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La vida secreta de Enzo Ferrari

Al mismo tiempo que ganaba campeonatos de F1 y resistencia, Il Commendatore mantenía una complicada vida personal. Por un lado su matrimonio disfuncional con Laura Garello y, por otro, una secreta casa familiar con Lina Lardi y su hijo Piero, heredero hoy de la leyenda y el prestigio de la marca del “cavallino rampante”. 

Al mediodía del 8 de mayo de 1957, por la puerta del taller de vía Abetone 4, en Maranello, se recortaron en contraluz dos figuras. El mecánico Ugo Bertoni, que acababa de montar un neumático Englebert en el rojo Ferrari 335 Sport dorsal 531, que en tres días iba a conducir Alfonso de Portago en las Mille Miglia, reconoció inmediatamente a Peppino Verdelli, el fiel chófer del “ingegnere”. A su lado un niño flacucho, tirando a alto, en torno a 12 años de edad y una nariz alargada y aguileña.

“¿Será él, ese niño?”, pensó. “Sí, lo es, es lógico. Dino ya no está”. Era un secreto a voces en Módena y Maranello que Enzo Anselmo Maria Ferrari, il “ingegnere”, il “Commendatore” o il “Drake” (dragón), tales eran sus apodos, tenía una segunda familia.

Ugo tuvo la confirmación cuando Verdelli ayudó al niño a sentarse al volante del Ferrari y el chaval abrazó el aro en posición de las 10 y 10, y dejando reposar apenas sus antebrazos sobre la elegante circunferencia de madera-metal. “Igual que como lo hace su padre”, se reafirmó Ugo. Peppino alejó a Ugo un momento del coche y le dijo al oído: “Sé discreto, no le digas a nadie que hemos estado aquí. Que nadie se entere”.

Nadie se atrevía a ventilar en voz alta las cuestiones personales de quien ya era famoso en Italia y un pilar de la industria en Módena-Maranello.

Enzo Ferrari, el mismo designado primero “Cavaliere” y después “Commendatore” (comandante) por sus victorias con Alfa Romeo en los años veinte por el mismísimo Duce (Benito Mussolini); el que se había enfrentado a la apisonadora germana de Mercedes y Audi en los años treinta ya como propietario de la “Scuderia Ferrari”; el mismo que sobre los restos de su fábrica en Maranello bombardeada en 1944 fundó la nueva Ferrari Sociedad por Acciones en 1946, el ganador, dos veces en Le Mans, ocho veces las Mille Miglia y tres campeonatos mundiales de pilotos hasta entonces. Un héroe de Italia al que había que respetar.

Se sabía que su matrimonio de 1923 con Laura Dominica Garello, no funcionaba. Una espesa niebla de frustración ocultaba el feliz día en que se conocieron en 1921 bajo la recova de la estación ferroviaria de Porta Nova, en Turín. Enzo Ferrari mantenía una férrea lealtad para con la mujer, ya inestable mentalmente, que le había ayudado a crecer en sus años más difíciles. La respaldaría despidiendo a ocho de sus máximos colaboradores en octubre de 1961 por solicitar que se alejara de la fábrica a la inestable y agresiva Laura. El director técnico, Carlo Chitti estaba entre ellos y Ferrari hizo entonces la que sería una jugada maestra: nombró al joven ingeniero recién graduado, Mauro Forghieri al frente del departamento técnico. Con Forghieri iban a llegar cuatro campeonatos mundiales de pilotos y siete de constructores.

La vida de Dino

En 1929, con su matrimonio reducido a las convenientes apariencias, Enzo entabló una fuerte relación con Lina Lardi, 10 años menor que él tras conocerla como secretaria en la oficina de uno de sus carroceros, Orlandi en Modena. Al poco tiempo, Lina pasaba a ser otra secretaria en la empresa de Ferrari.

En 1932, cuando nació Alfredo Dino Ferrari, primer –y único– hijo de Enzo y Laura Garello, Lina ya estaba instalada en Sette Canni, 7 kilómetros al este de Módena, en una pequeña explotación agrícola. Enzo llevaba una doble vida.

En torno a sus 4 años de edad a Dino se le diagnosticó “distrofia muscular”. “Su destino es fallecer en torno a los 20 años...” , dictaminaron los médicos.

