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Dodge Challenger R/T: el blues del sepulturero

Desgraciadamente los V8 están en proceso de extinción. Como homenaje póstumo nos embarcamos en un viaje con este R/T Scat Pack Widebody y sus 485 CV por el sur profundo, la tierra del blues.

Los americanos están acostumbrados a los fenómenos meteorológicos extremos y a los desastres naturales: “aviso de tormenta severa para Copiah, Lawrence y el condado de Simpson”. La alerta aparece en el navegador al atardecer, con un mapa meteorológico detallado que muestra frentes de color rojo, tormentas de color púrpura y proyecciones de radar amarillas.

Ante situaciones como estas, los automovilistas reciben instrucciones de buscar lugares seguros para detenerse, y el travel advisory muestra una lista de refugios contra tornados.

Especialmente después del huracán Katrina, la gente del Sur se toma en serio esos anuncios. La catástrofe más reciente ocurrió en marzo, cuando un torbellino de 300 km/h azotó el pueblo de Rolling Fork, dejando 17 muertos en su estela de devastación.

El coche para nuestro viaje a través de la tierra del blues es la última edición R/T Scat Pack Widebody del Dodge Challenger, pintado en Pitch Black. Es una reliquia encantadoramente fuera de lugar, de un pasado ambientalmente incorrecto, aunque los vehículos eléctricos todavía tiene un largo camino por recorrer antes de que se conviertan en algo habitual. En Tennessee y Luisiana, incluso los híbridos son vistos con recelo. Cuando le decimos a un policía estatal que su Dodge Charger será reemplazado por un EV completamente nuevo el próximo año, el hombre casi rompe a llorar, y nos dice que preferiría dejar la policía antes que conducir un eléctrico: “We ain’t got no infrastructure here, man”

Poco lugar a la esperanza

Lo que tienen en Mississippi es abundancia de soja, maíz, trigo, arroz y algodón. Y, lamentablemente, también pobreza. Podríamos decir que hay muchas razones para estar triste, pero la música blues ya no tiene la fuerza de otros tiempos. Los locales de blues en vivo, que en el pasado fueron abundantes, hoy son difíciles de encontrar.

Es fácil por tanto establecer un paralelismo con los muscle cars con corazón V8. Como nuestro Challenger, que lleva un motor con varillas de empuje. El Challenger se lanzó en 2008, en la era Daimler-Chrysler, una unión que terminó justo antes de que se lanzara ese automóvil. Inicialmente el Challenger se basó en la plataforma LC, que incluía una suspensión trasera independiente tomada de la Clase E de Mercedes y el eje delantero de doble horquilla de la Clase S.

La plataforma LA ligeramente actualizada, que conserva ambos elementos, se introdujo en 2015 y sigue en producción en la actualidad. En lugar de la transmisión automática original de cinco velocidades, algunas versiones como esta utilizan una caja de ocho velocidades. También está disponible una caja Tremec manual de seis velocidades, lenta y tenaz.

Los compradores pueden elegir entre tres motores Hemi V8 diferentes: el 5.7 básico, el 6.2 sobrealimentado del Hellcat y la versión de 6.4 litros que se encuentra en nuestro automóvil Scat Pack. El Challenger en todas sus versiones prioriza la apariencia, el ruido y transmitir toda la potencia al asfalto, y no se preocupa tanto por el confort de marcha.

En lugar de protegerte de las imperfecciones del asfalto, la suspensión deportiva te transmite cada detalle topográfico del camino. Además el ESP conectado no puede impedir que los Pirelli de medida 305/35 aúllen cuando los 644 Nm de par llegan de golpe, a través de un grueso eje de transmisión y de un estresado diferencial de deslizamiento limitado. Igualmente, incluso en el modo de conducción más restrictivo, cada giro de 90 grados es una invitación a un sobreviraje momentáneo, y cada acción de kickdown hace que los hombros del coche se hundan.

¿Un anacronismo? Por supuesto, y en gran medida ese es su atractivo. Cuando se concibieron automóviles como el Challenger, la crisis del combustible de los años 70 era un recuerdo lejano y el combustible era muy barato. Pero entonces todo empezó a empeorar en la dirección opuesta: la crisis financiera estalló en 2007, el movimiento ecologista se hizo más fuerte, Toyota encontró oro con el Prius y el Tesla Model S hizo que los productos estadounidenses convencionales parecieran irresponsables y aburridos. Ahora el muscle car V8 está en peligro de extinción incluyendo al Camaro, y solo parece resistir el nuevo Mustang.

Aunque reconozcamos que es algo anacrónico, el fin de la producción del Challenger será una verdadera pérdida. Su motor atmosférico con válvulas en cabeza se mete bajo tu piel como “Terraplane Blues” de Robert Johnson o “No Particular Place to Go” de Chuck Berry. Y aquí, en el hogar del blues, se ve, suena y se siente como en casa.

