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Jackie Stewart, el campeón escocés

Durante sus 11 temporadas en el automovilismo, John Young, Jackie, Stewart vio cómo 57 pilotos, algunos de ellos muy amigos como J. Clark, P. Courage, L. Scarfiotti, L. Bandini, B. McLaren y J. Rindt, dejaron la vida en las pistas. Hastiado de la carnicería de los años sesenta y comienzo de los setenta del siglo pasado, Stewart ya había decidido retirarse cuando, antes del Gran Premio de Estados Unidos de 1973, su compañero de equipo, el francés F. Cevert, sufrió un fatal accidente. “Llegué al lugar, François yacía inerte entre el amasijo de aluminio. Fue un impacto brutal. No pude permanecer allí. Di media vuelta y me alejé. Para siempre”. Nos comentó antes de un GP de España en el motorhome del equipo Williams (Jackie Stewart, consultor del Royal Bank of Scotland, coordina el patrocinio de esta entidad en la escudería inglesa).

Jackie Stewart

Un par de horas más tarde del trágico episodio, Stewart le dijo a Helen, su esposa desde 1962: “Ahora podremos envejecer juntos”. Y así ha sido. Había recorrido un largo camino desde que, a los 13 años, descubrió que su talento para el tiro le permitía destacar en algo, aumentar su auto­estima y olvidarse de las burlas de sus compañeros de colegio, que se mofaban de él debido a sus dificultades para aprender debido a una dislexia (enfermedad que le diagnosticaron, casi por casualidad, a sus 41 años). Apostado en una fosa de tiro al pichón era un “igual” que nada tenía que envidiar. Ganó varios campeonatos británicos y estuvo a punto de integrar el equipo olímpico con Gran Bretaña. Cuando dejó el tiro, a los 20 años, comenzó a correr y vio que también servía para eso. En 1964 lo descubrió Ken Tyrrell: 11 triunfos en F3 ese año y el título británico de la especialidad le abrieron la puerta de BRM y de la F1.

El joven aspirante escocés, corriendo con un chasis francés Matra vio en 1968 que la F1 tenía un enorme potencial como herramienta de marketing. Si Colin Chapman fue el pionero de los patrocinios modernos al pintar sus Lotus con la marca de tabaco Gold Leaf (1968), Stewart añadió valor a los patrocinadores transformándose en embajador, representante de las firmas y hombre imprescindible para lograr eficaces conexiones bussiness to business, lo que sigue haciendo actualmente: es embajador del Royal Bank of Scotland, de Rolex, de Möet et Chandon y otras marcas de alto standing.

Antes de su etapa comercial, mientras se arriesgaba en las pistas, Stewart se preocupó por sus colegas: organizó la Grand Prix Drivers Association, perfeccionó los cinturones de seguridad, introdujo los cascos cerrados homologados, los monos ignífugos y presionó para mejorar los circuitos. Ya retirado, como presidente del British Drivers Racing Club, propietario de Silverstone, organizó el Gran Premio de Gran Bretaña y fundó su propio equipo de fórmula 1 (Stewart Grand Prix). Poco después de ganar en el G. P. de Europa de 1999 con Johnny Herbert lo cedió a Ford y se dedicó nuevamente a sus conferencias y tareas promocionales.

En su reciente biografía, Winning is not enough, deja traslucir una gran pena por la desaparición de muchos pilotos amigos durante sus años de actividad. ¿No puede olvidar?
No. A medida que acumulas años comprendes mucho más lo que es la pérdida de una persona. Estuve años expuesto a la muerte y nunca la temí, pero eso no tiene relación con el gran vacío que queda cuando se va de tu lado un amigo.

Eran años difíciles. Las posibilidades de morir sobre un F1 en los sesenta y comienzo de los setenta eran de una a cinco y aún así seguía… Sí. ¿Sabes?, conducir y disputar una carrera de la F1 te da unas sensaciones muy fuertes, cuesta describirlas, pero son como una adicción, un aluvión de adrenalina. Y eso parece algo mágico”.

El tesón y la obsesión por los detalles que había adquirido en sus años de tirador le convirtieron en el piloto que mejor sabía poner a punto el coche y el que mejor analizaba su conducción y la de sus rivales. Sigue teniendo un ojo clínico para predecir lo que pasará con un piloto y casi nunca se equivoca. Incluso critica a los supuestamente intocables, como A. Senna o M. Schumacher:  “Ayrton era algo especial, el más rápido de su época. Pero, para mí, chocaba demasiado con otros pilotos. Una vez conté cuántos incidentes con otros coches habían tenido los campeones anteriores a él. Y la suma de todos no llegaba a igualar el total de Ayrton en sus años de F1. Esto se lo dije durante una entrevista para la televisión. Se enojó mucho. Sin embargo, años después, me llamó para consultarme sobre problemas de seguridad. Retomamos contacto y estuve presente en su funeral. Tuve el honor de ser uno de los portadores de su féretro”.

Sólo ocho años corrió Stewart en F1. Los pilotos contemporáneos suelen hacerlo entre 10 y 15 y salvo excepciones no sufren herida alguna. Un panorama muy diferente al de hace tres décadas, cuando los chasis eran una débil cáscara de aluminio, los brazos de suspensión se anclaban junto a las piernas y el depósito de combustible, sin protección, envolvía al piloto. Stewart sólo sufrió quemaduras leves después de salirse de pista en el G. P. de Bélgica de 1966. B. Bondurant y G. Hill lo sacaron del coche. Las ambulancias tardaron más de 20 minutos en llegar. Fue entonces cuando comenzó a abogar por la seguridad.

Jackie era muy amigo y fue discípulo de su compatriota, dos veces campeón de F1 (1963, 1965), J. Clark. Stewart estaba en España en 1968, revisando el circuito del Jarama cuando Clark falleció en la pista de Hockenheim a bordo de su Lotus de F2. Así, quedó como piloto de referencia y, con su estilo rápido y preciso, obtuvo sus tres entorchados.
Durante sus buenos años, e incluso después, supo ganarse el respeto, la amistad y la admiración de altas personalidades mundiales. Y muchas de ellas son sus amigos. Entre ellos se cuenta el rey Juan Carlos, el sultán de Brunei, la princesa Ana de Inglaterra. Stewart tenía trato de amistad con el príncipe Rainiero y con el rey Hussein de Jordania, a quien le hizo probar uno de sus F1. Era, y es, invitado a la mesa de reyes y admirado por estrellas como Sean Connery, George Harrison, Frank Sinatra o Jack Nicklaus.

Por eso, como Juan Manuel Fangio, siguió teniendo una enorme presencia aún después de retirado. Stewart ha mantenido su capacidad de influencia durante todos estos años. Aún así, la vida le puso a prueba muchas veces: su esposa Helen y su hijo Paul –que dirigía su equipo de F1– fueron diagnosticados con cáncer, aunque ambos lo superaron. Él mismo sufrió una operación en una de sus mejillas para extirpar un pequeño tumor precanceroso.
Sin embargo, sigue al pie del cañón, e inquieto por los momentos por los que ha atravesado y atraviesa la F1. “Es verdad que corren tiempos difíciles, pero la FIA no debería haberle dicho a los equipos cómo reducir los gastos… Pase lo que pase, este deporte es muy grande y siempre seguirá existiendo un campeonato mundial con los mejores pilotos y los coches más desarrollados técnicamente, a través de los cuales las grandes corporaciones pueden dar a conocer sus mensajes”.

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