Igualmente Enzo preparó a “Alfredino” como si fuese a ser su sucesor. Ya adolescente brilló en sus estudios de ingeniería mecánica y economía en Suiza. Y en la fábrica intervenía en cuestiones de diseño, tratando mucho con Aurelio Lampredi, creador del primer V12 de F1 de la “Scuderia”. Aún postrado en el hospital y cercano a su final, en junio de 1956, Alfredo enviaba dibujos y sugerencias a Lampredi para completar un motor V6 de 1.5 litros, destinado a una fórmula promocional, que daría numerosas victorias a Ferrari en Fórmula 2. Enzo estaba a la cabecera de la cama de Dino en sus últimos momentos. Y escuchó con el corazón dolorido: “¿Por qué, porqué debo morir? Y tú lo sabías y no me lo dijiste. ¿Por qué? Porque tú y mamá me habéis hecho nacer si tenía que terminar de esta manera”.

El trágico destino de Dino desestabilizó aún más emocionalmente a Laura, que protagonizaba frecuentes episodios maníaco-depresivos (trastorno bipolar) y se peleaba constantemente con la madre de Enzo, Adalgisa, mecánicos y asistentes directos del “Commendatore”.

La familia secreta

“¡Papá, papá, ¿qué ha pasado en las Mille Miglia?”, Piero no sabía cómo, pero se atrevió a preguntar. Por la radio él y “mamma” Lina se habían enterado de la gran tragedia el domingo 12 de mayo de 1957, cerca de Guidizzolo. El Ferrari de Alfonso de Portago se había salido del camino tras el reventón de un neumático. El bólido, descontrolado mató a nueve espectadores y a su piloto y copiloto Edmund Nelson. Ferrari clavó su mirada, entre preocupada y tensa pero no enojada, en los ojos de su hijo y suspiró largamente.

“Hijo mío, mantén alejados de tu corazón a los pilotos. Si te haces muy amigo un día te llenarás de dolor porque no volverán de una carrera”.

Como ya hemos mencionado, Ferrari tenía dos casas: una en Módena, que compartía con Laura Garello y otra en Settecani. En esta almorzaba todos los días y, muy de vez en cuando pasaba alguna noche cuando él y Lina recibían a sus amigos favoritos.

“Mamá, ¿a qué se dedica papá? ¿Por qué nunca está aquí por las noches?”. A lo que ella le contesta: “Construye coches de carrera y gana. Es una persona muy ocupada y su trabajo le requiere hacerlo mucho de noche o estar lejos momentáneamente de nuestra casa”. Para él fue una respuesta suficiente.

Con los años, Piero Lardi, que no llegó a conocer a su hermanastro sentiría un vacío por lo que podría haber sido su vida de haber conocido a Dino, 13 años mayor que él.

Fiamma, la llama

Ferrari no podía contenerse, sentía una fuerte atracción por las mujeres. Era duro y frío como el hielo con los hombres pero se derretía como helado en verano con las féminas.  En el GP de Francia de 1958 en Reims, el piloto oficial de Ferrari, Luigi Musso se salía de la pista en la curva Gueux y fallecía horas después en el hospital. A su compañera de vida entonces, la bellísima aprendiz de actriz Fiamma Breschi le impidieron suicidarse esa misma noche Beba Berruet Fangio y “Lulú” Trintignan.

Unos días después de los funerales, Fiamma recibía una llamada de Enzo. Para animarla a seguir con su vida le contó cómo fue elaborando él su dolor por la pérdida de Dino, dos años antes. Congeniaron. Las llamadas telefónicas se hicieron más largas y comenzó a verla con frecuencia. Enzo le compró una casa entre Bolonia y Florencia.

El depositario de muchos secretos, su chófer Peppino Verdelli le llevaba casi todos los días una romántica carta del “ingegnere”. En los años sesenta Fiamma comenzó a ir a las carreras como encargada de imagen y estilo de la marca.

Enzo jamás habló de esa relación pero tras su muerte, Fiamma dijo que varias veces le había propuesto matrimonio, a lo que ella se negó. “Mi único amor fue Luigi (Musso), que me dio cinco años de felicidad.”

