfibios con el ADN primigenio, con carrocerías cuadriculadas y dispuestos a sacar del barro a cualquier SUV urbano que haya quedado atrapado. En un mundo lleno de coches altos con tracción delantera, su pureza es de agradecer.

En nuestro grupo por supuesto falta un Defender, pero el nuevo no llegó a tiempo. En todo caso, nuestros tres contendientes, Jeep Wrangler, Suzuki Jimny y Mercedes Clase G, son modelos nuevos que no renuncian a la electrónica. Pero sí que sacrifican mucho refinamiento a cambio de poder moverse en el barro como pez en el agua.

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Cuando cierras la puerta del nuevo Suzuki Jimny tiembla todo el coche. En parte porque la puerta es una parte importante de su pequeña carrocería (3,65 metros de largo), y en parte también por su suspensión de ejes rígidos, con concepto muy resistente y sencillo que ya usaban los Defender hace 30 años. Este pequeño 4×4 ha causado sensación desde que se presentó, y la demanda es tan grande que hay largos plazos de espera. Cuando lo tienes delante sin duda engancha, tan cuadriculado y genuino. Te pasas un rato mirándolo y parece muy simple, pero sin duda es llamativo y expresivo, como si fuera el personaje de una película de dibujos animados.

Reinterpretando a los clásicos

A su lado, el Jeep Wrangler de cinco puertas parece una limusina. Este también es una reinterpretación de un modelo clásico, que enlaza con el mismísimo Jeep que sirvió en la Segunda Guerra Mundial. Pero que su aspecto no te engañe, porque el Wrangler JL es un coche totalmente nuevo más ancho y largo que incluye chasis y suspensión reforzada, puertas, aletas y capó de aluminio e incluso portón de magnesio.

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En el interior encontramos una pantalla táctil y lo último en conectividad, y también notamos que las barras antivuelco que hay bajo el techo desmontable son más gruesas. El parabrisas también se puede tumbar hacia delante e incluso desmontar, pero para eso primero hay que quitar el techo.

Nuestro tercer contendiente es el Mercedes Clase G, también conocido como G-Wagen. Como los otros dos, es una reinterpretación de un modelo clásico, pero en este caso llevado al máximo nivel. Se sigue fabricando en la factoría de Graz (Austria) y todo es nuevo, tanto la carrocería como el bastidor de acero que la sustenta. Solo hay tres piezas que permanecen: los tiradores de las puertas –los técnicos se han asegurado de que estas sigan haciendo ese genuino ruido metálico “clunk” al cerrar–, los limpiadores de los faros y la tapa de la rueda de repuesto.

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Respecto a la aerodinámica no hay mucho que hacer con esas formas (Cx de 0,54), pero han enrasado más las ventanillas y los carriles para la lluvia con el fin de que el viento haga menos ruido. Las franquicias entre los paneles también son más estrechas, y el coche es 53 mm más largo y 121 mm más ancho.

También son nuevos los motores, el cambio automático de nueve velocidades, la dirección o la suspensión, que mantiene el eje rígido atrás pero delante lleva un nuevo sistema de doble trapecio. Además, el interior es más amplio y hay más espacio tanto delante como detrás. Al fin y al cabo cada vez se usan más lo 4×4 como coches con chófer. El G ha mejorado notablemente su comportamiento en carretera, aunque eso no lo experimentamos en nuestro “festival del barro”.

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Empezamos por el más veterano

El diseño del G es su principal activo y en Mercedes han gastado mucho dinero en mantener su estilo. Por eso lleva auténticas virguerías como los grandes y tradicionales intermitentes que van sobre las aletas delanteras, que se bajan en caso de atropello. Así cumplen con las normas de seguridad, pero son cinco veces más caros que unos convencionales.

Esta exuberancia técnica se refleja en el precio del G63 AMG, que en España es de 173.750 euros. Un precio cercano al de un Bentley Bentayga, y dinero suficiente para comprarte una brigada de 10 Jimny. El G más barato –y el que tiene más sentido– es el G 350d con 286 CV, que sale por 114.500 euros. Por encima está el G 500 (127.450 euros), cuyo motor 4.0 biturbo rinde 422 CV.

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Empezaremos a rodar con el G 63, donde todo es extraordinario. Te subes en él como quien se encarama a un tractor, pero el interior es una maravilla, con cuero exquisito, una gran pantalla central y mucho metal pulido. Así que su exterior clásico se contrapone con un interior de super-limusina. También es peculiar el parabrisas tan vertical y por supuesto el sonido del motor. En lugar del esperable traqueteo diésel, hay un ronroneo de V8 al estilo NASCAR.

Hay gustos para todo, pero atravesar una trialera suele ser la mejor parte de la práctica del todoterreno. Avanzar a través de zonas embarradas vadeando áreas de profundidad desconocidas siempre es emocionante, incluso en una cantera como en la que nos encontramos. En el Dynamic Select del Mercedes los conductores pueden elegir entre cinco tipos de conducción como en otros modelos de Mercedes: “Comfort”, “Sport”, “Eco” e “Individual”.

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¿Y si lo que queremos es subir una pendiente embarrada? No hay problema. Independientemente del modo de conducción seleccionado, el coche cambia a “G-Mode” en el momento en el que activa uno de los tres bloqueos del diferencial o se conecta la reductora. Los bloqueos se activan mediante tres enormes botones en el centro de la consola, no hay que andar buscando en submenús digitales.

