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La norma Euro7

No nos extraña que todos los fabricantes estén disgustados. La prohibición de motores de combustión en la Unión Europea para 2035 les ha obligado a desarrollar gamas completas de vehículos exclusivamente eléctricos en un tiempo el doble de rápido. Pero, además, ahora deben centrar su atención en el corto plazo y realizar cambios significativos en su línea de modelos actual para poder eludir la exigente normativa anticontaminante.

Después de cierto retraso, el pasado mes de noviembre, la Comisión Europea reveló la norma Euro 7. Esta establece los límites máximos que deben cumplir los automóviles nuevos fabricados a partir del 1 de enero de 2025.

Thierry Breton, comisario de Mercado Interior de la Unión Europea, ha afirmado que las nuevas normas “garantizarán que los automóviles con motor de combustión comercializados hasta 2035, así como los vehículos pesados y los vehículos eléctricos, sean lo más limpios posible durante el mayor tiempo posible y donde quiera que se utilicen”.

Eso está muy bien en la teoría, pero los fabricantes de automóviles tienen que llevarlo a la práctica y, como es lógico, están bastante cabreados. Por ejemplo, el jefe del Grupo Stellantis, Carlos Tavares, ha definido a esta norma como una “desviación”. Por su parte, los grupos ecologistas siguen en su línea y también están descontentos porque dicen que las regulaciones deberían ser todavía más exigentes. De hecho, Felipe Rodríguez, líder del programa de vehículos pesados en el Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT), asegura que las normas podrían y deberían ir más allá. No obstante, Rodríguez valora algunas de las innovaciones de la Euro 7. La prueba de emisiones en conducción real (RDE, por sus siglas en inglés) ha eliminado “requisitos restrictivos y ha simplificado el procedimiento, lo que debería mejorar su representatividad en el mundo real”. 

¿Y cómo afectará todo esto a su próximo automóvil, si lo compra a partir de enero de 2025? Un estudio alemán calcula que la normativa Euro 7 añadirá unos 500 euros al coste de cada coche nuevo. Por ejemplo, el nuevo requisito de que las emisiones de un motor se prueben cuando hace frío (momento en el que se libera una mayor cantidad de NOx), así como cuando hace calor, significará que algunos automóviles deberán equiparse con catalizadores eléctricos.

Todo ello con un calendario bastante exigente que, cuanto menos, parece poco realista e insuficiente para permitir que la industria tenga tiempo para adaptarse y hacer los avances tecnológicos necesarios. El vicepresidente de Toyota Europa, Andrea Carlucci, afirmó al respecto que “todavía necesitamos más tiempo de investigación; 2025 puede sonar muy lejano desde el punto de vista legislativo, pero, desde el punto de vista del desarrollo, es mañana”.

La jefa de DS, Beatrice Foucher, ha destacado la inversión que los fabricantes de automóviles ya están haciendo para electrificar sus coches, uno de los métodos más claros para reducir las emisiones globales. “Cuesta mucho cambiar totalmente tu formación”, dice Foucher. “Tienes que invertir en baterías, nuevos sistemas de propulsión, etc... que tenemos que amortizar en cinco a diez años”.

Mientras las marcas invierten en híbridos enchufables porque los países todavía no están preparados para los eléctricos, al mismo tiempo, tienen que invertir mucho dinero en la norma Euro 7. “Administrar la industria automotriz así no es justo”.

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