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Los coches de El Padrino, celebramos sus 50 años

No sé si les ha pasado también a ustedes, pero nosotros hemos tenido El Padrino en VHS, en CD y en diferentes formatos, “pack coleccionista”, “montaje del director” o como los quieran llamar. Tres películas que se pueden ver por partes (estrenadas en 1972, 1974 y 1990) o también como un relato continuo de nueve horas. Los nombres de Sonny, Clemenza, Tom Hagen o Don Tommasino son como de la familia, e, incluso de vez en cuando, entrecerramos los ojos y soltamos alguna frase sobre los amigos y los enemigos. No vamos a contarles a estas alturas de qué va la trilogía de El Padrino, una obra tan esencial para ilustrar a tus hijos como El Quijote o la Piedad de Miguel Ángel. Y como puro arte que es, con motivo de su 50º aniversario en los estudios Paramount ha llevado a cabo una restauración de las tres películas dirigidas por Francis Ford Coppola.

Durante tres años se han examinado más de 300 cajas de rollos de película para encontrar la mejor resolución posible para cada fotograma. Han dedicado más de 4.000 horas para reparar manchas, desgarros u otras anomalías en los negativos, y emplearon más de 1.000 horas para “una rigurosa restauración del color, que asegurase que las herramientas de alto rendimiento dinámico respetaban la versión original de Coppola y del director de fotografía Gordon Willis”. Todo esto suena muy bien, de modo que ya tenemos excusa para volver a comprar la saga de la familia Corleone.

Según dice su director, Francis Ford Coppola, “El Padrino es la historia de un gran rey que tuvo tres hijos”. Y en una narración que transcurre en América y en Italia durante casi un siglo, además de amor, familia, honor o venganza, debe haber coches. Es evidente que los automóviles no son un aspecto esencial de la saga, pero sí son un atractivo adicional para los aficionados como nosotros. 

Todo un golpe de suerte

Los coches tampoco eran importantes para el italo-americano Mario Puzo (1920-1999), el autor de la novela y el posterior guión. No obstante, en el libro sí dedica unas líneas a decir cuánto le gustaba a Clemenza su Cadillac azul. A sus 45 años, Puzo había escrito dos novelas que habían pasado inadvertidas. Colaboraba en revistas y terminó de escribir El Padrino en julio de 1968, porque necesitaba 1.200 dólares para viajar con su esposa y sus hijos a Europa. Su mujer llevaba veinte años sin ver a su familia y él se lo había prometido… Volvió con una deuda de 8.000 dólares en sus tarjetas y muchas preocupaciones. Pocos días después, su editora le dijo que había vendido los derechos por 410.000 dólares.

En la editorial tuvieron buen olfato y fue un gran éxito cuando se publicó en 1969, convirtiéndose en el libro más vendido en EE UU, Inglaterra, Francia o Alemania. Según decía el propio Puzo, “no me avergüenza admitir que escribí El Padrino basándome solo en la investigación y la documentación. Nunca conocí a un gánster de verdad. Conocía muy bien el mundo del juego, pero eso es todo. Cuando el libro tuvo éxito, nadie se creía que yo nunca había conocido a un “don”. En diferentes partes del país escuché la historia de que la Mafia me había pagado un millón de dólares como parte de una operación de relaciones públicas. Incluso algunos escritores dijeron que yo mismo era miembro de la Mafia. Yo agradecí el cumplido”. El estreno original de la película tuvo lugar en el Loew’s State Theatre de Nueva York, el 24 de marzo de 1972. 

El Padrino también es una historia sobre el poder, y los automóviles siempre han sido una forma de proyectarlo, de dejarlo claro a los demás. Hoy igual que ayer, los hombres más poderosos se desplazan en modelos grandes y caros. La película empieza en la fiesta de la boda de Connie, la hija de El Padrino Vito Corleone (Marlon Brando), en 1945. Poco después se reúnen los Corleone con Virgil Sollozzo, y este acude en un Buick Limited Touring Sedan de 1940. Al rechazar los primeros entrar en el negocio de los narcóticos, Sollozzo y la familia Tattaglia intentan asesinar a Don Vito. Los coches de los jefes mafiosos debían ser invariablemente negros y enormes, a pesar de los calurosos veranos neoyorquinos. En 1940 Packard fue la primera marca que montó aire acondicionado de fábrica. 

Un deportivo de lujo que aparece en la película, aunque de forma fugaz, es el Cord 812 de 1937. Está aparcado en la mansión del productor de cine al que Tom Hagen hace una visita para persuadirle, de una forma poco animalista, de que contrate al cantante Johnny Fontaine. Estas espectaculares máquinas con motor V8 destacaron por ser los primeros coches americanos con tracción delantera. 

