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João Manuel Magalhaes: alta costura

En la costa del sol se puede admirar una colección de automóviles y moda única en el mundo. No es un museo al uso, porque su impulsor, João Manuel Magalhaes. tampoco es un coleccionista de coches al uso. Posee unos cien automóviles de colección, pero al señor Magalhaes le aburre hablar de potencia o número de cilindros, lo que motiva es el estilo y la belleza. En el espacio global y multicultural que ha concebido se combinan automóviles, alta costura y diseño, enmarcados en movimientos y manifestaciones artísticas del siglo XX.

João Manuel Magalhaes

Al entrar en el museo el visitante se encuentra con un panel que resume muy bien el espíritu de la exposición. En el titular se lee: “El
automóvil como obra de arte”, y continúa así: “El automóvil, objeto símbolo del siglo XX ha atraído siempre la atención de aristócratas, artistas y gentes del mundo que manifiestan sus talentos y deseos de exhibicionismo. Promotor de independencia, propulsor económico, desarrollo social y cultural. En este museo, vehículos de tres siglos enfatizan la relevancia del automóvil desde su aspecto estético relacionándolo con la evolución artística de cada época”. Por tanto, los automóviles se combinan con elementos de cada periodo histórico, principalmente ropa femenina y mobiliario.

João Manuel Magalhaes

Los espacios temáticos en los que se encuadran los diferentes coches son los siguientes: la Belle Époque, Los dorados años 20, Coches populares, Años 30-Art Déco, Coches de diseño, Coches de ensueño, Energías alternativas, Tradición Inglesa, Años 50-La Dolce Vita y Tuning-Hot Rods.

Ese cartel que recibe al visitante también recuerda que “llegaron a existir más de 4.000 marcas de coches y de ellas pocas subsistieron”, e invita a la reflexión con la siguiente sentencia: “No era suficiente un buen motor y una bella carrocería. Había un factor más determinante: ¡la imagen! y es lo que exponemos en este espacio de arte, moda y buen gusto”.

João Manuel Magalhaes

El museo es, según las propias palabras de João Manuel Magalhaes, una sorprendente puerta abierta no solo para intelectuales, sino para todos los apasionados de la historia y la belleza. La sensibilidad estética del coleccionista portugués fue cristalizando desde su infancia, rodeado por la pasión por los automóviles de su padre y la elegancia de su madre. Recuerda que ya por 1944, cuando sus progenitores se casaron, se fueron de luna de miel en un viejo Renault que funcionaba con un gasógeno, porque no había gasolina.

João Manuel Magalhaes

Su padre fue un importante empresario textil de Caldas de Vizuela (Portugal), amante de las máquinas y los coches. Él fue quien inició la colección de automóviles. También era aficionado al esquí de montaña y acuático, y esto último lo aprendió en Cannes cuando iba de vacaciones. Allí se cruzó con la escritora Françoise Sagan y su XK 120, y así comenzó su fascinación por los Jaguar. Por otra parte, la madre de João Manuel fue una de las mujeres más elegantes de la sociedad portuguesa de su tiempo, “una de las primeras en usar vestidos de Elsa, Schiaparelli y perfume Chanel Nº5”.

João Manuel Magalhaes

La colección de la familia Magalhaes comenzó con coches populares como Austin, Morris o Citroën. Luego muchos americanos como Studebacker o Cadillac y más tarde llegarían los europeos de lujo como Talbot, Jaguar o Bentley. “Hasta que llegó la catástrofe… la Revolución de los Claveles y la casi destrucción de la colección. Los vientos cambiaron en Portugal en 1974 y la persecución de los hombres emprendedores, algo común en las revoluciones, liquidaron prácticamente la colección y les llevó a vender muchos de los vehículos”, recuerda João Manuel. Vio partir muchos coches como los Delage, magníficos Packard o varios Rolls, y otros se salvaron escondidos en Verín (Galicia), pasando la frontera de noche clandestinamente. “Con la normalización de la situación vimos renacer la colección de las cenizas. Fue mucho más fácil gracias a la apertura al mundo de la globalización”. Tras la muerte de su padre, João Manuel Magalhaes tomó la decisión de invertir y mejorar la colección.

