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Gran Premio de Fórmula 1 en Las Vegas: conoce todos los secretos de la carrera más esperada del año

La ciudad del estado de Nevada se perfila como una nueva meca del Gran Circo de la F1. Una gran excusa para atraer a celebridades, empresarios de alto nivel, y a un público joven americano adicto a la velocidad, al giro de la ruleta, al aroma de la maría y a las tentaciones carnales...

Todo comenzó así: el amplio ventanal de la casa de Virginia Hill, en Beverly Hills (Los Ángeles) estalló en mil pedazos. La primera bala destruyó una estatuilla de Baco, símbolo del exceso, pero Alexander “Bugsy” Siegel no tuvo ni tiempo de esquivar la segunda, que estalló en su cerebro y ni sintió las restantes a sus pulmones. El ejemplar del Los Ángeles Times que sostenía en sus manos cayó sobre la alfombra de la muy bien iluminada estancia. Virginia, esbelta modelo y amante de “Bugsy” gritó espantada. El francotirador, cumplido su contrato, guardó su carabina M1 del calibre .30 y desapareció para siempre. El creador del primer hotel del Strip, que vendía juego, espectáculo y un “resort” vacacional, estaba muerto. Lo habían sentenciado por creer sus asociados mafiosos del centro y este de Estados Unidos que Bugsy les había robado un millón de dólares.

Al día siguiente, quinientos kilómetros al este, tres colegas de “Bugsy”, mafiosos como él, David Bearman, Moe Sedway y Gus Greenbaum, entraban en el hotel Flamingo. El de los “neones” que hoy sigue caracterizando a Las Vegas, el que se encuentra en el corazón del strip y a cuyo alrededor se desarrollaron 295 casinos. Comenzaba una nueva era. Una era que continúa con los grandes espectáculos complementando al juego y atrayendo a familias. El montaje se ha visto reforzado este este año y lo será por nueve más, por la F1.

La ciudad espectáculo

Una ciudad del estado de Nevada con 650.000 residentes que reciben a 38 millones de turistas al año que dejaron, en 2022, 4.120.000.000 millones de dólares en ganancias sobre una facturación de 23.360.000.00 millones. De momento, en este retorno tras un tímido intento a comienzos de los ochenta en 1981 y 1982, el impacto económico ha sido de 1.200 millones de dólares en el fin de semana. La misión de la F1 es incrementar significativamente esas cifras.

Sin balas de por medio, los monoplazas de Fórmula 1 corriendo a 335 km/ sobre la recta del Las Vegas Boulevard podrían ser una analogía.

En la ciudad del pecado, el piloto Charles Leclerc decidió ceder ante la tentación en la madrugada-noche del sábado 19 de noviembre después de conseguir la pole en los 6,2 km del circuito urbano hilvanado entre hoteles, restaurantes y rodeando la recién inaugurada “Sphere”, otro icono de la ciudad. En la ruleta de la mesa 21 del hotel Caesars Palace jugó 1.000 dólares al negro. La bola cayó en el 1 rojo. Justo el dorsal de su archi enemigo, el triple campeón Max Verstappen. “Jo…nunca juego en el casino de mi ciudad (Montecarlo) y cuando lo hago vengo a perder aquí y justo con ese número, jo…!, Charles miró enojado hacia del techo poblado de cámaras de seguridad, levantó su dedo corazón en gesto airado y se fue, aconsejado por su novia, Alexandra Saint Mieux. La ítalo-francesa de 21 años, con más de 100.000 seguidores en Instagram por sus posteos de arte, no le iba a dejar solo en este viaje a la Ciudad del Pecado. Para ella no vale aquello de: “Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas”.

Si, hubo una carrera que se lanzó ese sábado a las 10 de la noche. Veinte monoplazas ensordecedieron con el rugido de sus motores a transeúntes curiosos que trataban de espiar tras lonas de seguridad y privilegiados que ocupaban las tribunas a lo largo de una recta de 1,9 kilómetros, pasando nada menos que frente a 15 hoteles casinos temáticos con sus grandes patios-antesala frente al Strip.

Sobre este escenario digno de una Sodoma y Gomorra moderna ganó, como no, rojo el 1, Max Verstappen en la que fue su décimo octava victoria de un año de récords para el ya triple campeón mundial. Un escenario que se construyó invirtiendo más de 80 millones de dólares en vallas metálicas de seguridad para separar al público de los coches, muros de contención, puentes temporales para permitir la circulación de las calles transversales y una señalización especial para los desvíos que pusieron patas arriba a la ciudad.

La meca de las celebridades

Desde abril, Las Vegas se preparaba, incomodando a sus residentes y a turistas que no les importa la F1, para el gran evento. Liberty Media piensa que la F1 debe ser una experiencia total, en la que los clásicos parámetros de habilidad conductiva y capacidad tecnológica expresados a través de una carrera sean solo un componente más o, en todo caso, una excusa para reunir entre 100.000 y 150.000 espectadores in situ, y cientos de millones a través de la TV de pago durante 23/24 fines de semana en el año.

Así que en Las Vegas se mezcló el humo y el aroma penetrante de la marihuana que se fuma en el Strip, de venta legal en Nevada, con el humo del bloqueo de frenos al final de la recta. Allí mismo en el Strip se paseaban, exhibiendo generosamente mucha más piel que tela en el pecho y glúteo las sensuales promotoras de los clubes de alterne, estos si, ubicados convenientemente, fuera del ya mítico boulevard.

