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Ferrari en el corazón: Michael Mann el cineasta enamorado de los coches

Acaba de estrenarse en España “Ferrari”, la última película del Michael Mann (81). El cineasta estadounidense es cliente de la marca italiana desde hace décadas y a lo largo de su carrera ha filmado apasionantes escenas donde los automóviles han sido protagonistas.

Había mucha expectación por ver la película sobre Enzo Ferrari, una obra que Michael Mann tenía en la cabeza desde hace más de veinte años. Y lo primero que hay que tener claro antes de sentarse en la butaca es algo en lo que el director ha insistido: “es una película sobre Enzo Ferrari, no sobre Ferrari como marca”. De modo que quien espere una película donde todo son carreras y circuitos, podría sentirse defraudado. En todo caso no hay en el mundo ningún cineasta que sepa tanto de Ferrari como él, ya que es aficionado y conduce sus deportivos desde hace más de cuarenta años. El primero que tuvo fue un 308 GTB que compró en Bélgica en 1981, porque los americanos eran más lentos por culpa de las normativas sobre emisiones. Después optó por un Testarossa, más tarde se hizo con un 550 Maranello y los últimos, al menos hasta 2012, fueron un 599 GTB y un 599 GTO. Incluso participó en la Challenge Ferrari, la copa monomarca, cuando era más joven. Atesora por tanto muchas experiencias relacionadas con el mundo del cavallino, y para hacer la película pasó mucho tiempo con Piero Ferrari (hijo de Enzo y vicepresidente), a quien conoce desde hace 25 años. “Ferrari” es, en definitiva, una obra elaborada al detalle, como todos los trabajos de Michael Mann.

 

Nuestro protagonista nació en un barrio obrero de Chicago en 1943. Con antepasados judíos ucranianos, su padre combatió en la II GM y resultó herido durante la Batalla de las Ardenas. De los más de trescientos alumnos que terminaron el bachillerato con él, apenas una docena fueron a la universidad. En un inicio Michael se especializó en literatura inglesa, y se había matriculado en una asignatura sobre historia del cine pensando que sería fácil aprobar. Recuerda que cuando vio “Bajo la máscara del placer” (G. W. Pabst, 1925), tuvo una especie de revelación y decidió dedicarse al cine. Estudió dos años en Londres y cuando volvió a EE UU en el verano de 1971 se lanzó a redescubrir su país, por supuesto en automóvil. Junto a un amigo que trabajaba en Newsweek y un técnico de sonido pasó diecisiete días atravesando EE UU de este a oeste, en busca de una selección de trabajadores. El documental se llamó “17 days down the line” y en él ya se podía percibir su curiosidad por las personas, su gusto por los paisajes y su sensibilidad para elegir una buena música. Quería ser director, pero ante la falta de ofertas decidió comenzar como guionista y se estrenó escribiendo para la serie “Starsky y Hutch” (donde el Ford Torino rojo era un protagonista más). También trabajó en un par de series más y después hizo una película pare televisión llamada “Hombre libre” (1979). Fue rodada en la peligrosa cárcel de Folsom (California) y en ella que participaron más de 600 presos. Su siguiente trabajo fue una película para el cine, “Ladrón” (1981) con James Caan como protagonista, que era una estrella desde que rodó “El Padrino” en 1972 (Sonny Corleone). Con este trabajo Mann se compró su primer Ferrari. Después rodó “El torreón” (1983), hasta que llegó la serie que le dio fama mundial y le hizo rico: “Miami Vice”. La MTV, el canal musical, nació en 1981 y logró un enorme éxito, así que una joven directiva de la NBC llamada Michelle Brustin, pensó que había que hacer programas con el dinamismo de los videoclips. El guionista Anthony Yerkovich (creador de “Canción triste de Hill Street”) propuso una serie sobre el tráfico de drogas en el sur de Florida, y surgió el nombre de Michael Mann por su brillante integración de la música y la narrativa visual en sus películas. Nuestro protagonista aceptó el cargo de productor ejecutivo pero exigió también el control creativo. Él eligió los escenarios, la ropa, los colores pastel, las casas, los paisajes y por supuesto, los coches. La serie la emitió la NBC en EE UU entre 1984 y 1990, y en Televisión Española “Corrupción en Miami” se estrenó en 1986.

