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Opinión: Los Villota, algunos hombres buenos

Hola profesor, sé que te tengo algo abandonado, pero te observo y te llevo en el corazón… y como dice tu amigo Julio Iglesias: “Y lo sabes”. Somos pocos con el nombre de Emilio, pero los que conozco sois nobles de espíritu, y algunos, héroes del petróleo. Fuiste mi mejor editor en aquella publicación adelantada a su tiempo llamada Club Sport, fue un orgullo trabajar para ti cuando yo estudiaba Periodismo en la Complutense y luego me repescaste en los inicios de Car and Driver como redactor de clásicos.

Villota

Hoy todavía recuerdo las largas charlas que ambos tuvimos sobre coches antiguos e incluso sobre la vida, cuando muy poca gente adoraba lo que hoy es un mundo en crecimiento, el de los vehículos vintage. Tú ya creías en el auge de los clásicos y me lo contagiaste. Recuerdo tus frases en la Copa 968 CS de Porsche, cuando viajábamos por tantos circuitos: “Hoy tenemos más comodidades en los coches, pero menos tiempo para usarlos. Son más rápidos, pero parece que corran menos con tanta tecnología. Tenemos automóviles más grandes y familias más pequeñas…”.

Emilio de Villota, qué bien suena, suena a visionario, a campeón de leyendas, a pionero del deporte del automóvil fuera de España. Cuando te criticaban (deporte nacional) era por envidia, pero a la cara todo el mundo te adoraba, no te asustes, es propio de los líderes y tú eres uno de ellos. Cuando ocurrió lo de tu hija, ahora hace tres años, el accidente de María y su Marussia de F1, lloramos como el día del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Dos años después, cuando ella nos dejó, tú desapareciste como un caracol al que le tocan los cuernos. Hoy, y poco a poco, te hemos visto volver, reponerte. Yo no creo que hubiese sido tan fuerte como tú, tengo tres hijas y cuando se suben a un coche pienso en María, pero sobre todo en ti y en tu silenciosa mujer, Isabel, ella sí se merece tres curvas en el Jarama…

Villota

Por ley de vida todos esos homenajes tendrían que habértelos hecho a ti, estoy seguro que lo hubieses preferido. Lo tuyo es competir incluso en la vida y, aunque te pinchen las cuatro ruedas, todavía tienes energía para seguir, eres una lección para todos. Decía tu amigo Nacho Medina (Medinabi) que Emilio de Villota era el único tipo brillante capaz de venderse sin representante, capaz de conseguir sus sponsor llamando a la puerta del IBEX del ayer, sin un jefe de marketing al lado. Amigo y profesor, pero sobre todo un “hombre bueno”, te he visto estos días como embajador de neumáticos Continental, te he seguido en la magnífica entrevista que el periodista y amigo Fernando Gómez-Blanco te dedicaba en Antena3, y te hemos aplaudido como mecenas de los 50 años del Jarama –felicidades al RACE por su buen hacer–, cuando ponían el nombre de María a la última curva que quedaba por designar.

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Qué alegría verte regresar como un torero con solera, de los que solo se marchan con la muerte, justo el día que acaba su biografía. Hablar de muerte para un piloto o un taurino no es tan traumático, ellos suben a “las ruedas”… y su cabeza apunta que algo puede pasar, pero lo de María fue injusto, como lo de Schumacher. Muere joven para ser leyenda, pero eso no es lo que queríamos. No obstante, su legado y sus dos años de vida después del accidente es lo más grande que ha dado el automovilismo en todo el mundo. María se preparó 15 años para que llegase ese día y todo se marchó en menos de un segundo. Cuando me coloco detrás de un camión de Danone y veo que bajan la compuerta trasera y no llevan colgando los reflectantes, pienso en María y en esa espada que le segó la vida.

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Yo creo que María tenía algo de Ayrton Senna, y era la bondad y la sencillez, tan difícil en esa profesión. Pido perdón a nuestros lectores por contar una historia tan triste como real, pero era necesaria. ¡María, sonríe por favor!

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