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BMW i8 y Lamborghini Huracán contra SRT Hellcat y Mustang GT, etapa 3, de Las Vegas a Los Ángeles

Si no has visto la etapa 2, te dejo aquí el link.

Desde que una asociación por la abstinencia celebró aquí su reunión anual por error en 1951, ningún grupo de hombres ha consumido menos alcohol en Las Vegas que nosotros. Y tampoco ha habido un tipo tan tacaño que llegara en un Lamborghini al Caesar’s Palace y lo aparcara él mismo para ahorrarse la propina. Estamos destrozados por el jet lag y el viaje, pero hay que reconocer que en este grupo falta espíritu festivo y sobra responsabilidad. Así al menos estábamos frescos por la mañana, para emprender rumbo a Los Ángeles.

Se produjo una pequeña situación de crisis cuando, al arrancar el Lamborghini, su pantalla TFT indicaba falta de aceite. Era domingo pero encontramos un sitio abierto, y al final el Huracán fue el único que bebió. Iniciamos el camino de vuelta a Los Ángeles hacia el sudoeste, por la Interestatal 215. En Henderson vamos hacia la Higway 95, donde hay una recta de 5 km seguida de otra de 20, el paraíso de la velocidad. No hay un alma por la carretera y voy en el Mustang a 230 km/h muy a gusto, aprovechando su poderoso V8 y rezando para que no haya por ahí un helicóptero. Después pasamos a una carretera solitaria, buscando un viejo garaje para hacer fotos. Hacía tiempo que no podíamos conducir en el verdadero sentido de la palabra.

Después de llevar el Lamborghini y el i8 la dirección del Ford me parece lenta, y la sexta demasiado larga. Pero es la nueva suspensión multibrazo trasera la que ha transformado al Mustang. Se siente noble y ágil y con mucha facilidad para deslizar el eje trasero… lo hemos pasado tan bien que las gomas traseras están en las últimas. Angeles National Forest nos sorprende con un paisaje casi alpino, con telesillas y todo, y eso que a 60 km esta la gente haciendo surf. Dos de nuestros colegas tienen interés en ir al Parque Natural de Anza Borrego –por el explorador español Juan Bautista de Anza–, así que añadimos unos cientos de kilómetros más a la ruta. ¿Quién iba a quejarse con coches como estos y la gasolina la mitad de precio que en Europa?


Durante los últimos días he conducido el Lambo varias veces, pero esta es la primera en la que puedo disfrutarlo a fondo. Me fascina su aspecto exterior e interior, hemos esperado años para tener un panel de instrumentos tan completo y estoy alucinado de lo bueno que es el nuevo cambio de doble embrague. La dirección no es como la del Ferrari 458, pero me temo que cuando probemos el nuevo 488 con motor turbo, todos preferiremos el V10 atmosférico. Con esa urgencia en la respuesta, ese sonido y esa forma de subir de vueltas. Respecto a los asientos, cuando pasas muchas horas en ellos son tan duros que la CIA podría usarlos para torturar terroristas. Lo mejor de estas pruebas es poder bajarte de un coche y subirte al otro para percibir todas las diferencias.

El Hellcat ofrece prestaciones increíbles sin aparente esfuerzo y cómodas butacas, pero están colocadas muy altas. Esa sensación también se siente en el Mustang, aunque forma parte de la personalidad de los muscle. En cuanto a sensaciones, quizá lo más curioso es que el coche más complejo técnicamente, el i8 con 362 CV, se sienta tan natural. La posición de conducción es muy buena y el tacto de los frenos también, a pesar de que es capaz de recuperar energía en las frenadas. Es muy cómodo y además acelera con inmediatez. Al llegar a Temecula tengo claro que el i8 es más rápido que el Mustang, el Hellcat más veloz que el i8, y el Lamborghini está por encima de cualquier otro. Y más bebedor también, aunque por poco. Según nuestros datos el Huracán ha gastado de media 13,8 litros, los muscles están igualados en 13 (sorprendente), y el i8 se queda en 6,1. Tomamos unas hamburguesas en Chipotle y seguimos por una carretera solitaria, con trazado variado.

Me sorprende lo fuerte que tengo que ir con el Lamborghini para mantener a los demás a raya y, aunque aún tiene margen para ir mucho más rápido, no hay duda de que los demás también saben moverse por carreteras viradas. Cuando volvemos al hotel es cuando más se disfruta, cuando conduces más libre y concentrado. De pronto veo a lo lejos el Hellcat parado y una nube de vapor alrededor. No parece que tenga gran cosa, pero son las diez de la noche, estamos lejos de cualquier pueblo y lo más parecido que tenemos a una herramienta es un chicle y un poco de papel de aluminio. Afortunadamente, el servicio de Dodge vino muy rápido, y se lo llevaron.

Al día siguiente visitamos el parque pero no fue lo mismo sin el SRT, todos lo echamos de menos. Sus asientos, el silbido de su compresor, esa capacidad para ganar velocidad, esa increíble facilidad para quemar goma aunque ruede a 70 km/h. Y cómo olvidarlo, con espacio para poner todas nuestras cosas. Hemos aprendido que los supercoches son malos compañeros de viaje si quieres llevar algo más que una camiseta.


Vamos llegando al aeropuerto y el cielo es naranja, siempre da pena marcharse de California. La cuestión es si podemos contestar a las grandes preguntas: ¿Quién construye los coches más gratificantes? Secretamente todos hemos deseado conducir el Huracán por Las Vegas y atronar a los turistas con su V10. Es sin duda el coche más visceral y extremo, sin compromisos. El Mustang es el más discreto pero también el más polivalente, con diferencia el más barato (44.000 euros en España) y divertidísimo para derrapar. Dos conceptos inventados en los años sesenta, los supercars (Lamborghini) y los muscle cars (Mustang) siguen plenamente vigentes. El i8 es otra cosa. Cuanto más lo conduces más valoras un coche que gasta la mitad que el Huracán, cuesta también la mitad y es diez veces más cómodo, y que también atrae todas las miradas. Nos cuentan que en BMW no estaban preparados para la fuerte demanda, y que están dando hasta 18 meses de plazo de espera. Pero el coche que nos ha conquistado a todos es el Challenger SRT.

Esperábamos que fuera un poco pintoresco y en cierto modo lo es, pero si te has olvidado de divertirte al volante, el Hellcat es la medicina. Fantaseamos incluso con la idea de traer uno a Europa pero, como las chuletas para desayunar, no funcionaría. Como un breve y furtivo amor de verano, es mejor dejarlo estar.

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