Piero, la continuación

Febrero de 1969. Desde Maranello a la mañana temprano partía un Ferrari 2+2 250 GT de 1960 con 240 CV hacia el norte. Iban tres ocupantes: Enzo Ferrari, Franco Gozzi (su hombre de confianza) y Piero Lardi. Piero, con un título técnico-mecánico, había entrado a trabajar para Ferrari en 1965, a los 20 años tutelado por Franco Gozzi. Por sus conocimientos de inglés, Piero tenía acceso a documentos y diligencias relacionadas con empresas de todo el mundo. Piero mantenía un perfil bajo porque Laura Garello, que pasaba ya mucho tiempo en algunos centros de salud mental, se había opuesto siempre a que “el otro” (hijo), formara parte de la compañía. Enzo era muy exigente con su hijo porque, le explicaba: “No quiero que piensen que progresas en la empresa solo por nepotismo”.

Tras el duelo contra Ford entre 1964 y 1966 en Le Mans, Ferrari tenía dificultades financieras. Enzo había conocido y sintonizado muy bien con Gianni Agnelli, el máximo dirigente de Fiat y fiel cliente de la casa. Mundano y sofisticado Gianni, pueblerino, y sencillo Enzo, ambos tenían dos hobbies de los que hablaban a menudo: coches y mujeres.

En 1969 Ferrari cumplía 71 años, sabía que su empresa debía fortalecerse comercialmente para salir adelante. Sobre eso reflexionaba detrás de sus eternas gafas negras en el desplazamiento rumbo a Turín. Para él, viajar tan lejos de Maranello era muy estresante. Tenía tanto claustrofobia como agorafobia: jamás entraba a un ascensor, ni volaba o se subía a un tren. Y ese día, subió por la escalera hasta el despacho de Agnelli.

Y allí firmó el acuerdo por el que cedió el control de la empresa que había fundado en 1947.

Fiat adquiría el 50% de las acciones, para Enzo quedaba el 40% y Piero recibía el 10 por ciento. Gianni no tuvo problema alguno en que Enzo se quedara con el control absoluto de la “squadra corse”, presupuesto incluido. Terminaría pagando más de lo que había ofrecido Ford en la fallida operación de 1963 dando una libertad a Enzo que no habían aceptado los americanos.

En 1975, Piero pudo legalmente identificarse como Piero Lardi Ferrari. En 1978 fallecía Laura Garello.

Fue entonces cuando Lina Lardi y Enzo pasaron a convivir en la casa de Trento-Trieste 11, Módena. Poco después de la muerte de Enzo con 90 años, el 14 de agosto de 1988, la propiedad de Ferrari S.p.A. pasó a ser 90% del grupo Fiat y 10% de Piero Ferrari. Su hija Antonella, nacida en 1968, le ha dado dos nietos, Enzo y Piero. La dinastía, que ya no es secreta, continuará.

“Ferrari”, uno de los grandes estrenos de 2024

Si te gustan los coches seguro que has visto alguna película de Michael Mann (80). Este director y productor americano saltó a la fama en los años ochenta gracias a la serie “Miami Vice”, de la que también fue guionista. Pero suyas también son películas tan impactantes como “El último mohicano” o “Heat”. Esta última tiene una de las persecuciones/tiroteos más impactantes de la historia, con Al Pacino y Robert de Niro, entre otros, a metralleta limpia en plena ciudad de Los Ángeles. Vamos, que la acción no falta en ninguna de sus películas, y en esta parece que se atreve con todo. La película “Ferrari” no trata de toda la vida de “Il Commendatore”, sino de un parte muy concreta, quizás la más delicada.

Durante el verano de 1957, el ex piloto de carreras Enzo Ferrari (interpretado por Adam Driver) está en crisis. La bancarrota acecha a la empresa que él y su esposa Laura (Penélope Cruz), construyeron de la nada hace diez años. Su tormentoso matrimonio se debate entre el luto por un hijo (Dino) y el reconocimiento de otro (Piero Lardi), fruto de su relación con Lina Lardi (Shailene Woodley). En esta crucial etapa, Ferrari tomará decisiones arriesgadas, y acabará apostándolo todo en una única carrera que atraviesa 1.000 millas a lo largo de toda Italia, la icónica Mille Miglia.

La película está basada en la novela Brock Yates y tiene previsto su estreno para el 9 de febrero de 2024. Ves haciendo hueco en tu agenda…

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