Superar las expectativas de João Manuel Magalhaes

“Mantengo la convicción de que en nuestros tiempos, donde todo o casi todo ha sido ya visto, o se hacen cosas excepcionales o no vale la pena hacer nada. La banalidad y los temas aburridos no le interesan a nadie. Lo importante pero más difícil es, primero, sorprender a la entrada para después superar las expectativas a la salida. Así es como empecé con este reto, pero con un factor nada frecuente en un coleccionista de coches. Y es que, a diferencia de mi padre, ¡yo no entiendo absolutamente nada de mecánica! Aún los incrédulos me siguen preguntando: ¿Si usted no sabe nada de motores, ¿cómo ha hecho todo esto? ¡No es posible! Y yo siempre respondo: ¡Y menos mal que no sé nada! Si supiese quizá no habría hecho nada significativo, perdería todo el tiempo abriendo y cerrando capós, y para eso ya están los mecánicos. Lo importante no es ser experto en pistones, válvulas o carburadores, sino tener una buena visión del mundo”. Muchos de los coches de la colección los encontraron en muy mal estado, en gallineros, desguaces o palacios. El bellísimo Lancia Astura, por ejemplo, solo contaba con el bastidor y el motor, y la carrocería fue encontrada abandonada en el campo como un esqueleto. El Peugeot Eclipse estuvo enterrado durante la II Guerra Mundial.

En el museo se exponen casi cien automóviles y más de cien exclusivos vestidos de alta costura, expuestos junto a los coches o encuadrados en exposiciones temáticas. En Trilogy por ejemplo, se expuso la relación entre una gran personalidad de la moda, su vestido y el automóvil. Chanel/Mercedes, Dior/Ferrari, Balenciaga/Hispano-Suiza o Schiparelli/Bugatti. Magalhaes cree firmemente que la moda es el octavo arte, y habla con pasión de la impresionante recopilación de vestidos, accesorios, muebles o sombreros. “Un vestido de alta costura es más que una prenda, es una expresión viviente de arte contemporáneo”.

João Manuel Magalhaes

João Manuel Magalhaes estudió Economía en Suiza y tiene mucho mundo a sus espaldas. Trabajó en la empresa familiar y en el mundo del prˆe-à-porter en París y Londres en los años sesenta. Recuerda que se hizo, casi por casualidad, con valiosos catálogos de estampados de las legendarias fábricas de seda de Lyon que habían quebrado. Luego las reprodujo con los técnicos de su empresa, y las camisas fabricadas con aquellos tejidos hicieron furor. Conoció a Luciano Benetton y fue responsable de su expansión en Portugal. También vivió una época de fiesta en fiesta, entre el Copacabana Palace de Río de Janeiro y el Regine, la versión francesa del neoyorquino Studio 54. En los setenta bebió champán en los cabarets de París con Marcel Heimoz, traficante de diamantes en Angola, cazador de cocodrilos en Colombia y propietario de minas de oro en Perú. “Las facturas eran tan altas que los violinistas nos acompañaban tocando hasta el Ferrari. Marcel era un amante de la fiesta y me presentó a Madame Claude en su palacio en la Rue de Boulainvilliers, donde ella organizaba sus famosas citas”.

Ya no bebe, y se queda embelesado cuando nos muestra las exuberantes creaciones de Givenchy, Ungaro, Balmain, Yves Saint-Laurent, Versace o Issey Miyake. Después de más de diez años en la Costa del Sol, João Manuel Magalhaes está estudiando nuevas localizaciones para el museo en diferentes puntos del planeta. Serán sus dos hijos los que gestionarán la colección cuando él falte. Tras tener el privilegio de visitar el museo guiados por Don Joao, nos despedimos de nuestro anfitrión. El señor Magalhaes está cansado porque ha venido conduciendo ocho horas desde su residencia portuguesa… al volante de su Toyota Yaris (quizás le guste su nueva generación).

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