El coche de don vito

El gran protagonista, Vito Corleone, utiliza un Cadillac Fleetwood Series 75 de 1940. Ese es el coche al que iba a subir tras salir de su oficina y comprar naranjas, cuando fue tiroteado por encargo de Sollozzo y la familia Tattaglia. Ese día su chófer Poli inventó una excusa para no ir, así que condujo su hijo Fredo, que no supo hacer frente a los pistoleros. El Fleetwood Series 75 es el gran Cadillac de la época, el tope de gama, y fue muy utilizado por los Corleone. En el mundo real, el magnate Howard Hughes tuvo uno. 

El Packard Super Eight One-Eighty de 1941 tiene bastante protagonismo en la película, al aparecer rodando por varias calles de Nueva York. Clemenza sale de su casa subido en él y lo usan para liquidar de tres tiros al chófer traidor, Paul, Poli, Gatto. De esa escena se recuerda la parsimonia de Clemenza al abandonar el Packard: “Deja el arma y coge los cannoli”. Además tiene una fotografía muy simbólica, en la que se ve el Packard de perfil en una especie de cañaveral, con la estatua de la libertad al fondo. Este modelo se fabricó con carrocería berlina (5,4 metros de largo), sedán y convertible, con un motor de ocho cilindros en línea y 5.8 litros de cilindrada que rendía 160 CV. 

Con “V” de vendetta

Otro modelo imponente donde viaja Vito, aún más grande, es la ambulancia LaSalle (submarca de Cadillac) en la que Don Corleone vuelve a casa tras recuperarse de ser tiroteado. 

Tras el ataque contra Vito, su hijo Michael (Al Pacino) se venga de los autores (Sollozo y el capitán de la policía McCluskey) y huye a Sicilia para ocultarse hasta que las cosas se tranquilicen. Allí le cuida un gran amigo de su padre, Don Tomasino, que se mueve por la isla en un modesto Fiat 508 Balilla. En sus paseos por el campo Michael conoce a Apollonia, una bella joven con la que se casa poco después. Durante algún tiempo, Michael y la siciliana disfrutan de la vida en un precioso Alfa Romeo 6C 2500 Sport Freccia d’oro de 1947, un modelo para ricos de la posguerra.

Pero sus enemigos encuentran a Michael y corrompen a su guardaespaldas Fabrizio para que coloque una bomba en el deportivo. El plan no sale como estaba previsto, y es Apollonia la que vuela por los aires cuando arranca el Alfa. Hoy en día uno de estos deportivos se cotiza por encima de los 300.000 euros, pero cuando se rodó la película en 1972, el Alfa era un coche viejo. Así que para hacer la película, simplemente le metieron unos explosivos y lo hicieron estallar. 

 No obstante, el coche más recordado de la primera parte es probablemente el Lincoln Continental Coupé de 1941 que conduce Santino (Sonny), el hijo más temperamental y callejero de Vito. Este coche era uno de los más caros de Estados Unidos en aquella época, y llevaba un motor V12 con un cambio manual de tres velocidades. Curiosamente, en la novela, el coche de Sonny era “un Buick”, sin especificar modelo. A Sonny le tendieron una trampa con la colaboración de su cuñado Carlo: este le pegó otra paliza a su hermana Connie y ella se lo contó a Sonny quien, cegado por la ira, salió disparado de la casa familiar, tan rápido que no pudieron seguirle sus guardaespaldas. Al llegar a un peaje desde Long Island, un Buick bloquea el paso al Lincoln de Santino, y varios tiradores con subfusiles Thompson enviados por Barzini dejaron al hijo de Vito y a su Continental como un colador.

Es una de las mejores escenas de la película y al parecer en el rodaje se usaron dos unidades del Lincoln. Según Sonny Abagnale, especialista y suministrador de los coches, el Continental acabó con 147 tiros. Cuando Michael toma el mando de la familia y decide enfocar sus negocios en Las Vegas, llega al hotel en el Packard Executive Sedan by Henney de 1954, una limusina con unas inusuales llantas de radios de la que solo se fabricaron unas cien unidades aquel año. Luego vuelve a usarla a lo largo de la película. En el funeral de Vito Corleone, con la asistencia de los jefes de las cinco familias de Nueva York, volveremos a ver varios Cadillac Fleetwood Series 75, además de unos curiosos modelos fúnebres con caja traseras al estilo pick up, destinados específicamente al transporte de las coronas de flores. 