Hubo 110.000 personas que pagaron entre 800 y 2.000 dólares por las mejores posiciones de tribunas, pero algunos privilegiados desembolsaron un millón de dólares por un paquete de cinco estrellas plus con vuelo privado desde Nueva York, limusinas de lujo, cenas para 12 con Dom Perignon, sábanas de seda en las suite del exclusivo “The Palms” (70.000 dólares/noche), mesa para cuatro con manjares preparados por el famoso chef Gordon Ramsay justo sobre la zona de boxes y acceso al paddock para codearse con la “crème de la crème”.

En la ceremonia de los “hot laps”, en la que invitados y Vips son conducidos sobre coches GT de Aston Martin, McLaren, AMG y Mustang por ex pilotos de F1, me encontré con el hombre más rápido del mundo, Usain Bolt, lo saludé, aceptó posar para el selfie de rigor y su risa sonó como un trueno cuando le dije: “Dudo que le puedas ganar en 100 metros al Vantage conducido por Pedro De La Rosa”. Pedro estaba allí en sus funciones de embajador del equipo de Fernando Alonso.

Entre las celebridades presentes se contaron los cantantes Rod Stewart, Kylie Minogue, y Rihanna, y deportistas como Shaquille O. Neal, David Beckham y el propio Usain Bolt.

Un crucero de neon

Un edificio de 250 metros de longitud y de tres alturas con amplias terrazas construyó Liberty para albergar los garajes de los equipos, los salones VIP y Paddock Club y zonas de autoridades deportivas y otros invitados especiales.

Pintado totalmente de blanco, parece un crucero de lujo avanzando en la semi penumbra. Pero a nivel de la superficie, con una amplia calle de paddock y con los motor home temporales dedicados a cada equipo, la zona parecía la antigua “calle de las luces rojas” de Ámsterdam. A la entrada de cada motor home y de cada garaje lucían leds de colores rojos, azules, amarillos y verdes, los logos de cada escudería.

El GP de Miami, en mayo, fue solo un prólogo de lo visto en Nevada donde se ha firmado un contrato por 10 años con la ciudad. Permanencia necesaria para amortizar los 500 millones de dólares en el terreno para el paddock, instalaciones auxiliares y toda la construcción.

A esta primera cita tras el retorno de la F1 a Las Vegas concurrieron poderosos empresarios mundiales entre ellos John Elkann, máximo ejecutivo del holding de las empresas de la familia Agnelli, presidente del Grupo Stellantis (alianza Fiat-Peugeot) y presidente de Ferrari.

Por su influencia en el mundo corporativo, la cita de Las Vegas podría transformarse en la gran rival del Gran Premio de Mónaco, que corre peligro si no acepta pagar derechos de presentación a la Fórmula1, algo que no hace actualmente.

No todo fue perfecto: durante el primer entrenamiento del viernes 17 unas bocas de inspección de alcantarilla se soltaron de sus alojamientos y destruyeron el chasis de Carlos Sainz (Ferrari) y dañaron a los de Esteban Ocon (Alpine) y Alex Albon (Williams). Hubo un prolongado retraso antes de que comenzara la segunda sesión del día y, como los trabajadores de seguridad y control del público estaban excedidos en horas de trabajo, les hicieron desalojar a los espectadores. Muy de Estados Unidos: un bufete de abogados presentó una demanda de 30.000 dólares por cabeza contra Liberty por “daños”.

Aunque Liberty tenga que pagar y sus ejecutivos y equipos no estén del todo satisfechos con el horario nocturno de la carrera, este conflicto judicial no echará a la Fórmula 1 de la ciudad. Ya saben, lo que pasa en...

1981, drama en un parking

¡Cliin, claang! Las monedas de un cuarto de dólar caían por decenas en la tragaperras.

Sylvia Tamsra y María Noemí  “Mimicha” Bobbio, aplaudían contentas como niñas recibiendo una Barbie de regalo. ¿Habían ganado ellas? Sylvia y Mimicha estaban allí por el mismo motivo que el grupo de periodistas brasileños y argentinos que las rodeábamos: la disputa de la última carrera del campeonato de F1 de 1981. Era jueves 15 de octubre y sus parejas, Nelson Piquet, piloto Brabham y Carlos Reutemann, piloto Williams iban a disputarse la corona el sábado 17. Reutemann le llevaba un punto a su rival y tenía el mejor coche.

Descartado acabar el campeonato en su sede habitual de Watkins Glen por cuestiones monetarias, Bernie Ecclestone, el gestor de la F1, encontró en el casino hotel Caesars Palace de Las Vegas un organizador solvente.

En 20 hectáreas cubiertas de cemento, con una inversión de 3 millones de dólares y en solo tres meses se improvisó un desangelado circuito que se ensuciaba con polvo del desierto, no tenía sombras ni boxes techados. Paul Newman, Sammy Davis Jr y Tom Jones, fueron las celebridades en las que los organizadores centraron la promoción.

Piquet y Reutemann (con quien jugamos al racquet ball en una pista del Caesars) acudían al masajista del campeón mundial de boxeo Ray Sugar Leonard para relajar sus cuellos, habituados más a girar en sentido horario, no como en el improvisado y ratonero trazado.

Con la pole, el jueves Reutemann era el claro favorito, pero tuvo que cambiar de chasis después de chocar con Piquet en los entrenamientos no oficiales del viernes. En la carrera tuvo serios problemas con la caja de cambio y se fue retrasando hasta acabar octavo. Piquet, vomitando por el calor y con el cuello destrozado acababa quinto, sumaba dos puntos y era el campeón. Pese al ajustado final asistió poco público y al año siguiente también... La F1 se despidió del desierto de Nevada... para regresar 42 años después.

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