 

LA INFLUENCIA DE “MIAMI VICE”

En aquella época la ciudad norteamericana estaba sumida en un caos alimentado por la cocaína. La droga fluía desde Florida al resto del país, y en 1984 el FBI registró más de 1.200 asesinatos. Pero curiosamente “Miami Vice” tuvo una influencia enorme y proyectó una imagen de sofisticación y glamour que sirvió para atraer a los turistas. Incluso sirvió de modelo para el desarrollo de la ciudad real. Como declaró Don Johnson a Rolling Stone, “la ciudad se reinventó a sí misma a imagen de una serie de televisión”.

Para los más jóvenes, recordaremos que la serie estaba protagonizada por los agentes Sonny Crockett (Don Johnson) y Ricardo Tubss (Philip Michael Thomas), que solían actuar como policías encubiertos para desmantelar redes de narcotráfico. Lo que marcaba la diferencia es que ellos eran los tipos más elegantes (los trajes de lino de Adolfo Domínguez y Armani crearon tendencia) y además conducían un Ferrari “Daytona” Spider negro. Aquel descapotable era una réplica sobre base Corvette y voló por los aires al principio de la tercera temporada, así que lo sustituyeron por un Testarossa blanco. Parece ser que en Ferrari no les gustó que usaran una réplica y demandaron a la productora, pero finalmente llegaron a un acuerdo y la marca italiana les entregó dos Testarossa de 1986. Aquellos Ferrari eran de color negro metalizado, pero Mann decidió repintarlos de blanco para que destacaran más en las escenas nocturnas. El Testarossa se convirtió en un icono de los excesos de los años 80, y hasta Jordan Belfort, el protagonista de “El lobo de Wall Street” (dirigida por Scorsese) presumía en la película de tener un Testarossa blanco como el de Sony Crockett. De hecho las escenas nocturnas de conducción en la serie “Miami Vice” están consideradas como uno de los grandes momentos de la historia de la televisión. Eran como videoclips insertados en la historia, siempre con una poderosa banda sonora. Ejemplo de ello es el Daytona rodando de noche por Miami con “In the air tonight”, de Phill Colins, de fondo. No obstante, para nosotros lo mejor de la banda sonora fue “Crockett’s Theme”, de Jan Hammer, una melodía instrumental elegante y evocadora, perfecta para los momentos de nostalgia e introspección del protagonista. Los coches eran otro de los grandes atractivos de la serie, y aparecían desde exóticos italianos como los Lamborghini Countach y Jalpa, a Porsches y Mercedes limusina tuneados. Uno de los Testarossa que aparecía en la pantalla (chasis 63631) salió a subasta en 2017 y se pagaron por él 151.800 euros, un precio bajo por una unidad tan icónica.

 

Héroes solitarios

Según el propio Mann, “mis películas parten de la vida misma, de lo que he visto, oído y aprendido por mi cuenta”. En la mayoría de sus películas hay hombres solitarios que con frecuencia se saltan las reglas, pero tienen su código de conducta. “En mi trabajo me gusta enfrentarme a las grandes cuestiones. Por eso muchas veces cuento historias policiacas, porque allí se suelen encontrar grandes dilemas morales. Las historias de delincuentes se desarrollan al límite, y muchas veces mis personajes son gente que lucha hasta el final por algo aunque estén equivocados, o sabiendo de antemano que no tienen ninguna opción de triunfar”.

Tras su enorme éxito televisivo Michael Mann siguió trabajando para la pequeña pantalla y brilló también en el cine con “Hunter” (1986), “El último mohicano” (1992) su mayor éxito de taquilla, y la insuperable “Heat” (1995), con el duelo entre Robert De Niro y Al Pacino. Todos recordamos el mejor tiroteo de la historia del cine, en el centro de Los Ángeles, o a Robert De Niro conduciendo un Camaro por la noche, a la caza de Waingro para cobrarse su venganza. Después rodó “El dilema” (1999), Alí (2001), Collateral (2004) con Tom Cruise, donde la acción transcurre durante una noche en un taxi, y “Corrupción en Miami” (2006), la película donde Colin Farrell y Jamie Foxx conducen un Ferrari 430 Spider. Dos años después su maestría a la hora de crear vibrantes escenas automovilísticas propició que le contrataran para rodar un video promocional del entonces nuevo Ferrari California, por la costa californiana. Antes de rodar la reciente “Ferrari”, Mann no dirigía una película desde Blackhat (2015) con Chris Hemsworth. No obstante, fue productor ejecutivo de otra gran obra sobre automovilismo, Ford vs Ferrari (2018).