Desde la primavera hasta el otoño todavía hay una serie de festivales donde escuchar buen blues, y siempre puedes confiar en lugares como Clarksdale (MS), sede del Ground Zero Blues Club (propiedad de Morgan Freeman) justo al otro lado de la calle del muy recomendado Delta Blues Museum, del Roger Stolle’s Cat Head Delta Blues & Folk Art shop o del Bad Apple Blues Club. En el cruce de las antiguas autopistas 49 y 61, tres guitarras azules colgadas en lo alto de un poste de tráfico constituyen el monumento Crossroads donde, según la leyenda, Robert Johnson (1911-1938) hizo un trato con el diablo. A cambio de su alma, el músico hasta entonces mediocre se convirtió de la noche a la mañana en un guitarrista genial y en una leyenda, hasta que Satanás cobró lo que le correspondía y RJ tuvo una muerte repentina y solitaria (hay un documental sobre su vida).

En ciertas zonas sombrías de Nueva Orleans el culto vudú se toma muy en serio, y la creencia en lo paranormal se puede encontrar en toda Luisiana. Lamentablemente, gran parte de la profundidad y riqueza de la historia musical de la zona ahora está mal representada. Incluso en el centro de Memphis, que tiene muchos bares de blues turbios, tienden a ir a lo seguro con música más conocida, de BB King, Johnny Cash y Elvis.

Historia viva del blues

Visitamos tantos lugares clave como podemos en nuestra apretada agenda, desde el Hotel Peabody, Beale Street y los estudios de grabación Sun en Memphis, hasta el vibrante Barrio Francés de Nueva Orleans. Otra característica del blues es que se mezcla libre y naturalmente con otros estilos como el gospel y el bayou, el bluegrass y el pop, el rock ‘n’ roll y el R&B, el soul, el country sureño o el folk.

Hacia el norte desde Nueva Orleans, nuestra primera noche es en Vicksburg, junto al río turbio y fangoso, donde las principales atracciones son un barco-casino, un par de restaurantes de comida grasienta y algunos moteles. La compensación llega al día siguiente en forma de un montón de carreteras en gran parte vacías y verdaderamente divertidas. Estas se curvan hacia Greenville, pasando el Refugio Nacional de Vida Silvestre de Dahomey. El indicador de temperatura marca 32 grados con mucha humedad, pero con el aire acondicionado a todo trapo todavía podemos disfrutar del sonido del V8 y de la emisora de radio Bluesville.

Nuestro Challenger viene con un sistema de audio Harman Kardon con 19 altavoces, dos subwoofers y un amplificador de 900 vatios, todo listo para luchar con los tropecientos decibelios provenientes del escape deportivo. Acelera de 0 a 100 en solo 5,1 segundos con la ayuda de un launch control, todo un espectáculo de humo y empuje. Más impactante aún es lo rápido que pasa de 80 a 160 km/h, con las marchas tercera, cuarta y quinta firmemente sujetas al corte de 6.000 rpm.

El Challenger R/T Scat Pack seduce a sus incondicionales con cuatro modos de conducción diferentes, varios indicadores de aceleración y frenado y una pantalla de entrega de potencia/par. Los programas Auto, Custom, Sport y Track habilitan o desactivan las levas de cambio y ajustan la dirección, la suspensión, la transmisión y la tracción a tu gusto. La información relacionada se representa mediante numerosos gráficos de barras, lecturas digitales y datos analógicos. La realidad es que necesitas mucho espacio para controlar con todo ese músculo mientras intentas mantener el impulso y el control, desde el ápice hasta la salida de la curva.

En Europa cualquier Dodge, incluso uno que no sea conducido de manera gamberra, es un imán para la policía, pero en Estados Unidos combina bien con las camionetas de altas prestaciones y los camiones Kenworth y Peterbilt. Con más de cinco metros de largo, nuestro cuatro plazas de 1.917 kg no es lo suficientemente ágil como para ser feliz en la ciudad. Además su suspensión deportiva y la dirección asistida no están diseñadas para lograr una elevada precisión. Los frenos sin embargo, con pinzas Brembo rojas, hacen el trabajo con el mínimo esfuerzo y la máxima eficiencia.

Pero evaluar el Challenger en términos puramente racionales es perder de vista la esencia del coche, una máquina sin duda apasionante. Menos romántico resulta el hecho de que Dodge ahora está controlada por Stellantis, un conglomerado lo suficientemente amplio como para abarcar marcas tan diversas como Maserati y Abarth, Jeep y Lancia, y planean transferir la potencia y el par característicos de este coche, a un sucesor eléctrico.

¿Echaremos de menos el ruido único de admisión y escape, el flujo de energía impaciente compuesto por ocho grandes cilindros, el olor a gasolina quemada y la conexión robusta de una transmisión mecánica? Por supuesto que lo haremos. Lo que no tenemos tan claro es que los clientes del Challenger estén dispuestos a comprar un sucesor eléctrico, por muy agresivo y potente que sea. En todo caso desde 2008 se han fabricado más de 400.000 unidades del Challenger, así que siempre habrá por ahí algún coche a la venta para los rebeldes e inadaptados, tipos que se relajan con el blues y el olor dulzón del Mississippi sin preocuparse por donde encontrar un enchufe.

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