La infancia de Vito

En la segunda parte de El Padrino la película viaja al pasado, a la infancia de Vito Corleone, marcada por la tragedia. En 1901 el mafioso local que imponía su ley en el pueblo de Corleone, Don Ciccio, mató a Antonio, el padre de Vito. Durante el funeral también matan a Paolo, el hermano mayor de Vito, y su desconsolada madre visita al cruel Don Cicio pidiendo clemencia para Vito, su único hijo vivo. Este se niega porque de mayor querrá vendetta (venganza) así que disparan a la madre de Vito y el niño consigue escapar corriendo. Unos vecinos logran sacarlo del pueblo y el pobre chaval, con 10 años, embarca solo hacia América. En esta coyuntura tan difícil, Vito forja su carácter y logra abrirse camino en el barrio neoyorquino de Little Italy. Allí se casa en 1914 y comienza su ascenso. 

Naturalmente Vito no olvidó lo que hicieron con su familia, y corría el año 1922 cuando decidió viajar a Sicilia y cobrarse su venganza. Usaron un Fiat 503 Torpedo de 1923, con motor cuatro cilindros y unos 15 CV, para ir a casa del odioso Don Ciccio y rajarle el abdomen con un cuchillo. 

¿Segundas partes nunca fueron buenas?

La segunda parte de El Padrino se desarrolla tanto en el pasado, en la juventud de Vito, como en el presente, cuando su hijo Michael dirige los destinos de la familia. En 1955 Michael trasladó la residencia familiar desde Long Beach al lago Tahoe en Nevada (cerca de Las Vegas), y en 1958 se celebró la comunión de su hijo Anthony. Después Michael visita a Hyman Roth en Miami, conduciendo él mismo un llamativo Ford Fairlane Town Sedán del 58 negro y rojo. En otra escena, Frank Pentangeli va a reunirse con los hermanos Rosato. Estos intentan matarle pero un policía frustra el plan y se produce un tiroteo en plena calle. Los Rosato huyen en un enorme Lincoln Mk IV blanco del 59, con sus llamativos faros dobles en posición diagonal. 

En ese periodo Michael viaja a Cuba para sondear la posibilidad de invertir allí. Recorre las calles de La Habana en la parte trasera de un Mercury Montclair verde de 1958. Desde el coche ve cómo un rebelde se suicida haciendo estallar una granada dentro de un Chevrolet de policía, matando a un agente. Este suceso hizo pensar a Michael: “A los policías les pagan por luchar, a los rebeldes no”, así que los sublevados podrían ganar, como finalmente sucedió (entran en la capital el 1 de enero de 1959). Cuando vuelve a casa en el enorme Chrysler Imperial Crown de 1958, la finca está cubierta de nieve y en el jardín descansa el coche de juguete que su hijo recibió por Navidad. Se percibe la soledad de El Padrino y la frialdad con su esposa Kay hace presagiar la próxima separación. Tras la muerte de la matriarca, la esposa de Vito, en 1959, Michael ordena ejecutar a su hermano Fredo, al que no perdona su traición. 

La tercera parte comienza en 1979, veinte años después de la muerte de Fredo. Michael había dejado la residencia del lago Tahoe tres años antes, y se trasladó a vivir a Nueva York. Intenta desvincularse del mundo del crimen, pero no lo consigue. El mafioso local Joey Zasa promociona el sorteo de un Cadillac Eldorado diésel de 1979, durante una procesión religiosa. Lo del motor alimentado por gasoil resultaba raro en el mercado americano, y montaba un gran V8 atmosférico de 5.7 litros que rendía solo 130 CV. Vincent, el hijo ilegítimo de Sonny, organiza un exitoso plan para acabar con Zasa. Uno de los hombres de Vincent se sienta en el Cadillac y lo raya con una llave, para atraer al guardaespaldas de Zasa. 

Los reyes de nueva york... y del vaticano

Desde ese momento Vincent se gana la confianza de Michael, que ve en él a su sucesor. Los negocios turbios con miembros del Vaticano marcan la tercera entrega de la saga. Michael viaja a Sicilia y le llevan en un Maserati Quatroporte de tercera generación. En una película tan cuidada visualmente no podía faltar el gran coche italiano de la época, modelo que también utilizó Luziano Pavarotti o el presidente italiano Sandro Pertini. 

Otra berlina menos exótica que aparece es el Mercedes W123, con carrocería normal y limusina, un modelo de lujo muy abundante desde mediados de los setenta. 

Con motivo de la ópera protagonizada por su hijo Anthony Corleone, Kay, exmujer de Michael, viaja a Sicilia, y El Padrino la lleva a hacer un poco de turismo en una berlina Lancia Gamma. La pareja disfruta de algunos buenos momentos, antes de que unos asesinos disfrazados de curas disparen a Don Tomasino cuando viajaba en su viejo Lancia Aurelia. Tras la representación, la tragedia volverá a golpear a la familia Corleone. Al fin y al cabo, como decía Tom Hagen: “Para los italianos la vida es tan dura que el hombre debe tener dos padres que velen por él, por eso todos tienen un padrino”. 

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