 

“Ferrari” está basada en el libro del periodista de motor estadounidense Brock Yates (1933-2016): “Enzo Ferrari, el hombre y la máquina”. El guion es de Troy Kennedy Martin y del propio Mann, y lleva al espectador al verano de 1957. No pretendemos contar aquí la película, pero el protagonista se haya sumido en una crisis con numerosos frentes, tanto en su complicada vida personal (con esposa y amante, que tiene un hijo suyo) como profesional, y con el trágico trasfondo de la reciente muerte, un año antes, de su querido hijo Dino. Penélope Cruz interpreta magníficamente a su esposa Laura, y el terrible accidente de la Mille Miglia pondrá al Commendatore en una situación límite, incluso en el aspecto judicial. Los que hacemos Car hemos visto “Ferrari” y nos ha gustado mucho. Posiblemente no alcanza momentos tan emotivos e intensos como “El último mohicano” o “Heat”, pero hay que tener en cuenta que es más fácil hacer una película emocionante cuando el guion es libre y pueden llenarlo de giros y sorpresas, que cuando debes ceñirte a la realidad de una biografía reciente. Creemos que cuanto más hayas leído sobre Enzo, más valorarás la película, porque casi en cada una de sus frases hay algo importante sobre su compleja personalidad. Nos referimos por ejemplo al “muro” emocional que se autoimpuso para no sufrir con la muerte de sus pilotos, la manera en que los presionaba y los enfrentaba para que rindieran al máximo (lógicamente con gran riesgo para ellos) o cómo vendía coches de calle solo para poder financiar los de carreras. Otro momento para recordar es cuando Enzo le dice a su hijo Piero (escribo de memoria) que curiosamente, cuando algo funciona bien, suele ser hermoso. Este es un aspecto que también interesa al director: “¿De qué manera se explica el atractivo de estos coches? Me pregunto esto todo el tiempo: ¿Por qué algo nos parece hermoso? ¿Por qué algo nos emociona? ¿Por qué algo nos asusta? Quiero crear ese miedo o ese atractivo, y por eso tengo que saber cómo construirlo”.

 

Algún original y muchas réplicas

Los automóviles que desfilan por la película en su mayoría son réplicas (aunque alguno es real, como un Maserati de Nick Mason), lógico teniendo en cuenta que un 335 S original como el que conducía Portago ronda los 35 millones de euros. La empresa Auto-Action Developments con sede en Reino Unido, fabricó nueve coches para la película, tanto el monoplaza 801 como las barquetas que luchan en la carretera rueda con rueda. Para los dos monoplazas usaron un Caterham 420 R, como base, y para el resto de los coches (dos Maserati 450S, dos Ferrari 315 S y tres 335 S) Caterham 620. Por supuesto todos los vehículos son totalmente operativos (rinden unos 300 CV) y se pueden conducir a fondo. Las carrocerías las fabricó la empresa Campana en Módena, algunas de aluminio y otras de fibra de vidrio. Este esfuerzo técnico sin duda ha merecido la pena, unido al glorioso rugido V12 de los motores que han acoplado los técnicos de sonido. Entre los especialistas que pilotaron los coches durante el rodaje destaca Ben Collins, quien durante años fue “The Stig” en el programa Top Gear, y también Derek Hill, hijo del campeón mundial Phil Hill.

 

En cuanto a la verosimilitud del guion con la historia, hay alguna trama que no parece encajar en la biografía real. Nos referimos a la situación económica crítica de la empresa Ferrari, que precisa el apoyo de Agnelli (dueño de Fiat). La historia oficial nos dice que no fue en 1957 sino en 1965, en pleno duelo en Le Mans, cuando Enzo llegó a un acuerdo con Agnelli para que la multinacional italiana comprara acciones de Ferrari, hasta pasar a controlar el 90% de capital en 1969. En todo caso ya sabemos que el cine está ante todo para entretener y emocionar, y que algunos cambios se justifican en pos de un resultado final más impactante. En definitiva, creemos que Michael Mann ha hecho una gran aportación al cine y a la historia del automóvil, acercando al personaje de Enzo Ferrari a un público masivo que, de otra manera, no habría conocido la épica y dolorosa biografía del genio de Módena.

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