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Flavio Briatore, millones, victorias, trampas y castigo…

Ahora que Bernie Ecclestone ya no está al frente de la Fórmula 1, repasamos la historia de uno de sus íntimos amigos, Flavio Briatore. Entre los dos consiguieron llevar al deporte del motor a lo más alto, con audiencias planetarias, y todavía tienen una legión de incondicionales que siempre han perdonado sus «malas artes» en favor del espectáculo. Pero tanto fue el cántaro a la fuente que al final se rompió. Muchos considerarían una desgracia ser expulsado del mundo de la F1 y del deporte motor, como le sucedió al italiano Flavio Briatore en el año 2009, cuando era el todopoderoso patrón del equipo Renault, detentor de 42 victorias, tres títulos de constructores y cuatro de pilotos. Sin embargo, ni el más leve sonrojo se vislumbró en el rostro de este histriónico personaje al conocer la condena de expulsión de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) por “apañar” el GP de Singapur que Fernando Alonso ganó en 2008.

¿Que aprobó que Nelsinho Piquet se estrellara para sincronizar la salida del safety car con el repostaje de Alonso, su compañero, y catapultarlo hasta la primera posición? Pecata minuta, apenas un episodio menor de una vida llena de momentos oscuros que sus últimos 20 años en la F1 casi hicieron olvidar. Ese pasado acechaba oculto y lo ha llevado casi al ostracismo –se le prohibió de por vida participar en el automovilismo–. Conozcamos un poco su historia.

Una gran ambición

Hijo de dos maestros de escuela, nacido en Cuneo en 1950, Flavio vio la posibilidad de tener el mismo dinero que sus acaudalados amigos del country club del pueblo cuando se relacionó con el inversor de Cuneo, Attilio Dutto. Éste había adquirido una pequeña fábrica de pintura al banquero testaferro de la mafia, Michele Sindona. Una bomba hizo volar al coche de Dutto, con éste al volante, en 1979. Flavio despareció y reapareció en Milán haciendo gala de mucho dinero. Se hizo amigo de varios nobles descarriados, se dedicó al póquer y, para la banda del mafioso Francis Tutarello, buscaba incautos para desplumarlos en las mesas de juego. Un tribunal de Milán lo juzgó y condenó a tres años de prisión. Para entonces, él ya estaba en las Islas Vírgenes. Allí abrió algunas tiendas de Benetton. Cuando logró una amnistía volvió a Italia y se adentró en la jet set. Luciano Benetton sabía de dónde venía y de lo que era capaz, y le envió a EE UU. Allí abrió hasta 800 tiendas franquiciadas. Ya casi millonario y sin saber dónde tenía el motor un F1, se hizo cargo del equipo Benetton en 1990. Empezaba una nueva vida.

La gran oportunidad del equipo se presentó en 1991: Michael Schumacher había impresionado en su debut en Bélgica con Jordan. Briatore maniobró y en la siguiente carrera el alemán estaba sentado en un Benetton. El resto es la historia conocida del play boy Flavio. Pero el pasado le perseguía. En enero de 1993 una bomba estalló en la puerta de su apartamento de lujo en Londres, situado en Cadogan Place, Knigthsbridge. Culpó al IRA, pero poco antes había probado uno de sus coches de fórmula 3000, quedando poco satisfecho, un joven miembro de la familia mafiosa Bonanno…

Teniendo como ingenieros a Ross Brawn, Rory Byrne y a Pat Symonds, el equipo Benetton, con Schumi, ganó los títulos de 1994 y 1995, con motores Ford y Renault, respectivamente. Briatore estaba en la cresta de la ola: iba a ser fugaz propietario de los equipos Ligier y Minardi y de los motores Supertech –ex Renault hasta 1999–. Y en 2000 fue llamado por Renault para comandar el equipo que compró a la familia Benetton.

Imagen de Play Boy

Hedonista y exhibicionista, Briatore se paseaba por los circuitos en compañía de sus bellas conquistas, entre ellas las modelos Heidi Klum y Naomi Campbell. Su nutrida actividad romántica no le impidió dirigir la escuadra Renault que ganó los certámenes de pilotos y constructores con Fernando Alonso en 2005 y 2006. Briatore tomó bajo su ala a Alonso en 2001, después de que fuera descubierto por Adrián Campos. Y el asturiano volvió a situarlo en el pináculo. A finales de 2006 hubo grandes festejos en la enorme discoteca Billonaire, de su propiedad, situada en Porto Cervo, Cerdeña, allí donde también amarra su gran yate, Force Blue, de 80 metros de eslora.

Además del campeonato de Alonso festejaba estar vivo. “He tenido un cáncer maligno en el riñón izquierdo. Esto me hecho reflexionar, cortaré lo superfluo y ayudaré más a los demás”, declaraba entonces. Eso no le impidió asociarse con su amigo Bernie Ecclestone en el equipo de futbol Queens Park Rangers de Londres. En junio de 2008 hizo un voto para sentar cabeza: se casaba con la bella presentadora de la televisión italiana Elisabetta Gregoraci (arriba), pero no iba a olvidarse de sus ansias de ganar.

Si en algo ha sido franco el encantador Flavio es en anunciar que su objetivo en la vida ha sido sólo uno: hacerse millonario. Su lema, desde adolescente cuando enseñaba esquí en las pistas cercanas a su pueblo, era: “Si quieres, puedes”. Y él ha tenido siempre una respuesta para el cómo: “Por cualquier medio”. Ocurrió el episodio de Singapur y demostró que no había perdido sus malas costumbres. Bueno o malo, lo cierto es que la Fórmula 1 necesita más personajes como Briatore para que el espectáculo nunca cese.

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