Con todos ellos bloqueados y con neumáticos mixtos, debemos tener más o menos la capacidad off-road de un carro de combate. Soy el primero en subir por una colina sin estar muy seguro de que sea escalable en automóvil. El V8 cobra vida y el coche comienza a avanzar sobre el barro, son casi 850 Nm de par empujando. Me asomo sobre el volante con los dientes apretados, y hay tanta pendiente que no puedo ver hacia donde vamos. Pero el G llega sin problema hasta la cumbre, triunfante. Y detrás llega el Jimny, capaz de seguir al Mercedes a cualquier parte.

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Cambio de montura

Bajarse del G y subirse al Jimny provoca una sonrisa. De pronto el Suzuki no parece tan 4×4 como pensábamos. El asiento no está tan alto y el interior es como el exterior, anguloso y con la instrumentación metida en una especie de bloques cúbicos, con un estilo muy ochentero. Es lo que más nos gusta del Jimny, su consistencia.

El tacto de los pedales y el cambio, el ruido del motor (1.5 de 102 CV), todo se siente manual y analógico. Mientras la mayoría de los fabricantes trabajan para eliminar los ruidos y las vibraciones hasta el extremo, el Jimny se percibe directo y mecánico. Admito que viajando rápido por autopista hay bastante ruido, también aerodinámico, y que no es especialmente cómodo. Pero en el campo es un coche fuerte, desafiante y lleno de carácter.

Engranamos la reductora y comenzamos a rodar. La primera es muy corta y en segunda se mueve como si fueras andando. Mejor en tercera, paseo rápido. El motor 1.5 no es un cañón, pero combinado con la reductora resulta muy eficaz. Además tiene la ventaja del peso bajo, ya que sus 1.200 kilos son menos de la mitad de los 2.485 del Clase G.

Esto, unido a su suspensión sencilla hace que sea adorable pero poco refinado en carretera. En todo caso, con él cualquier excusa te servirá para meterte en el barro o hacer una excursión por el campo, y será tu nuevo mejor amigo.

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Con coches como estos es fácil dejarse llevar por impulsos y empezar a proponer pequeños retos como “vamos a subir a aquella loma”, “¿será capaz de atravesar este charco?”, “eso lo paso yo sin reductora”, y cosas por el estilo. Cuando un coche se enfrenta a un obstáculo los conductores de los otros dos observan expectantes, y es que hay algo absurdamente fascinante en ver a un 4×4 luchar contra los elementos.

Es en este ambiente de entusiasmo cuando decidimos desmontar el techo del Jeep. Tumbar o quitar el parabrisas es más complicado, pero el techo se quita fácilmente por paneles. Después intentamos atravesar un lago de barro y el Wrangler lo consigue sin problemas. En el siguiente intento lo hacemos más rápido y desafortunadamente, por aquello de la teoría del caos, un pequeño incremento en la velocidad propicia una ola de barro que choca contra el morro del Jeep y salpica sobre todo el coche.

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Tenemos barro por toda la cara y nos reímos, pero luego vemos que el interior está como si una fábrica de galletas hubiera explotado. Ahora sí que estamos metidos en faena, y además con el coche que mejor explota el espíritu guerrero. En esta situación el interior del Mercedes G parecería contaminado, pero el Jeep, el cuero negro del Jeep y sus alfombrillas de goma opcionales manchadas, parece aún más genuino. Lleva además en los bajos unas salidas con válvula que dejan salir el agua pero no la deja entrar, una gran idea para poder lavarlo con una manguera.

Prestaciones brillantes en barro y en asfalto

El Wrangler es un gran todoterreno y el motor turbodiésel de 2.2 litros de 200 CV le permite ofrecer unas prestaciones brillantes. Además su comodidad tanto en carretera como en el campo ha mejorado mucho en la nueva generación. No obstante, nuestro modelo de pruebas llevaba unos neumáticos BF Goodrich muy camperos que no brillaban en el asfalto.

Es un coche con mucha presencia, especialmente con el acabado Rubicon, y un modelo sensacional para hacer 4×4 sobre barro deslizante. Se parece más al Mercedes que al Jimny en la forma en que entra y sale de los agujeros llenos de lodo. Es grande, pesado y con el cambio automático de 8 marchas, de modo que la acción se siente más alejada que con el inmediato Jimny.

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El motor diésel del Jeep no puede competir con el V8 en poderío, pero cuando bloqueas los diferenciales y metes la reductora, nunca echarás de menos más par y siempre encontrarás tu camino para salir totalmente airoso.

Se acabó lo bueno de jugar en el barro

Al final de la jornada los coches están bien sucios, con mucho barro, pero así tienen muy buen aspecto. Y nunca nos hemos quedado atrapados, a pesar de intentarlo seriamente. A la hora de volver a casa la mejor opción es, por supuesto, el Mercedes G63, un automóvil que no tiene mucho sentido, como tantas cosas buenas de la vida.

Si quieres hacer todoterreno es mejor otra versión del G, y si quieres ir rápido por carretera hay otros SUV de AMG con un comportamiento superior. Pero este es el que más mola, y contra eso es difícil replicar. Los todocaminos se venden sobre todo por imagen y puede que estos 4×4 también, pero nuestros protagonistas son mucho más que una cara bonita.

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